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S. Marcos 14:51-72

S. Marcos 14:51-72 Nueva Versión Internacional - Español (NVI)

Cierto joven que se cubría con solo una sábana iba siguiendo a Jesús. Lo detuvieron, pero él soltó la sábana y escapó desnudo. Llevaron a Jesús ante el sumo sacerdote y se reunieron allí todos los jefes de los sacerdotes, los líderes religiosos y los maestros de la Ley. Pedro lo siguió de lejos hasta dentro del patio del sumo sacerdote. Allí se sentó con los guardias y se calentó junto al fuego. Los jefes de los sacerdotes y el Consejo en pleno buscaban alguna prueba contra Jesús para poder condenarlo a muerte, pero no la encontraban. Muchos testificaban falsamente contra él, pero sus declaraciones no coincidían. Entonces unos decidieron dar este falso testimonio contra él: —Nosotros le oímos decir: “Destruiré este Templo hecho por hombres y en tres días construiré otro, no hecho por hombres”. Pero ni aun así concordaban sus declaraciones. Poniéndose en pie en el medio, el sumo sacerdote interrogó a Jesús: —¿No vas a responder? ¿Qué significan estas denuncias en tu contra? Pero Jesús se quedó callado y no contestó nada. —¿Eres el Cristo, el Hijo del Bendito? —preguntó de nuevo el sumo sacerdote. —Sí, yo soy —dijo Jesús—. Y ustedes verán al Hijo del hombre sentado a la derecha del Todopoderoso y viniendo en las nubes del cielo. —¿Para qué necesitamos más testigos? —dijo el sumo sacerdote, rasgándose las vestiduras—. ¡Ustedes han oído la blasfemia! ¿Qué les parece? Todos ellos lo condenaron como digno de muerte. Algunos comenzaron a escupirlo y, luego de vendarle sus ojos, le daban puñetazos. —¡Profetiza! —gritaban. Los guardias también lo abofeteaban. Mientras Pedro estaba abajo en el patio, pasó una de las criadas del sumo sacerdote. Cuando vio a Pedro calentándose, se fijó en él. —Tú también estabas con ese Nazareno, con Jesús —le dijo ella. Pero él lo negó: —No lo conozco. Ni siquiera sé de qué estás hablando. Y salió a la entrada; en ese momento el gallo cantó. Cuando la criada lo vio allí, dijo de nuevo a los presentes: —Este es uno de ellos. Él lo volvió a negar. Poco después, los que estaban allí dijeron a Pedro: —Seguro que eres uno de ellos, pues eres galileo. Él comenzó a echarse maldiciones. —¡No conozco a ese hombre del que hablan! —juró. Al instante, el gallo cantó por segunda vez. Pedro se acordó de lo que Jesús le había dicho: «Antes de que el gallo cante por segunda vez, me negarás tres veces». Y se echó a llorar.

