Todo es de Él, todo viene de Él

Versículo principal:

“Porque todas las cosas proceden de él, existen por él y para él. ¡A él sea la gloria por siempre! Amén” (Romanos 11:36 NVI).

Reflexión:

En nuestra cultura, hablar de dinero a veces incomoda, incluso dentro de la iglesia. Muchos lo ven como un tema secular, separado de la vida espiritual. Pero, como dijimos con Karina en el episodio del podcast, el dinero también es espiritual. Porque todo, absolutamente todo, proviene de Dios y le pertenece. No hay división entre lo “espiritual” y lo “material” cuando entendemos el Reino de Dios.

El primer paso hacia una vida financiera sana, libre y ordenada es reconocer esta verdad: Dios es el dueño de todo, y yo sólo soy un administrador. Mis ingresos, mis talentos, mi tiempo, incluso mis posesiones, vienen de Él y existen para Él. Administrar bien lo que tengo no es sólo una habilidad práctica, ¡es un acto de adoración!

Este cambio de mentalidad lo transforma todo. Ya no vivo como dueño, sino como alguien que ha recibido una asignación. Eso genera responsabilidad, pero también libertad. No necesito impresionar a nadie, ni vivir comparándome con otros. Solo debo ser fiel con lo que Dios ha puesto en mis manos.

Y ser fiel no es solo dar el diezmo o una ofrenda. Es vivir cada gasto, cada decisión, como una oportunidad para honrar a Dios. Desde comprar provisiones hasta ahorrar, desde planear vacaciones hasta ayudar a otros. Todo puede glorificar a Dios si se hace con un corazón agradecido, sabio y generoso.

Quiero invitarte hoy a hacer un ejercicio: revisa tus pensamientos y actitudes sobre el dinero. ¿Te cuesta soltar? ¿Te genera ansiedad? ¿Lo ves como tuyo o como algo que administras para Dios? Esta semana vamos a crecer juntos, aprendiendo a administrar las finanzas desde una perspectiva del Reino.

Preguntas para reflexionar:

• ¿Vivo como dueño de mis recursos o como administrador de lo que Dios me confió?
• ¿Estoy honrando a Dios en mis decisiones financieras diarias?
  

Acción para hoy:

Haz una oración entregándole a Dios tus recursos y tus planes financieros. Escríbele una carta agradeciendo lo que ya te ha confiado.