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Naturaleza Frágil

DÍA 1 DE 5

“Ser Nosotros Mismos”

Hay un caso bíblico que siempre me ha impactado profundamente: la vida de David, “el hombre conforme al corazón de Dios.”
David, al igual que todos nosotros, fue un niño inocente que no pidió nacer. Nació en medio de una familia disfuncional y, según la mayoría de los estudiosos, posiblemente fue fruto de una relación fuera del matrimonio. Él mismo lo expresa con honestidad y dolor: "He aquí, en maldad he sido formado, Y en pecado me concibió mi madre." (SALMOS 51:5 RVR1960)

Ese origen marcó su infancia. Fue menospreciado, ignorado y, en muchas ocasiones, rechazado. No lo invitaron cuando Samuel fue a ungir al nuevo rey de Israel; su padre Isaí no lo consideró digno de presentarse. Mientras sus hermanos desfilaban delante del profeta, David cuidaba ovejas en soledad. Nadie apostaba por él. Pero mientras los hombres lo ignoraban, Dios lo observaba. Mientras el rechazo lo rodeaba, la presencia de Dios lo formaba.

David aprendió a ser él mismo. Su entorno le enseñó a no depender de la aprobación de los demás, sino de la mirada del cielo. En el campo, mientras cuidaba ovejas, se formó su autenticidad. Allí no imitó a nadie: no necesitó parecerse a sus hermanos ni usar las palabras de su padre. Allí descubrió que ser él mismo —aun con su historia, sus heridas y su pasado— era suficiente para que Dios lo eligiera.

Años después, cuando enfrentó a Goliat, Saúl intentó ponerle su armadura. Pero David entendió algo que muchos jamás comprenden: no podía vencer siendo otro. No podía pelear con lo que no era suyo. Por eso dijo: "Y ciñó David su espada sobre sus vestidos, y probó a andar, porque nunca había hecho la prueba. Y dijo David a Saúl: Yo no puedo andar con esto, porque nunca lo practiqué. Y David echó de sí aquellas cosas." (1 SAMUEL 17:39 RVR1960). Esa decisión fue una declaración de identidad. David escogió ser él mismo, con una honda, una piedra y una fe genuina.

La autenticidad fue su mayor fuerza. Dios no unge copias. Dios unge originales. Y aunque David experimentó momentos de esplendor —reinos conquistados, canciones escritas, victorias celebradas— también enfrentó el lado oscuro de su propia humanidad: el “miserable de mí” que todos llevamos dentro.

Después de años de procesos, persecuciones y desiertos, David llegó a ser rey a los treinta años. Pero cuando estaba en su punto más alto, ese “miserable de mí” se levantó. El mismo hombre que había vencido gigantes, ahora fue vencido por su deseo. El guerrero que derrotó a enemigos externos fue derrotado por su propio corazón. Su peor batalla no fue contra Goliat, sino contra sí mismo.

El adulterio con Betsabé y el asesinato de Urías revelan una verdad dolorosa: podemos conquistar el mundo y perder el alma si dejamos de ser auténticos delante de Dios. Cuando dejamos de ser nosotros mismos —humildes, dependientes, sensibles al Espíritu— terminamos siendo una caricatura de lo que una vez fuimos.

Sin embargo, el final de David no fue de ruina, sino de restauración. Porque aquel que reconoce su miseria puede ser restaurado. Cuando escribió el Salmo 51, confesó desde lo más profundo: "Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí." (SALMOS 51:10 RVR1960). Esa oración fue la puerta hacia su redención.

Ser nosotros mismos no significa justificar nuestras debilidades, sino reconocerlas y permitir que Dios las transforme. Ser auténticos es vivir sin máscaras, sin apariencias, sin la necesidad de impresionar. David fue grande no porque fue perfecto, sino porque fue verdadero. Su historia nos recuerda que la gracia de Dios no se derrama sobre la falsedad, sino sobre la sinceridad del corazón.

A veces, el “miserable de mí” del que hablo el Apóstol Pablo parece dominar nuestras emociones. Nos lleva a hacer, decir o sentir cosas que no representan lo que realmente somos. Pero cuando nos presentamos ante Dios con honestidad, cuando dejamos de actuar y empezamos a ser, el Espíritu Santo comienza su obra sanadora.

La mayor victoria no es vencer a los gigantes externos, sino conquistar los internos. Ese es el verdadero llamado: ser nosotros mismos delante de Dios, con todo lo que somos —luz y oscuridad—, para que Su gracia nos transforme completamente.

Pregunta para reflexionar

¿Estoy viviendo siendo yo mismo, con autenticidad y transparencia delante de Dios, o estoy usando la armadura de otro para ocultar mi verdadero corazón?

Oración

Señor, hoy me acerco a ti tal como soy. No quiero fingir ni ocultarme más. Reconozco mi “miserable de mí” y te pido que lo redimas con tu amor. Crea en mí un corazón limpio, renueva mi espíritu y enséñame a vivir con autenticidad. Quiero ser verdadero ante Ti y ante los demás, para reflejar tu gracia y tu verdad en cada paso de mi vida. Amén.

Acerca de este Plan

Naturaleza Frágil

Naturaleza Frágil, te invita a reconocer la vulnerabilidad de nuestras emociones y cómo, sin dirección espiritual, pueden volverse inestables y dañinas. Aprenderás a comprender tus sentimientos desde la sabiduría divina, permitiendo que el Espíritu Santo sane y fortalezca tu interior. A través de reflexiones profundas y prácticas, descubrirás que tu fragilidad no es debilidad, sino una oportunidad para depender de Dios y formar una vida emocional más firme, sana y guiada por su presencia.

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Nos gustaría agradecer a Willington Ortiz por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: willingtonortiz.org