S. Marcos 14:51-72 Traducción en Lenguaje Actual (TLA)

Uno de ellos era un joven que estaba cubierto solo con una sábana. Cuando los soldados lo apresaron, él dejó tirada la sábana y escapó desnudo. Pedro siguió a Jesús desde lejos, y llegó hasta el patio del palacio del jefe de los sacerdotes. Allí se sentó con los guardias junto al fuego, para calentarse. Mientras tanto, los que habían arrestado a Jesús lo llevaron ante el jefe de los sacerdotes. Allí estaban reunidos los sacerdotes principales, los líderes judíos y los maestros de la Ley. Los sacerdotes principales y todos los miembros de la Junta Suprema buscaban a alguien que acusara a Jesús, para poder condenarlo a muerte; pero no lo encontraban. Muchos vinieron con mentiras en contra de Jesús, pero se contradecían entre ellos. Algunos se pusieron en pie y mintieron diciendo: «Nosotros oímos a Jesús decir que él iba a destruir este templo que nosotros hicimos. Él mismo dijo que en tres días iba a construir otro templo, sin la ayuda de nadie.» Pero ni en eso se ponían de acuerdo los que acusaban a Jesús. Entonces el jefe de los sacerdotes se puso de pie y le preguntó a Jesús: —¿Oíste bien de qué te acusan? ¿Qué puedes decir para defenderte? Pero Jesús no respondió nada, sino que se quedó callado. El jefe de los sacerdotes volvió a preguntarle: —¿Eres tú el Mesías, el Hijo del Dios que todos adoran? Jesús le respondió: —Así es. Y ustedes verán cuando yo, el Hijo del hombre, venga en las nubes del cielo con el poder y la autoridad que me da el Dios todopoderoso. Al escuchar esto, el jefe de los sacerdotes se rasgó la ropa en demostración de enojo, y dijo: —¿Qué les parece? ¿Qué deciden? Dice que él es Dios. ¡Ya no necesitamos más pruebas! Y todos estuvieron de acuerdo en que Jesús debía morir. Algunos empezaron a escupir a Jesús. Le tapaban los ojos, lo golpeaban y le decían: «¡Adivina quién te pegó!» Luego, los soldados del templo se hicieron cargo de Jesús y lo recibieron a bofetadas. Mientras pasaba todo esto, Pedro estaba en el patio del palacio. De pronto llegó una sirvienta del jefe de los sacerdotes, y vio a Pedro calentándose junto al fuego; lo miró fijamente y le dijo: —Tú siempre estabas con Jesús, el hombre de Nazaret. Pedro respondió: —Eso no es cierto; ¡no sé de qué me hablas! Y se fue a la entrada del patio. En ese momento el gallo cantó. Un poco más tarde, la sirvienta volvió a ver a Pedro, y dijo a los que estaban allí: —Este hombre es uno de los seguidores de Jesús. Pedro volvió a negarlo. Un poco más tarde, algunos de los que estaban por allí le dijeron a Pedro: —Estamos seguros de que tú eres uno de los seguidores de Jesús; tú también eres de la región de Galilea. Pedro les contestó con más fuerza: —¡Ya les dije que no conozco a ese hombre! ¡Que Dios me castigue si no estoy diciendo la verdad! En ese momento, el gallo cantó por segunda vez, y Pedro se acordó de lo que Jesús le había dicho: «Antes de que el gallo cante dos veces, tú habrás dicho tres veces que no me conoces.» Y Pedro se puso a llorar con mucha tristeza.

S. Marcos 14:51-72 Reina Valera Contemporánea (RVC)

Cierto joven seguía a Jesús, cubierto con solo una sábana. Cuando lo aprehendieron, el joven dejó la sábana y huyó desnudo. Llevaron a Jesús ante el sumo sacerdote, y se reunieron todos los principales sacerdotes, los ancianos y los escribas. Pedro lo siguió de lejos hasta el interior del patio del sumo sacerdote. Allí se quedó, sentado con los alguaciles y calentándose junto al fuego. Los principales sacerdotes y todo el tribunal buscaban alguna prueba contra Jesús, para poder condenarlo a muerte, pero no la encontraban. Muchos presentaban falsos testimonios contra él, pero sus testimonios no concordaban. Entonces algunos se levantaron y presentaron un falso testimonio contra él. Dijeron: «Nosotros le hemos oído decir: “Yo derribaré este templo hecho por la mano del hombre, y en tres días levantaré otro sin la intervención humana.”» Pero ni aun así se ponían de acuerdo en sus testimonios. El sumo sacerdote se paró en medio del tribunal y le preguntó a Jesús: «¿No vas a responder? ¡Mira lo que estos dicen contra ti!» Pero Jesús guardó silencio, y no contestó nada, así que el sumo sacerdote le volvió a preguntar: «¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?» Jesús le respondió: «Yo soy. Y ustedes verán al Hijo del Hombre sentado a la derecha del Poderoso, y venir en las nubes del cielo.» El sumo sacerdote se rasgó entonces sus vestiduras, y dijo: «¿Qué necesidad tenemos de más testigos? ¡Ustedes han oído la blasfemia! ¿Qué les parece?» Y todos ellos lo condenaron y declararon que merecía la muerte. Algunos comenzaron a escupirlo, y mientras le cubrían el rostro y le daban de puñetazos, le decían: «¡Profetiza!» Y también los alguaciles le daban de bofetadas. Mientras Pedro estaba abajo, en el patio, llegó una de las criadas del sumo sacerdote y, al ver a Pedro calentándose junto al fuego, le dijo: «¡También tú estabas con Jesús el nazareno!» Pero Pedro lo negó, y dijo: «No lo conozco, ni sé de qué hablas.» Y se dirigió a la entrada. En ese momento cantó el gallo. Pero la criada volvió a verlo, y comenzó a decir a los que estaban allí: «¡Este es uno de ellos!» Pedro volvió a negarlo. Pero poco después los que estaban allí volvieron a decirle: «La verdad es que eres uno de ellos, pues eres galileo.» Pedro comenzó entonces a maldecir y a jurar: «¡Yo no conozco a ese hombre, del que ustedes hablan!» En ese mismo instante el gallo cantó por segunda vez. Entonces Pedro se acordó de lo que Jesús le había dicho: «Antes de que el gallo cante dos veces, tú me habrás negado tres veces.» Y al pensar en esto, se echó a llorar.

