Rescatados Por GraciaMuestra

Día 3: Rescatados para esperanza y libertad

Junto a Jesús, dos malhechores encarnan dos respuestas al mismo Cristo. Uno exige escape y se burla; el otro reconoce su culpa y suplica: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino”. La respuesta del Señor desarma toda contabilidad religiosa: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. La salvación es un “hoy” garantizado por la obra de Cristo y un “conmigo” que redefine la esperanza.

El ladrón no negocia su cruz ni maquilla su historia; confiesa y se aferra al Rey crucificado. En esa fe sencilla, la justicia de Dios abraza a un culpable y lo reviste de esperanza. El evangelio nos rescata de dos prisiones: la desesperanza (“es tarde para mí”) y el moralismo (“lo lograré por mis méritos”). La cruz proclama “Consumado es”; la resurrección abre un futuro que ya no depende de mi desempeño.

Esa libertad no es licencia, es obediencia agradecida. Cuando sé que fui aceptado por gracia, dejo de actuar para ganar identidad y comienzo a vivir desde la identidad recibida. La culpa crónica pierde voz; el orgullo también. Queda Cristo, suficiente, cercano, Señor. La esperanza deja de ser deseo frágil y se vuelve ancla en su promesa.

Si te sientes lejos, ora como aquel hombre: “Acuérdate de mí”. Si te crees cerca por tus logros, mira de nuevo la cruz. Allí aprendemos que el paraíso no se conquista: se recibe de manos del Salvador.

Aplicación práctica: Ora: “Jesús, renuncio a salvarme por mis fuerzas. Descanso en tu obra y elijo hoy vivir en la libertad que me das”. Define un acto de obediencia concreto.