Una vida guiada por el Espíritu SantoMuestra

Tiene resultados poderosos

Cuando el Espíritu Santo guía, los resultados se ven. No por fuerza humana, sino por el fruto espiritual. En Hechos 16, después de que Pablo, Silas y Timoteo caminaron en obediencia, unidad y renuncia, algo poderoso sucedió:

Así que las iglesias se fortalecían en su fe y el número de creyentes crecía cada día.

Este es el efecto natural de una vida guiada por el Espíritu: crecimiento, fruto, madurez, multiplicación. Las iglesias se fortalecen. Nuestra fe se activa. La gente se acerca a Jesús.

Cuando rendimos nuestra voluntad, cuando dejamos de lado el orgullo, cuando obedecemos aunque no entendamos todo… el Espíritu Santo obra en nosotros. No se trata de los resultados de nuestro esfuerzo humano, sino del fruto de nuestra obediencia a la dirección del Espíritu Santo.

Donde Él obra, no hay estancamiento. Cuando somos guiados por Él, hay avance; aún cuando nosotros no lo podemos ver. El estancamiento muchas veces aparece cuando intentamos hacer las cosas a nuestra manera, con nuestras fuerzas, controlando los resultados. Pero cuando soltamos el control y nos rendimos a la guía del Espíritu, lo ordinario se convierte en extraordinario.

Cuando dejamos de vivir a nuestra propia manera y comenzamos a vivir guiados por el Espíritu Santo, lo improbable se vuelve posible y nuestra vida encuentra propósito eterno.

Como un avioncito de papel que se entrega al viento, nuestra tarea no es controlar el rumbo, sino rendirnos a la dirección de Aquel que sabe adónde llevarnos. El Espíritu Santo no sólo nos guía, sino que nos conecta con otros, nos enseña qué batallas pelear, y nos impulsa a dar fruto que permanece. Hoy es tiempo de soltar el timón y decirle: Llévame donde tu quieras.

Para reflexionar:

• ¿En qué área de mi vida siento que estoy estancado? ¿He buscado al Espíritu Santo para que me guíe, o he intentado avanzar por mis propios medios?
• ¿Qué decisiones prácticas podría tomar esta semana para rendirle el control al Espíritu Santo?

Oración:

Espíritu Santo, no quiero vivir en mis propias fuerzas. Guíame cada día para dar fruto que permanezca, para vivir con propósito y gozo. Que mi vida glorifique al Padre en todo lo que haga.