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Naturaleza Frágil

DÍA 2 DE 5

De la Cumbre a la Caída

Aquí es donde tú y yo debemos detenernos a considerar nuestra vida.
Todo lo que hemos tenido que atravesar: cada dificultad, cada pérdida, cada lucha que nos ha quitado el sueño físico y emocional. Hemos tenido que aprender a resistir, a perseverar, a ser resilientes en medio del dolor, y en más de una ocasión, como David, hemos salido victoriosos. Hemos visto la mano de Dios levantarnos del polvo, enderezar nuestro camino y darnos descanso después de tantas batallas. Sin embargo, muchas veces, justo después de alcanzar esa comodidad —cuando las aguas parecen calmas, cuando hay estabilidad en el hogar, en las finanzas, en el ministerio o en la profesión— algo dentro de nosotros se desordena. Salimos de la línea, bajamos la guardia, y entonces aparece el inclemente “Miserable de mí” del que hace referencia el Apóstol Pablo.

Ese enemigo interno del que hablaba Pablo, esa naturaleza caída que nos habita y que, aunque parezca dormida, está siempre al acecho.
"¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?" (ROMANOS 7:24 RVR1960).
Pablo lo entendió: el pecado no vive afuera, sino dentro de nosotros. Y cuando se manifiesta, lo hace con fuerza. Nos descubrimos irritables, orgullosos, pesimistas, incrédulos, faltos de amor y misericordia. Somos capaces de mentir, de ser hipócritas, de criticar, de codiciar, de caer en los mismos errores que un día juramos no repetir.

Ese “Miserable de mí” se alimenta de los descuidos, de las distracciones, de la complacencia. Se fortalece en la comodidad y se disfraza de descanso. Hoy, más que nunca, se manifiesta en lo cotidiano: en los pensamientos impuros que toleramos, en las conversaciones inadecuadas a través del chat o del teléfono, en el consumo constante de contenidos vacíos o inmorales en redes sociales, series o plataformas digitales.
Este enemigo invisible nos roba la pureza del corazón y la vitalidad espiritual, nos vuelve insensibles y nos hace creer que todo está bien… cuando en realidad estamos cayendo lentamente.

David también lo experimentó. La Escritura nos muestra el escenario exacto donde el “Miserable de mí” se levantó dentro de él.
"Aconteció al año siguiente, en el tiempo que salen los reyes a la guerra, que David envió a Joab, y con él a sus siervos y a todo Israel, y destruyeron a los amonitas, y sitiaron a Rabá; pero David se quedó en Jerusalén." (2 SAMUEL 11:1 RVR1960)

Aquí comenzó su caída. Mientras los reyes salían a la guerra, David decidió quedarse en casa. No era pecado descansar, pero sí lo fue hacerlo en el momento equivocado. Se quedó donde no debía quedarse, hizo lo que no debía hacer, y dejó de hacer lo que debía. En ese pequeño descuido se abrió una puerta que cambió su historia.

Lo siguiente fue un simple paseo por la terraza al caer la tarde, un momento aparentemente inofensivo que se transformó en tragedia:
"Y sucedió un día, al caer la tarde, que se levantó David de su lecho y se paseaba sobre el terrado de la casa real; y vio desde el terrado a una mujer que se estaba bañando, la cual era muy hermosa." (2 SAMUEL 11:2 RVR1960)
El deseo entró, y el hombre que un día venció gigantes con una honda, ahora fue vencido por su mirada.

El mismo David que derrotó a Goliat cayó ante su propio corazón. Su caída no fue inmediata; fue el resultado de una serie de decisiones pequeñas, razonables, cómodas… humanas. Lo que comenzó con un descanso terminó en adulterio, engaño y asesinato. ¡Qué doloroso reconocer que nuestra mayor derrota no siempre viene de afuera, sino de adentro!

Sin embargo, aun en su caída, David nos deja una enseñanza poderosa: el reconocimiento. Cuando el profeta Natán lo confronta, no huye, no se justifica, no acusa a nadie. Simplemente dice: "Entonces dijo David a Natán: Pequé contra Jehová. Y Natán dijo a David: También Jehová ha remitido tu pecado; no morirás." (2 SAMUEL 12:13 RVR1960)
Y de esa confesión nació el Salmo 51, una de las oraciones más sinceras y desgarradoras de toda la Biblia. David encontró restauración no por su fuerza, sino por su humildad.

Tú y yo también hemos estado ahí. Hemos conocido la cumbre y también el abismo. Pero si algo aprendemos de David es que el mismo Dios que nos levantó para reinar, puede restaurarnos cuando caemos, si volvemos a Él con corazón contrito y humillado.

Pregunta para reflexionar:

¿Estoy siendo consciente de las pequeñas decisiones o descuidos que pueden abrir la puerta a mi propia caída espiritual y moral?

Oración

Señor, reconozco que dentro de mí habita ese “miserable de mí” que busca dominar mi corazón. Te pido perdón por mis descuidos, por las veces que he bajado la guardia y he dejado que mi carne gobierne sobre tu Espíritu. Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. Enséñame a mantenerme firme en los tiempos de éxito, y a no olvidar que mi victoria depende de ti, no de mí. Restáurame, Señor, y ayúdame a vivir vigilante, humilde y lleno de tu presencia cada día. Amén.

Acerca de este Plan

Naturaleza Frágil

Naturaleza Frágil, te invita a reconocer la vulnerabilidad de nuestras emociones y cómo, sin dirección espiritual, pueden volverse inestables y dañinas. Aprenderás a comprender tus sentimientos desde la sabiduría divina, permitiendo que el Espíritu Santo sane y fortalezca tu interior. A través de reflexiones profundas y prácticas, descubrirás que tu fragilidad no es debilidad, sino una oportunidad para depender de Dios y formar una vida emocional más firme, sana y guiada por su presencia.

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Nos gustaría agradecer a Willington Ortiz por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: willingtonortiz.org