S. Marcos 14:51-72 Biblia Dios Habla Hoy (DHH94I)

Pero un joven lo seguía, cubierto solo con una sábana. A este lo agarraron, pero él soltó la sábana y escapó desnudo. Llevaron entonces a Jesús ante el sumo sacerdote, y se juntaron todos los jefes de los sacerdotes, los ancianos y los maestros de la ley. Pedro lo siguió de lejos hasta dentro del patio de la casa del sumo sacerdote, y se quedó sentado con los guardianes del templo, calentándose junto al fuego. Los jefes de los sacerdotes y toda la Junta Suprema buscaban alguna prueba para condenar a muerte a Jesús; pero no la encontraban. Porque aunque muchos presentaban falsos testimonios contra él, se contradecían unos a otros. Algunos se levantaron y lo acusaron falsamente, diciendo: —Nosotros lo hemos oído decir: “Yo voy a destruir este templo que hicieron los hombres, y en tres días levantaré otro no hecho por los hombres.” Pero ni aun así estaban de acuerdo en lo que decían. Entonces el sumo sacerdote se levantó en medio de todos, y preguntó a Jesús: —¿No contestas nada? ¿Qué es esto que están diciendo contra ti? Pero Jesús se quedó callado, sin contestar nada. El sumo sacerdote volvió a preguntarle: —¿Eres tú el Mesías, el Hijo del Dios bendito? Jesús le dijo: —Sí, yo soy. Y ustedes verán al Hijo del hombre sentado a la derecha del Todopoderoso, y viniendo en las nubes del cielo. Entonces el sumo sacerdote se rasgó las ropas en señal de indignación, y dijo: —¿Qué necesidad tenemos de más testigos? Ustedes lo han oído decir palabras ofensivas contra Dios. ¿Qué les parece? Todos estuvieron de acuerdo en que era culpable y debía morir. Algunos comenzaron a escupirlo, y a taparle los ojos y golpearlo, diciéndole: —¡Adivina quién te pegó! Y los guardianes del templo le pegaron en la cara. Pedro estaba abajo, en el patio. En esto llegó una de las sirvientas del sumo sacerdote; y al ver a Pedro, que se estaba calentando junto al fuego, se quedó mirándolo y le dijo: —Tú también andabas con Jesús, el de Nazaret. Pedro lo negó, diciendo: —No lo conozco, ni sé de qué estás hablando. Y salió fuera, a la entrada. Entonces cantó un gallo. La sirvienta vio otra vez a Pedro y comenzó a decir a los demás: —Este es uno de ellos. Pero él volvió a negarlo. Poco después, los que estaban allí dijeron de nuevo a Pedro: —Seguro que tú eres uno de ellos, pues también eres de Galilea. Entonces Pedro comenzó a jurar y perjurar, diciendo: —¡No conozco a ese hombre de quien ustedes están hablando! En aquel mismo momento cantó el gallo por segunda vez, y Pedro se acordó de que Jesús le había dicho: «Antes que cante el gallo por segunda vez, me negarás tres veces.» Y se echó a llorar.

