Los Hombres Después Del Aborto: El Camino a SeguirMuestra

Día 3: El problema del dolor

Elie Wiesel, un sobreviviente del Holocausto en la Segunda Guerra Mundial, ganó el Premio Nobel por su libro, Noche, donde describió sus experiencias como niño en el campo de Auschwitz.

Nunca olvidaré las llamas que consumieron para siempre mi fe. Nunca olvidaré el silencio nocturno que me quitó por toda la eternidad el deseo de vivir. Nunca olvidaré los momentos que mataron a mi Dios y mi alma y convirtieron mis sueños en cenizas. Nunca olvidaré estas cosas, ni si me condenaran a vivir tanto tiempo como Dios. Nunca.

Es muy probable que ninguno de nosotros haya pasado por semejante experiencia como el genocidio; pero tampoco es improbable que hayamos sentido algo parecido. Hay golpes en la vida. ¿Pero cómo vamos a responder? ¿Vamos a reaccionar como víctimas miserables de un infeliz sorteo sobrenatural? Mejor reconocer que tarde o temprano, en la vida de todos, habrá lluvia.

Los hombres respondemos al dolor de varias maneras—o disimulamos, o fingimos que no nos importa nada. Tal vez nos enfadamos para encubrirlo o intentamos mitigarlo con el éxito o incluso con sustancias. Estas maneras de lidiar con las circunstancias son muy parecidas a las que usaba Adán. Y como Adán, muchos hombres no manejan bien ni el dolor ni las circunstancias.

Cuando Adán y Eva desobedecieron a Dios, entraron al mundo el dolor.

Job fue sorprendido por una serie de catástrofes penosas a pesar de que era «hombre íntegro e intachable que temía a Dios y vivía apartado del mal» (Job 1:1 NVI). Cuando Dios rescató a los israelitas de Egipto, los llevó por el desierto (Éxodo 13:17-18). ¡El desierto! El desierto no es lugar de vacaciones — no ofrece servicios, comodidades ni conveniencias. Cuando Jesús se preparaba para el ministerio terrenal, el Espíritu Santo «lo impulsó a ir al desierto» (Marcos 1:12 RVR60). ¿Ves un patrón?

La Biblia nos indica que el Señor emplea el dolor para mejorarnos. ¿Por qué? Robert Wall contesta esa pregunta (y explica a la vez El problema del dolor, por C.S. Lewis):

Desear una vida sin dolor es desear algo menos que la bondad de Dios. El problema de fondo radica en una percepción humana errónea tanto del valor redentor del dolor como del amor de Dios. Para Lewis, el dolor se transforma solo cuando se lo percibe como una forma radical del amor de Dios. Más que esto, el dolor lleva a la humanidad (a través de la humildad, a través de sentimientos de dependencia de algo más grande que la condición humana) al lugar donde sea menos egoísta, menos rebelde y más dispuesta a ser amada por alguien fuera de ella misma.

Dicho de forma sencilla, Dios destina el dolor para perfeccionarnos. Su voluntad es conformarnos a la imagen de su Hijo (Rom. 8:29). Entender el dolor como forma radical de amor de Dios y aceptarlo humilladamente nos lanza hacia un éxito inesperado. Pero recuerda que el mismo sol que derrite la mantequilla también endurece el barro. Debemos elegir cómo responder al dolor.

Ten en cuenta estas palabras que nos refiere como hijos:

Y ya han olvidado por completo las palabras de aliento que como a hijos se les dirige:

«Hijo mío, no tomes a la ligera la disciplina del Señor ni te desanimes cuando te reprenda, porque el Señor disciplina a los que ama, y azota a todo el que recibe como hijo.» Hebreos 12:5-6 NVI

El dolor, ya sea causado por nuestras acciones o por otra persona, es una realidad. Dios destina el dolor, incluso el dolor de un aborto, para transformarnos y perfeccionarnos. No podemos cambiar lo que hemos hecho, pero sí podemos elegir cómo responder a Dios.