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JEREMÍAS 10:1-25

JEREMÍAS 10:1-25 Nueva Versión Internacional - Español (NVI)

Escucha, pueblo de Israel, la palabra del SEÑOR. Así dice el SEÑOR: «No aprendan ustedes la conducta de las naciones ni se asusten ante las señales del cielo, aunque las naciones les tengan miedo. Las costumbres de los pueblos no tienen valor alguno. Cortan un tronco en el bosque y un artífice lo labra con un cincel. Lo adornan con plata y oro y lo afirman con clavos y martillo para que no se tambalee. Sus ídolos no pueden hablar; ¡parecen espantapájaros en un huerto de pepinos! Tienen que ser transportados, porque no pueden caminar. No les tengan miedo, porque no les pueden hacer ningún mal, pero tampoco ningún bien». ¡No hay nadie como tú, SEÑOR! ¡Grande eres tú! ¡Grande y poderoso es tu nombre! ¿Quién no te temerá, Rey de las naciones? ¡Es lo que te corresponde! Entre todos los sabios de las naciones, y entre todos los reinos, no hay nadie como tú. Todos son necios e insensatos, educados por inútiles ídolos de palo. De Tarsis se trae plata laminada, y de Ufaz se importa oro. Los ídolos, vestidos de color azul y carmesí, son obra de artífices y orfebres; ¡todos ellos son obra de artesanos! Pero el SEÑOR es el Dios verdadero, el Dios viviente, el Rey eterno. Cuando se enoja, tiembla la tierra; las naciones no pueden soportar su ira. «Así les dirás: “Los dioses que no hicieron los cielos ni la tierra, desaparecerán de la tierra y de debajo del cielo”». Dios hizo la tierra con su poder, afirmó el mundo con su sabiduría, extendió los cielos con su inteligencia. Cuando él deja oír su voz, rugen las aguas en los cielos; hace que se levanten las nubes desde los confines de la tierra. Entre relámpagos desata la lluvia y saca de sus depósitos al viento. La humanidad es necia e ignorante; todo orfebre se avergüenza de sus ídolos. Sus imágenes son un engaño y no hay en ellas aliento de vida. No valen nada, son objetos de burla; cuando llegue el día del juicio serán destruidos. La porción de Jacob no es como aquellos, porque él es quien hizo todas las cosas, incluso Israel, el pueblo de su heredad. Su nombre es el SEÑOR de los Ejércitos. Recoge del suelo tus pertenencias, tú que te encuentras sitiado. Porque así dice el SEÑOR: «Esta vez arrojaré a los habitantes de la tierra como si los lanzara con una honda. Los pondré en aprietos y dejaré que los capturen». ¡Ay de mí, que estoy quebrantado! ¡Mi herida es incurable! Pero es mi enfermedad y me toca soportarla. Destruida está la tienda donde habito y rotas todas mis cuerdas. Mis hijos me han abandonado; han dejado de existir. Ya no hay nadie que arme mi tienda y que levante mis toldos. Los pastores se han vuelto necios, no buscan al SEÑOR; por eso no han prosperado, y su rebaño anda disperso. ¡Escuchen! ¡Llega un mensaje! Un gran estruendo viene de un país del norte, que convertirá las ciudades de Judá en guarida de chacales, en un montón de ruinas. SEÑOR, yo sé que nadie es dueño de su destino, que no le es dado al caminante dirigir sus propios pasos. Corrígeme, SEÑOR, pero con justicia, y no según tu ira, pues me destruirías. Derrama tu furor sobre las naciones que no te reconocen y sobre las familias que no invocan tu nombre. Porque se han devorado a Jacob, se lo han tragado por completo y han asolado su morada.

