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Habitar en Su PresenciaMuestra

Habitar en Su Presencia

DÍA 1 DE 5

Habitar

Hay un lugar al que siempre regreso, sin importar cómo haya sido mi día. Puede haber sido un día agotador o un día lleno de alegrías, pero siempre termino en ese espacio que se ha convertido en mi refugio. Allí descanso, me recupero o me preparo para lo que sigue. Es también el sitio donde puedo orar, cantar o llorar a solas: mi habitación.

La habitación representa mucho más que un espacio físico; es un lugar íntimo, personal, donde uno se siente seguro y pertenece. Y es precisamente así como comienza el Salmo 91, estableciendo una ubicación clara y profunda: “El que habita al amparo del Altísimo morará a la sombra del Omnipotente” (Salmo 91:1 RVR 1960). Este versículo no es simplemente una frase poética, es una declaración de dónde se encuentra verdaderamente nuestra seguridad. Nos recuerda que, así como buscamos regresar cada día a nuestra habitación, también debemos elegir habitar en la presencia de Dios como nuestro hogar espiritual.

Tu habitación no es un sitio que visitas ocasionalmente; no es un lugar al que entras solo de vez en cuando. Es el espacio al que siempre vuelves, donde están tus cosas, tu esencia y tu identidad. De la misma manera, habitar en el amparo de Dios no se trata de momentos aislados de encuentro, sino de una decisión diaria de permanecer en cercanía con Él. Esto implica más que una oración rápida o un devocional de rutina; significa establecer una relación profunda, constante y vulnerable con el Señor. Habitar en Dios es abrir el corazón tal cual eres, con tus alegrías y tus luchas, y confiar en que Su presencia es el único lugar donde realmente puedes descansar.

Cuando habitas en Dios, experimentas la diferencia entre solo “visitarlo” y realmente vivir en Él. Visitar a Dios es buscarlo únicamente cuando hay problemas, como quien corre a refugiarse en medio de la tormenta pero después vuelve a su vida normal. En cambio, habitar en Dios es reconocerlo como tu hogar permanente, el lugar al que siempre perteneces. Así como tu habitación es el espacio al que regresas porque allí está tu cama, tu ropa y tu historia, la presencia de Dios es el espacio donde tu alma encuentra reposo, identidad y propósito.

Pero habitar en Dios no es automático. Es una decisión. El mismo Salmo 91 deja claro que las promesas de protección, compañía y salvación no son para quienes se acercan esporádicamente, sino para quienes eligen permanecer bajo Su sombra. Y esa elección comienza con una entrega sincera. Por eso hoy puedes detenerte, reflexionar y decidir. Si te has alejado, este es el momento para volver. Habla con Dios, preséntale tu corazón, arrepiéntete y ríndete voluntariamente a Él. Recuerda que no eres tú solamente quien busca; es Dios mismo quien toma la iniciativa y te espera. La Escritura lo dice claramente: “El Espíritu que Él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente” (Santiago 4:5 RVR 1960).

Habitar en Dios es más que una metáfora: es un estilo de vida. Es permitir que Su presencia sea tu refugio constante y tu espacio de pertenencia. Hoy puedes tomar la decisión de no solo visitarlo, sino de quedarte en Su presencia, de hacer de Él tu habitación, tu morada y tu hogar eterno.

Acerca de este Plan

Habitar en Su Presencia

La confianza en Dios no nace solo de palabras declaradas con fe ni de consejos en tiempos difíciles. Se fortalece cuando habitamos en Su presencia, cuando aprendemos a conocerle, escucharlo y descansar en Su cuidado constante. Al acercarnos a Su corazón cada día, descubrimos que confiar plenamente en Él es posible, y que Su amor nos sostiene en toda circunstancia.

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Nos gustaría agradecer a Isela Valenzuela por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: www.instagram.com/atippica?igsh=Ym93Y3U1NmF5ZDNq&utm_source=qr