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Juicio y condenación son dos palabras con algo en común. Ambos implican sacar una conclusión final acerca de alguien. El problema de juzgar y condenar a las personas en nuestras vidas, es que no deja cabida en nuestra mente para que cambien. Todos necesitamos espacio para crecer, y darle a la siguiente versión de nosotros la oportunidad de hacerlo mejor sin ser juzgados por los errores de antes. La mejor manera de hacer esto por los demás es pensar en cuánto espacio o tiempo necesitaste (o querrías de los demás) para superar tus propios errores, y luego ofrecer ese mismo tiempo y espacio a los demás para que se perdonen a sí mismos y mejoren. 

¿Cómo sería reemplazar el juicio y la condenación con amor y gracia hacia alguien hoy?