JEREMÍAS 10:1-25 Traducción en Lenguaje Actual (TLA)

Israelitas, escuchen la palabra de nuestro Dios: «No tiemblen de miedo cuando vean señales en el cielo, como hacen las otras naciones. Las costumbres religiosas de esa gente no tienen ningún valor. Van al bosque, cortan un tronco, y un artesano le va dando forma. Otros lo adornan con oro y plata, y lo aseguran con clavos y martillo para que no se caiga. »Esos ídolos no pueden hablar; ¡parecen espantapájaros en un campo sembrado de melones! Tienen que llevarlos porque no pueden caminar, así que no los adoren; ellos no los pueden ayudar ni les pueden hacer daño». Jeremías dijo: «Dios mío, tú eres muy poderoso, ¡no hay nadie como tú! Eres el rey de las naciones y todos tiemblan ante ti. Entre los sabios de las naciones, y entre todos los reinos, no hay nadie como tú. ¡Tú mereces que todos te adoren! »Los habitantes de esas naciones son gente tonta y bruta, pues tienen por maestros a ídolos de palo que no sirven para nada. Los artesanos hacen esos ídolos con el oro y la plata que traen desde España, y más tarde los visten con lujosas telas rojas; ¡pero todos esos ídolos están hechos por hombres! Pero tú, nuestro Dios, eres el Dios verdadero; ¡Tú nos das vida y reinas por siempre! Cuando te enojas, tiembla la tierra; ¡no hay nación que resista tu furia!» Dios le pidió a Jeremías que les diera a los israelitas el siguiente mensaje: «Como los ídolos no hicieron ni el cielo ni la tierra, están condenados a desaparecer. »Con su poder y sabiduría, y con mucha inteligencia, Dios hizo la tierra, afirmó el mundo y extendió los cielos. »Basta una palabra de Dios para que rujan los cielos y aparezcan las nubes en el horizonte. En medio de fuertes relámpagos, y de vientos huracanados, Dios hace que llueva. »La gente es necia, no sabe nada; los ídolos son una vergüenza para quienes los fabrican. Esos ídolos son un engaño; por supuesto, no tienen vida. No valen nada, son pura fantasía; cuando Dios los juzgue, serán destruidos. Pero nuestro Dios no es así; ¡él hizo todo lo que existe! Nuestro Dios nos eligió y nos hizo su pueblo. ¡Su nombre es el Dios todopoderoso!» El Dios de Israel ha dicho: «Habitantes de Jerusalén, esta vez voy a enviarlos muy lejos, como si lanzara una piedra con la honda. Voy a ponerlos en aprietos, y dejaré que los capturen. Agarren todo lo que puedan y salgan corriendo, pues ya se acerca el enemigo». Jeremías dijo: «¡Qué terrible es mi dolor! ¡Mi sufrimiento no se acaba! Estoy sufriendo en carne propia los males de mi pueblo. Toda mi patria está destruida y no puedo reconstruirla. Ya no hay nadie que pueda ayudarme; toda mi gente está muerta. ¡He quedado abandonado! Los gobernantes de este pueblo resultaron ser unos tontos que no buscaron a Dios. Por eso no tuvieron éxito, y ahora nosotros parecemos un rebaño de ovejas perdidas. »¡Escuchen! ¡Llega una mala noticia! Un gran ejército viene del norte, y convertirá las ciudades de Judá en un montón de ruinas; ¡allí harán su casa los perros salvajes!» Jeremías oró así: «Dios mío, yo sé que nadie es dueño de su vida y su futuro. Te pido que nos corrijas, pero hazlo con justicia. No nos corrijas mientras estés enojado, pues nos destrozarías por completo. Mejor castiga con furia a los habitantes de las otras naciones. Ellos no te reconocen como su Dios, pues nos han destruido por completo y han arruinado nuestro país».