S. Marcos 14:51-72 Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)

Pero cierto joven le seguía, cubierto el cuerpo con una sábana; y le prendieron; mas él, dejando la sábana, huyó desnudo. Trajeron, pues, a Jesús al sumo sacerdote; y se reunieron todos los principales sacerdotes y los ancianos y los escribas. Y Pedro le siguió de lejos hasta dentro del patio del sumo sacerdote; y estaba sentado con los alguaciles, calentándose al fuego. Y los principales sacerdotes y todo el concilio buscaban testimonio contra Jesús, para entregarle a la muerte; pero no lo hallaban. Porque muchos decían falso testimonio contra él, mas sus testimonios no concordaban. Entonces levantándose unos, dieron falso testimonio contra él, diciendo: Nosotros le hemos oído decir: Yo derribaré este templo hecho a mano, y en tres días edificaré otro hecho sin mano. Pero ni aun así concordaban en el testimonio. Entonces el sumo sacerdote, levantándose en medio, preguntó a Jesús, diciendo: ¿No respondes nada? ¿Qué testifican estos contra ti? Mas él callaba, y nada respondía. El sumo sacerdote le volvió a preguntar, y le dijo: ¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito? Y Jesús le dijo: Yo soy; y veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo. Entonces el sumo sacerdote, rasgando su vestidura, dijo: ¿Qué más necesidad tenemos de testigos? Habéis oído la blasfemia; ¿qué os parece? Y todos ellos le condenaron, declarándole ser digno de muerte. Y algunos comenzaron a escupirle, y a cubrirle el rostro y a darle de puñetazos, y a decirle: Profetiza. Y los alguaciles le daban de bofetadas. Estando Pedro abajo, en el patio, vino una de las criadas del sumo sacerdote; y cuando vio a Pedro que se calentaba, mirándole, dijo: Tú también estabas con Jesús el nazareno. Mas él negó, diciendo: No le conozco, ni sé lo que dices. Y salió a la entrada; y cantó el gallo. Y la criada, viéndole otra vez, comenzó a decir a los que estaban allí: Este es de ellos. Pero él negó otra vez. Y poco después, los que estaban allí dijeron otra vez a Pedro: Verdaderamente tú eres de ellos; porque eres galileo, y tu manera de hablar es semejante a la de ellos. Entonces él comenzó a maldecir, y a jurar: No conozco a este hombre de quien habláis. Y el gallo cantó la segunda vez. Entonces Pedro se acordó de las palabras que Jesús le había dicho: Antes que el gallo cante dos veces, me negarás tres veces. Y pensando en esto, lloraba.

S. Marcos 14:51-72 La Biblia de las Américas (LBLA)

Cierto joven le seguía, vestido solo con una sábana sobre su cuerpo desnudo; y lo prendieron*; pero él, dejando la sábana, escapó desnudo. Y llevaron a Jesús al sumo sacerdote; y se reunieron* todos los principales sacerdotes, los ancianos y los escribas. Pedro le siguió de lejos hasta dentro del patio del sumo sacerdote; estaba sentado con los alguaciles, calentándose al fuego. Y los principales sacerdotes y todo el concilio, procuraban obtener testimonio contra Jesús para darle muerte, pero no lo hallaban. Porque muchos daban falso testimonio contra Él, pero sus testimonios no coincidían. Y algunos, levantándose, daban falso testimonio contra Él, diciendo: Nosotros le oímos decir: «Yo destruiré este templo hecho por manos, y en tres días edificaré otro no hecho por manos». Y ni siquiera en esto coincidía el testimonio de ellos. Entonces el sumo sacerdote levantándose, se puso en medio y preguntó a Jesús, diciendo: ¿No respondes nada? ¿Qué testifican estos contra ti? Mas Él callaba y nada respondía. Le volvió a preguntar el sumo sacerdote, diciéndole: ¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito? Jesús dijo: Yo soy; y veréis al HIJO DEL HOMBRE SENTADO A LA DIESTRA DEL PODER y VINIENDO CON LAS NUBES DEL CIELO. Entonces el sumo sacerdote, rasgando sus ropas, dijo*: ¿Qué necesidad tenemos de más testigos? Habéis oído la blasfemia; ¿qué os parece? Y todos le condenaron, diciendo que era reo de muerte. Y comenzaron algunos a escupirle, a cubrirle el rostro y a darle de puñetazos, y a decirle: ¡Profetiza! Y los alguaciles le recibieron a bofetadas. Estando Pedro abajo en el patio, llegó* una de las sirvientas del sumo sacerdote, y al ver a Pedro calentándose, lo miró y dijo*: Tú también estabas con Jesús el Nazareno. Pero él lo negó, diciendo: Ni sé, ni entiendo de qué hablas. Y salió al portal, y un gallo cantó. Cuando la sirvienta lo vio, de nuevo comenzó a decir a los que estaban allí: Este es uno de ellos. Pero él lo negó otra vez. Y poco después los que estaban allí volvieron a decirle a Pedro: Seguro que tú eres uno de ellos, pues también eres galileo. Pero él comenzó a maldecir y a jurar: ¡Yo no conozco a este hombre de quien habláis! Al instante un gallo cantó por segunda vez. Entonces Pedro recordó lo que Jesús le había dicho: Antes que el gallo cante dos veces, me negarás tres veces. Y se echó a llorar.

