¿Perdidos en El Desierto?Muestra

Día 2- El desierto: de la huida al encuentro
Muchas veces, el desierto se nos presenta como un escape a la realidad que estamos viviendo. La presión, el miedo frente a un gran desafío o el tomar malas decisiones hacen que huyamos a escondernos y aislarnos en aquellos lugares donde la gente no va a ir a buscarnos.
A Moisés le ocurrió algo similar, queriendo defender a sus hermanos hebreos, terminó cometiendo un crimen y huyó temiendo por su vida. Sin embargo, lo que parecía un exilio era en realidad un escenario preparado por Dios para un encuentro con Su presencia.
Oseas 2:14 (RVR1960) retrata la intención de Dios respecto de producir esos encuentros que producen cambios verdaderos y profundos “Pero he aquí que yo la atraeré y la llevaré al desierto, y hablaré a su corazón”
Dios habla en lo inhóspito
En la soledad de la noche, en el calor del desierto, Moisés aprendió a callar los ruidos internos y escuchar la voz de Dios. La zarza ardiente fue un milagro que llamó su atención, pero no era un fin en sí mismo, sino un medio para revelar el propósito divino.
La pregunta es: ¿Qué pasa cuando nos quedamos con el milagro (la zarza ardiendo) y no con la revelación (la voz de Dios hablándonos)?
Cuando la espera desespera
Moisés fue comisionado por Dios para sacar a Israel de Egipto, y lo hizo en medio de señales extraordinarias: plagas, nubes de día y columna de fuego de noche. La presencia de Dios era evidente y el pueblo de Israel salió victorioso. Sin embargo, aunque ellos habían salido de Egipto, Egipto no había salido de ellos.
Cuando Moisés demoró en bajar del Sinaí con las instrucciones divinas, el pueblo entró en desesperación, ansiedad y busco sustituir a Dios fabricando un becerro de oro para adorarlo. Algo semejante nos puede ocurrir a nosotros: cuando la promesa se “demora”, surge la desesperación, la ansiedad y la desesperanza. Se genera un guerra entre la fe y el miedo, y muchas veces nos sentimos incentivamos a levantar ídolos: el trabajo, una persona, el fútbol, el juego, incluso los pensamientos. Muchos pensarán: “yo no tengo un ídolo”. Sin embargo, el ídolo es todo aquello que intentamos usar para satisfacer necesidades espirituales, cuando solo Dios puede ocupar ese lugar. ¿Puedes identificar qué es lo que quiere ocupar el centro de tu vida?
La espera que forma el carácter
La espera no es pasividad, es fe en acción. Nos forma, nos disciplina, nos enseña a confiar en Dios y a poner nuestra mirada en Jesús, autor y consumador de la fe.
¿Qué pasa cuando accionamos y tenemos que esperar? Ante la demora, el no seguir las instrucciones puede ser mortal, un ejemplo de ello es la historia de Saúl que encontramos en 1° Samuel 13 (RVR1960).
Este mensaje es una invitación a esperar en las promesas de Dios, aferrarnos a Su presencia y dejarnos transformar por ella. Lo que muchas veces creemos que es "demora", es parte del proceso que afila nuestras vidas y nos enseña a confiar más allá de lo que nuestros ojos puedan ver.
Los tiempos de Dios son perfectos, “Aunque la visión tardará aún por un tiempo, más se apresura hacia el fin, y no mentirá; aunque tardare, espéralo, porque sin duda vendrá, no tardará” (Habacuc 2:3-4 RVR1960).
Le pedimos señales a Dios, cuando la señal la tenemos que dar nosotros: una fe que espera.
Reflexión
- ¿Te cuesta esperar y confiar plenamente en lo que Dios prometió que va a hacer?
- ¿La ansiedad te envuelve y sentís que hacer es un imperativo?
- ¿Podes identificar algún ídolo que hayas levantado en tu vida?
Oración sugerida
Espíritu Santo, te doy gracias porque aunque a veces huya al desierto vos me encontrás y me restaurás. Señor, te quiero dar siempre el centro de mi vida, que cualquier ídolo que haya levantado se caiga. Dejo toda ansiedad, temor, desesperación a tus pies sabiendo que vos tenés cuidado de mí. En el nombre de Jesús, amén.
Acerca de este Plan

Hay momentos en la vida que parecen un desierto: calor y frío extremos, sed, soledad y desorientación. Allí la fe es probada y luchamos contra voces que dicen que nunca llegaremos a destino. Pero en medio de la confusión y el desánimo, la voz de Dios recuerda su promesa: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia" (Isaías 41.10 RVR1960). Este plan es un viaje para quienes, aunque se sienten agobiados y perdidos, deciden confiar en Dios
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Nos gustaría agradecer a Ayelén Caffarena por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: www.instagram.com/ayelencaffarena?igsh=MWVyaXBjMG1nemFvcA==&utm_source=qr









