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Él te llama

En Marcos 10:49-50, se menciona que cuando Jesús oyó a Bartimeo, se detuvo y lo mandó a llamar. Cuando lo llamaron, le dijeron: "¡levántate, vamos! Él te está llamando."

Bartimeo se quitó su manto, lo tiró; se despojó de su vestidura, se levantó y fue a Jesús. Este pasaje Bíblico trae consigo la sensibilidad que tuvo este hombre al recibir el llamado de Jesús; no lo dudó, fue llamado por Él e inmediatamente se despojó de su vieja vestidura. Dejó lo que para él representaba su abrigo, algo que le generaba protección, seguridad, identidad; arrojó su manto, su capa, como dice en algunas versiones Biblicas. Dejó atrás su condición, su vieja manera de vivir y fue hacia Jesús. Le bastó con escuchar que Jesús lo llamaba para obedecer; su fe lo despojó de lo que para él, representaba su posesión más preciada; tuvo la convicción de no necesitar nada de su vieja manera de vivir para ir apresurado hacia Jesús, como si hubiera tenido la certeza de que ya no iba a estar en la condición en la que se encontraba. Una vez que se levantó, dejó atrás su vida pasada.

Si leemos entre líneas, recordaremos que Bartimeo estaba sentado junto al camino, no estaba de pie; al escuchar el llamado de Jesús, se levantó de inmediato, se puso de pie y se acercó a Jesús; fue como un acto de fe que le profetizaba su futuro eterno, la nueva condición en la que seguiría caminando; ya no más estancado, sentado a la espera de las limosnas que pudieran darle, sentado en su miseria, estancado en su desdicha, encadenado a su ceguera.

Lo que vivió Bartimeo nos recuerda lo que nosotros también vivimos cuando Jesús nos llamó para que le siguiéramos como sus discípulos. Él nos despojó de nuestra vestidura pecaminosa, nos dió libertad. Por amor a su Nombre, por el poder del Espíritu de Dios, determinamos dejar atrás nuestra antigua manera de vivir. ¿Cuánta cosas no hemos arrojado, no hemos tirado y dejado atrás para seguirlo a Él? es más ¿cuántas más seguimos dejando atrás y cuántas otras nos faltarán por abandonar? Es un hecho, cuando Jesús nos encontró, nuestra vida no siguió siendo la misma. Poco a poco todo tesoro entronado en nuestro corazón ha sido destronado por Él; hemos sido revestidos de Cristo Jesús para toda buena obra, ahora es Él quien reina en nuestra vida, Él es nuestra posesión más preciada, nuestra plenitud.

Cada día somos pefeccionados en Cristo Jesús; mientras más lo seguimos, lo obedecemos y lo imitamos, más regenerados en Él; Eĺ es nuestra victoria, el camino, la verdad y la vida.