Moldeada Por Las Promesas De Dios: Lecciones De La Vida De SaraMuestra

No te saltes la parte buena

En Génesis 3:15, tras la entrada del mal en el mundo, Dios prometió que la descendencia de la mujer aplastaría a la serpiente y erradicaría el mal. Luego, tras el paso de cientos de años, Dios abre otro paréntesis y promete bendecir a todas las naciones del mundo a través de un hombre llamado Abram (Génesis 12:3). Aún es pronto en la historia global de la Biblia, por lo que Abram y su esposa Sarai tienen muchas preguntas sin respuesta sobre cómo y cuándo cumplirá Dios esta promesa. Sin embargo, parece que saben que en algún momento de su árbol genealógico (que actualmente no tiene ramas) nacerá el prometido Salvador que aplastará a la serpiente (Juan 8:56).

Hagamos una pausa para pensar. ¿Por qué la historia de Abram y Sarai es necesaria para la trama? ¿No podríamos ahorrarnos los siglos que tarda Dios en hacer de [Abram] una nación grande (Génesis 12:2) y saltar a la parte buena, en la que Jesús viene a morir por nuestros pecados? Espero que cuando termines de estudiar la vida de Sara estés convencida de que el tramo entre paréntesis es una de las partes buenas, pero, por ahora, déjame asegurarte: Dios, el autor de la Biblia, tiene cosas buenas en mente cuando incluye largos tramos de tiempo entre el momento en que hace y en que cumple sus promesas.

Cada paréntesis sin su cierre está destinado a llamar nuestra atención y crear expectativa por lo que está por venir. Mi marido y yo tuvimos la experiencia opuesta la semana pasada cuando decidimos mirar una serie de Netflix que nuestra hija nos había recomendado. Empezamos a mirarla sin percatarnos de que ella había accedido a su cuenta desde nuestro televisor, así que, sin querer, la retomamos desde donde ella la había dejado, que era la quinta temporada. Cuando descubrimos nuestro error, ya habíamos visto varios detalles clave de la trama. Cuando volvimos a empezar con la primera temporada, esos espoilers hicieron que la serie fuera mucho menos emocionante. Dios es un narrador magistral, que no arruina la trama por saltarse con demasiada prisa a futuras “temporadas”. A medida que la historia se desarrolla lentamente, con promesas aún sin cumplir, la tensión aumenta y no perdemos la atención. Esos paréntesis abiertos parecen una canción sin una nota final o un libro sin la última página. Al pasar las páginas de nuestra Biblia, nos preguntamos: ¿Puede Dios cumplir sus promesas? ¿Lo hará?

Esta es la principal tensión en la historia de Sara, a quien la Biblia nos presenta por primera vez de esta manera: Sarai era estéril, y no tenía hijo (Génesis 11:30). Solo unos versículos después, Dios promete a su esposo: Haré de ti una nación grande (Génesis 12:2). ¿Te imaginas cómo habrá saltado de alegría el corazón de Sarai? Si Abram iba a ser el padre de una nación, ¡eso significaba que Sarai sería la madre de una nación! Se había abierto el primer paréntesis, pero luego llegó el siguiente capítulo, y el siguiente, sin que se cerrara el paréntesis. Y nos preguntamos junto con Sarai: ¿Puede Dios cumplir sus promesas? ¿Lo hará? Suponiendo que creamos que lo hará, surge una nueva pregunta a medida que se ensancha el intervalo entre la apertura y el cierre del paréntesis: ¿Por qué Dios espera tanto?

Oración:
Dios, enséñame a confiar en tus tiempos, aunque no entienda los intervalos entre tus promesas y su cumplimiento, porque sé que eres fiel y nunca fallas. Amén.