Involúcrate y comprométete con tu gente

"En aquella ocasión también dije a la gente: «Todos ustedes, incluso los ayudantes, quédense en Jerusalén para que en la noche sirvan de centinelas y de día trabajen en la obra». Ni yo ni mis parientes y ayudantes, ni los de mi guardia personal, nos desvestíamos para nada: cada uno llevaba su arma, incluso cuando iba a buscar agua" (Nehemías 4:22-23 NVI).

El liderazgo de Nehemías se caracterizó por el alto nivel de compromiso y empatía con su pueblo. No obstante contar con la designación real para ser el gobernador de la ciudad, en todo momento él mismo da ejemplo al comprometerse y trabajar hombro a hombro con su gente, sin bajar la guardia ni descuidar el objetivo fundamental, hasta reconstruir en el menor tiempo posible las murallas. El resultado dependía del trabajo de todos, y la clave estaba en involucrarlos sabiamente a todos en la obra. Nehemías se involucró con pasión en todo lo que afectaba al pueblo, y no solamente en lo que le interesaba exclusivamente a él.

Reflexión:

Dios nos ha hecho seres relacionables, y no es conveniente que estemos solos. Esto también aplica a la Iglesia como el cuerpo de Cristo, pues dependemos los unos de los otros. Seamos conscientes de que Dios nos ha dotado de capacidades y habilidades diferenciales, precisamente para disponerlas al servicio de los demás.

Como Iglesia, estamos constituidos como un solo cuerpo: La novia de Cristo. Por tanto, la Iglesia no es sólo el ministerio al que asistimos, la Iglesia constituye a toda la comunidad de creyentes, en donde siempre será necesario apoyarnos, protegernos y amarnos los unos a los otros. Mediante el servicio que prestemos a los demás, daremos el fruto esperado. Mientras unos ministran, todos oramos; mientras otros enseñan, todos oramos; y mientras otros alaban ¡todos adoramos!

¿Conoces cuál es tu propósito conforme a la voluntad de Dios?

¿Le confías tus iniciativas y proyectos a Dios en constante oración?

¿Tus esfuerzos están enfocados en beneficiar a los demás?

Oración:

Señor, gracias por la preciosa Iglesia en la cual me has puesto para crecer y dar fruto. Hoy te pido sabiduría para identificar mis dones y talentos, y para disponerlos generosamente al servicio de los demás. Quiero contribuir con la edificación de la Iglesia y deseo comprometerme con Tu obra en la tierra, para el beneficio de nuestras familias y de nuestras próximas generaciones. Por favor, Señor Jesús, ayúdame a ser sensible a las necesidades de los demás, a ser consciente de la importancia que todos tienen para ti dentro de la iglesia, y muéstrame cómo apoyarlos con amor incondicional. Dios, pon en mí el celo por lo que te importa a Ti, y no solo por lo que me toca a mí.

"Pues, así como cada uno de nosotros tiene un solo cuerpo con muchos miembros, y no todos estos miembros desempeñan la misma función, también nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo en Cristo, y cada miembro está unido a todos los demás" (Romanos 12:4-5 NVI).