Día 2 – Entre Ruido y Voz

Versículo principal:

"Mis ovejas oyen mi voz; yo las conozco y ellas me siguen" (Juan 10:27 NVI).

Reflexión:

Si somos honestos, vivimos rodeados de ruido. Ruido de redes, de opiniones, de urgencias, de emociones que no sabemos cómo procesar. Y en medio de tanto volumen, nos preguntamos: ¿Cómo escuchar a Dios?

A mí me pasa también. Hay días en que necesito bajar el ritmo para recién darme cuenta de que Él lleva rato intentando hablarme. No con gritos, no con grandes señales, sino con esa voz suave, profunda y segura que solo Él tiene. El problema no es que Dios no hable. El problema es que muchas veces no estamos sintonizados para escuchar.

El episodio de hoy nace desde esa tensión. Queremos respuestas inmediatas, dirección clara, pero olvidamos que escuchar a Dios es menos como recibir un mensaje de texto y más como entablar una relación. Es tiempo, es práctica, es rendición. Y, sobre todo, es deseo. Dios no se impone, se revela a quienes lo buscan.

En mi vida he aprendido que los momentos más transformadores no han sido cuando escuché algo espectacular, sino cuando en el silencio de la oración, en la quietud de la Palabra, supe que Dios estaba ahí. Y eso cambió todo.

Así que hoy quiero animarte: apaga el ruido por un momento. Tal vez lo que necesitas no es más contenido, sino más conexión. No más actividad, sino más intimidad. Porque cuando escuchamos Su voz, todo lo demás empieza a tener sentido.

Preguntas para reflexionar:

¿Qué ruidos están compitiendo con la voz de Dios en tu día a día?

¿Qué podrías hacer hoy para crear espacio y escuchar mejor?

Acción práctica:

Hoy, toma 10 minutos de completo silencio. Sin música, sin celular, sin distracciones. Solo tú y Dios. Ora simplemente: “Habla, Señor, que tu siervo escucha".