Camino de Semana Santa

Imagina estar encerrado en una habitación de pánico.

El tiempo corre, la presión aumenta y la única salida es resolver una serie de enigmas. Al principio, las pistas parecen totalmente aleatorias: una vieja llave, un espejo roto, un libro polvoriento, un cuadro extraño y una caja cerrada. Nada tiene sentido. Empiezas a sentirte frustrado y te preguntas si vas por el buen camino.

Entonces, la encuentras: la llave oculta. Parece ordinaria, pero al girarla en tus manos, algo hace clic (literal y figuradamente). La pruebas en la caja cerrada y, dentro, descubres un mapa. El mapa te señala el espejo y, cuando lo ajustas bien, aparece un mensaje oculto en el cuadro. Ese mensaje te lleva al libro, donde te espera la pista final. Una pieza tras otra encajan y, de repente, todo cobra sentido. Esa llave no solo abrió una caja, sino que fue la pieza que dio significado a todo lo demás. Era la llave que abría la puerta.

Así es como Dios diseñó la historia.

Los acontecimientos, las personas y los símbolos del Antiguo Testamento, como el cordero pascual, los tres días de Jonás en el pez, el siervo sufriente de Isaías y los sacrificios del templo, podían parecer piezas aleatorias de un rompecabezas. Pero todas ellas conducían a una clave: Jesús.

Dios colocó cuidadosamente cada detalle para que apuntara hacia Él. Y cuando vino Jesús, no era solo una pieza más del rompecabezas: era la llave que lo abría todo. De repente, toda la Escritura, toda la historia, cobró sentido como nunca antes lo había tenido.

Eso fue lo que Jesús pudo explicar finalmente a sus amigos, y lo que ellos escribieron para nosotros." Entonces comenzando por Moisés y por todos los Profetas, les explicó lo que se refería él en todas las Escrituras" (Lucas 24:27 NVI).

Y aquí viene lo más asombroso: no fue un plan de última hora. Desde el principio, Dios sabía cómo nos rescataría. Cada acontecimiento, cada profecía, cada momento se fue construyendo hacia esto. Cuando llegó Jesús, la última pieza encajó en su sitio y la puerta de la libertad se abrió completamente. Ahora, mirando hacia atrás, podemos verlo: cada detalle, cada giro de la historia, estaba siempre en el camino hacia la Pascua.

Al entrar en este tiempo de Pascua, comienza dando gracias a Dios por la multitud de formas en que preparó nuestros corazones para reconocer al Salvador que cumplió todos los signos e imágenes de nuestra redención venidera.