Los Hombres Después Del Aborto: El Camino a SeguirMuestra

Día 7: Avanzar con Dios

Dios es Rey Eterno. Rey de Reyes. Señor de señores. El Todopoderoso. Omnipotente.

Supongo que la gran mayoría de nosotros sabemos muy poco de la monarquía. Vivimos bajo presidentes, primeros ministros o lo que sea, pero de reyes conocemos muy poco. Así que ayuda un breve repaso del carácter de un rey, tanto el terrenal como el celestial.

Primero, el Rey tiene control absoluto. En términos sencillos, él lleva los pantalones. Esta es la soberanía. Un rey no pasa leyes con la aprobación de un Congreso o Senado. Él manda. Dicta. Y encima, en tiempos antiguos, podrías pagar con la vida el delito de perturbar al rey.

Este breve resumen sirve para indicar, por lo general, los rasgos del rey típico. Pero el Rey de reyes no se destaca por ser típico. Nuestro Soberano usa su poder y dominio para servir al pueblo, a todo el pueblo, hasta los más bajos, los más pobres.

Salomón, el rey más sabio de Israel, escribió el Salmo 72 para pintarnos un cuadro del rey ideal; un cuadro que cumple Jesús idealmente.

El Rey "librará al indigente que pide auxilio y al pobre que no tiene quien lo ayude. Se compadecerá del desvalido y del necesitado y a los menesterosos les salvará la vida. Los librará de la opresión y la violencia, porque considera valiosa su vida." (Salmo 72:12-14 NVI)

El Señor es genial, compasivo, justo y compadece a los que sufren; y nos libra de las situaciones difíciles en que nos hemos metido (“nos librará de la opresión”).

Pero esto plantea una pregunta clave. Si el Dios Rey es soberano y todopoderoso y, a la misma vez, compasivo y misericordioso, ¿cómo sabemos cuál de los dos va a abrir la puerta cuando tocamos?

Perdóname por contestar una pregunta con otra, pero vamos. ¿Quién se atrevería a despertar al rey a las tres de la madrugada por un vaso de agua? Respuesta: Solo su hijo.

Un súbito del reino tiene ciertos derechos, pero el hijo tiene todos los privilegios. ¿Cómo se hace hijo del rey? Hay que nacer de nuevo (Juan 3:3). ¿Y cómo se nace de nuevo? Tres pasos sencillos (pero no fáciles):

Confesar el pecado — Los pecados nos prohíben el paso a Cristo; pero Jesús pagó el precio por nuestros pecados en la cruz. El pecado que obstruye es nuestro carácter de rebelde. Cuando el rey desea tomar control de nuestro ser, le resistimos. Respondemos como guerrilleros. La naturaleza humana es una naturaleza pecaminosa.

"La mente gobernada por la carne es enemiga de Dios, pues no se somete a la Ley de Dios ni es capaz de hacerlo. Los que viven según la carne no pueden agradar a Dios." (Romanos 8:7-8 NVI).

Creer en Cristo—es decir, poner tu confianza en lo que dijo e hizo Cristo, principalmente, la obra redentora en la cruz.

«Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de él» (Juan 3:16-17 NVI).

Comprometerte a seguir — no se puede ser ni súbitos ni hijos del rey si pertenecen a otro partido político. Hay que ser fiel seguidor del rey, de sus edictos, de su plan. Jesús dijo:

"Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos." (Juan 14:15 NVI).

Avanzamos con el Dios Rey cuando bajamos las armas, rechazamos la política ajena y nos entregamos a ser súbitos e hijos devotos al nuevo régimen.