PentecostésMuestra

“Y el Espíritu Santo bajó sobre él en forma de paloma. Entonces se oyó una voz del cielo que decía: «Tú eres mi Hijo amado; estoy muy complacido contigo” (Lucas 3:22 NVI).

En Lucas 3 vemos que Jesús primero fue bautizado por Juan el Bautista y luego fue bautizado por el Espíritu Santo.

En el momento que Jesús fue bautizado por el Espíritu Santo, el Padre afirmó su identidad como hijo diciéndole: Tú eres mi Hijo amado, estoy muy complacido contigo.

Muchos cristianos no tienen clara su identidad como hijos de Dios porque no han recibido el Espíritu Santo, también conocido como el Espíritu de Adopción.

El Espíritu Santo nos ayuda a ver a Dios como nuestro Padre.

El Espíritu Santo nos ayuda a tener la identidad correcta.

El Espíritu Santo nos revela que no somos esclavos, somos hijos de Dios.

Ya no somos huérfanos, somos herederos.

Luego de ser lleno del Espíritu Santo, Jesús fue guiado por el Espíritu Santo en el desierto.

Primero fue lleno y luego fue guiado.

Nota: somos guiados por aquello que nos ha llenado.

Si estamos llenos de ira, la ira va guiar nuestra vida.

Si estamos llenos de temor, el temor va guiar nuestra vida.

Si estamos llenos de rencor, el rencor va guiar nuestra vida.

Si estamos llenos de dolor, el dolor va guiar nuestra vida.

Pero si somos llenos del Espíritu Santo, el Espíritu Santo va empezar a guiar nuestra vida.

Esto no solo sucedió con Jesús sino también con los apóstoles. Por ejemplo, cuando el Espíritu Santo guió a Pablo a dónde ir y a dónde no ir durante sus viajes misioneros.

Si queremos ir en la dirección correcta necesitamos del Espíritu Santo.

Hoy dile al Espíritu Santo: Bautízame y lléname de ti. Deseo que Tú guíes mis pensamientos y las decisiones que voy a tomar el día de hoy y siempre.