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Salmos 73:2-19

Salmos 73:2-19 Reina Valera Contemporánea (RVC)

En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies; poco faltó para que mis pasos resbalaran. Y es que tuve envidia de los arrogantes, al ver cómo prosperaban esos malvados. Ellos no se acongojan ante la muerte, pues están llenos de vigor. No se afanan ni se ven golpeados como el resto de los mortales. La soberbia es su corona, y la violencia es su vestido. Tan gordos están que los ojos se les saltan; siempre satisfacen los apetitos de su corazón. Entre burlas hacen planes malvados y violentos, y siempre hablan con altanería. Con su boca ofenden al cielo, y con su lengua denigran a la tierra. Por eso el pueblo de Dios se vuelve a ellos, y absorben sus palabras como si bebieran agua. Hasta dicen: «¿Cómo va a saberlo Dios? ¡De esto no se enterará el Altísimo!» ¡Bien puede verse que estos impíos se hacen ricos sin que nada les preocupe! ¡Ah!, pero de nada me ha servido mantener mi corazón y mis manos sin pecado, pues a todas horas recibo azotes y soy castigado todas las mañanas. Si acaso llegara yo a hablar como ellos, estaría traicionando a la generación de tus hijos. Me puse a pensar en esto para entenderlo, pero me resultó un trabajo muy difícil. Solo cuando entré en el santuario de Dios, pude comprender en lo que ellos van a terminar. ¡Ah!, pero tú vas a hacerlos resbalar; vas a hacerlos caer en desgracia. ¡En un instante acabarás con ellos! ¡Perecerán por completo, consumidos de terror!

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Salmos 73:2-19 Nueva Traducción Viviente (NTV)

Pero en cuanto a mí, casi perdí el equilibrio; mis pies resbalaron y estuve a punto de caer, porque envidiaba a los orgullosos cuando los veía prosperar a pesar de su maldad. Pareciera que viven sin problemas; tienen el cuerpo tan sano y fuerte. No tienen dificultades como otras personas; no están llenos de problemas como los demás. Lucen su orgullo como un collar de piedras preciosas y se visten de crueldad. ¡Estos gordos ricachones tienen todo lo que su corazón desea! Se burlan y hablan solo maldades; en su orgullo procuran aplastar a otros. Se jactan contra los cielos mismos, y sus palabras se pasean presuntuosas por toda la tierra. Entonces la gente se desanima y se confunde al tragarse todas esas palabras. «¿Y qué sabe Dios? —preguntan—. ¿Acaso el Altísimo sabe lo que está pasando?». Miren a esos perversos: disfrutan de una vida fácil mientras sus riquezas se multiplican. ¿Conservé puro mi corazón en vano? ¿Me mantuve en inocencia sin ninguna razón? En todo el día no consigo más que problemas; cada mañana me trae dolor. Si yo realmente hubiera hablado a otros de esta manera, habría sido un traidor a tu pueblo. Traté de entender por qué los malvados prosperan, ¡pero qué tarea tan difícil! Entonces entré en tu santuario, oh Dios, y por fin entendí el destino de los perversos. En verdad, los pones en un camino resbaladizo y haces que se deslicen por el precipicio hacia su ruina. Al instante, quedan destruidos, totalmente consumidos por los terrores.

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