S. Marcos 14:51-72 Nueva Traducción Viviente (NTV)

Un joven que los seguía solamente llevaba puesta una camisa de noche de lino. Cuando la turba intentó agarrarlo, su camisa de noche se deslizó y huyó desnudo. Llevaron a Jesús a la casa del sumo sacerdote, donde se habían reunido los principales sacerdotes, los ancianos y los maestros de la ley religiosa. Mientras tanto, Pedro lo siguió de lejos y entró directamente al patio del sumo sacerdote. Allí se sentó con los guardias para calentarse junto a la fogata. Adentro, los principales sacerdotes y todo el Concilio Supremo intentaban encontrar pruebas contra Jesús para poder ejecutarlo, pero no pudieron encontrar ninguna. Había muchos falsos testigos que hablaban en contra de él, pero todos se contradecían. Finalmente unos hombres se pusieron de pie y dieron el siguiente falso testimonio: «Nosotros lo oímos decir: “Yo destruiré este templo hecho con manos humanas y en tres días construiré otro, no hecho con manos humanas”». ¡Pero aun así sus relatos no coincidían! Entonces el sumo sacerdote se puso de pie ante todos y le preguntó a Jesús: «Bien, ¿no vas a responder a estos cargos? ¿Qué tienes que decir a tu favor?». Pero Jesús se mantuvo callado y no contestó. Entonces el sumo sacerdote le preguntó: —¿Eres tú el Mesías, el Hijo del Bendito? Jesús dijo: —YO SOY. Y ustedes verán al Hijo del Hombre sentado en el lugar de poder, a la derecha de Dios, y viniendo en las nubes del cielo. Entonces el sumo sacerdote se rasgó las vestiduras en señal de horror y dijo: «¿Para qué necesitamos más testigos? Todos han oído la blasfemia que dijo. ¿Cuál es el veredicto?». «¡Culpable! —gritaron todos—. ¡Merece morir!». Entonces algunos comenzaron a escupirle, y le vendaron los ojos y le daban puñetazos. «¡Profetízanos!», se burlaban. Y los guardias lo abofeteaban mientras se lo llevaban. Mientras tanto, Pedro estaba abajo, en el patio. Una de las sirvientas que trabajaba para el sumo sacerdote pasó y vio que Pedro se calentaba junto a la fogata. Se quedó mirándolo y dijo: —Tú eres uno de los que estaban con Jesús de Nazaret. Pero Pedro lo negó y dijo: —No sé de qué hablas. Y salió afuera, a la entrada. En ese instante, cantó un gallo. Cuando la sirvienta vio a Pedro parado allí, comenzó a decirles a los otros: «¡No hay duda de que este hombre es uno de ellos!». Pero Pedro lo negó otra vez. Un poco más tarde, algunos de los otros que estaban allí confrontaron a Pedro y dijeron: —Seguro que tú eres uno de ellos, porque eres galileo. Pedro juró: —¡Que me caiga una maldición si les miento! ¡No conozco a ese hombre del que hablan! Inmediatamente, el gallo cantó por segunda vez. De repente, las palabras de Jesús pasaron rápidamente por la mente de Pedro: «Antes de que cante el gallo dos veces, negarás tres veces que me conoces»; y se echó a llorar.

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