La Maternidad Es Idea De DiosMuestra

Día 2

El problema universal

«Cuando la mujer vio que el árbol era bueno para comer, y que era agradable a los ojos, y que el árbol era deseable para alcanzar sabiduría, tomó de su fruto y comió. También dio a su marido que estaba con ella y él comió. Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; y cosieron hojas de higuera y se hicieron delantales» (Génesis 3:6-7 NBLA).

Dios ha hecho todo bueno… pero el ser humano. Seguramente te sabes de memoria la historia de Adán y Eva, pero quiero llevarte a meditar en una mala noticia y en una buena noticia en esta historia. Comer de ese árbol no es un pecado exclusivo de nuestros primeros padres, es el reflejo de nuestros corazones.

Las madres somos seres magníficos que, si no saben algo, se lo inventan. Sé que muchas madres nos esforzamos, nos quitamos el alimento de la boca para darlo a nuestros hijos; corremos para ir a traerlos o para ir a dejarlos; sufrimos cuando los vemos caer, y allí estamos de pie cada día para verlos crecer. Pero, si nos olvidamos de Dios, si nos olvidamos de Su Palabra, fácilmente todas estas actividades reemplazan la fuerza de Dios en nosotras, y nos volvemos protagonistas o víctimas de nuestra maternidad. O nuestro corazón crece en amargura, debido a sostenernos en nosotras y no en el Señor.

¿Por qué pasa esto? La mala noticia: Porque desde la caída, en Génesis 3, todo ser humano ha pecado contra Dios (Ro 3:23-24). Nuestra inclinación es a querer ser nuestro propio dios infringiendo la ley de Dios (1 Jn 3:4), pues es la esencia del pecado. Y esta inclinación ya viene programada en nuestros hijos.

Nuestro mayor problema y el de nuestros hijos, no es la escasez, no es el esposo; no es la crianza que tuviste, no es lo que no tuviste y no es lo que no tienes, no es un embarazo “sorpresa”, no es el mal comportamiento de tus hijos, es el pecado del que procede todo lo que pensamos, deseamos, hacemos y sentimos.

Y esta es una buena noticia: Que Dios ya lo tenía contemplado. En Su gracia y misericordia, Dios continúa Su plan a través de Adán y Eva… pues Dios los exilia del huerto del Edén y los envía como peregrinos en una tierra que no conocen, pero con una promesa esperanzadora: A pesar de que Adán y Eva eran responsables de su pecado, un día Dios enviaría un hombre de la simiente de una mujer, que heriría la cabeza de la serpiente malvada.

Tus hijos tienen el mismo problema que tú: quieren hacer su voluntad. Así que, pone tu mirada en esa Simiente, Cristo (Gal 3:16), cree en Él cada día, y lleva a tus hijos a creer en Él. Si nuestro mayor problema es el pecado, la única solución es Cristo, ¡nuestro vencedor!

Versículo a recordar y meditar

«En mi corazón he guardado tus mandamientos para no pecar contra Ti» (Salmo 119:11 NBLA).