JEREMÍAS 10:1-25 Reina Valera Contemporánea (RVC)

Oigan la palabra que el Señor ha pronunciado contra ustedes, casa de Israel. Así ha dicho el Señor: «No sigan las enseñanzas de las naciones, ni tengan temor de las señales del cielo, aun cuando las naciones las teman. Mantienen costumbres que no sirven para nada. Porque en el bosque cortan un árbol, y un artífice le da forma con un buril; luego lo adornan con oro y plata, y lo afirman con clavos y martillo para que no se mueva. Se quedan erguidos como una palmera, pero no hablan; ¡y tienen que ser llevados, porque no pueden andar! No tengan temor de ellos, porque no tienen ningún poder, ni para hacer mal ni para hacer bien.» ¡Nada hay semejante a ti, Señor! ¡Grande eres tú, y grande tu fama y poder! ¿Quién no te temerá, Rey de las naciones? Tú eres digno de ser reverenciado, porque no hay ningún sabio ni rey que pueda compararse a ti. Todos ellos son tontos y engreídos; de sus dioses de madera solo aprenden tonterías. De Tarsis traen planchas de plata, y de Ufaz traen oro refinado; y luego los visten con telas purpúreas. Todo es obra de artífices y fundidores; todo es obra de manos expertas. Pero el Señor es el Dios verdadero; es el Dios de la vida, ¡el Rey eterno! Cuando se enoja, tiembla la tierra; ¡no hay nación que resista su furor! Ustedes, díganles así: «¡Que desaparezcan de la tierra, de lo que está bajo los cielos, los dioses que no hicieron los cielos ni la tierra!» Con su poder, el Señor hizo la tierra; con su saber, puso orden en el mundo; con su sabiduría, extendió los cielos. Habla él y se juntan las aguas en los cielos y se levantan las nubes en los confines de la tierra. Con los relámpagos le abre paso a la lluvia, y deja que el viento salga de sus depósitos. La gente carece de ciencia y de talento. Los fundidores se avergüenzan de los ídolos que funden, porque su obra es una mentira: carece de espíritu. Esos ídolos están vacíos; son una obra hueca. Cuando les llegue la hora del castigo, serán destruidos. Pero el Dios que es la porción de Jacob, y cuyo nombre es el Señor de los ejércitos, no es así; él es quien ha hecho todo, y el pueblo de Israel es su herencia. Tú, que habitas en un lugar fortificado, recoge de la tierra tus mercaderías. Porque así ha dicho el Señor: «Esta vez me verás arrojar con una honda a los habitantes del país. Voy a afligirlos, para que lo sientan.» ¡Ay de mí! ¡Estoy hecho pedazos! ¡Mi herida no va a sanar! Aunque tengo que admitir que este mal es mío, y tengo que sufrirlo. Mi tienda de campaña está desmantelada; todas las cuerdas están rotas. Mis hijos me abandonaron, y ahora están muertos. ¡Ya no hay nadie que me ayude a levantar mi tienda, ni quien cuelgue mis cortinas! A los pastores les falta inteligencia; no buscan al Señor; por eso no prosperan y todo su ganado se ha esparcido. Se oye un rumor. Ya se aproxima. Del país del norte llega un gran desasosiego, que hará de todas las ciudades de Judá un desierto, una guarida de chacales. Yo sé bien, Señor, que nadie es dueño de su vida, ni nadie puede por sí mismo ordenar sus pasos. ¡Castígame, Señor, pero hazlo con justicia! ¡No me castigues con tu furor, pues de lo contrario acabarás conmigo! Derrama tu enojo sobre los pueblos que no te conocen y sobre las naciones que no invocan tu nombre, porque se devoraron a Jacob; acabaron por completo con él, y dejaron en ruinas su país.

JEREMÍAS 10:1-25 Biblia Dios Habla Hoy (DHH94I)

Escucha, pueblo de Israel, este mensaje que el Señor te dirige. El Señor dice: «No sigan el ejemplo de otras naciones ni se dejen asustar por las señales del cielo, como esas naciones lo hacen. La religión de esos pueblos no vale nada. Cortan un tronco en el bosque, un escultor lo labra con su cincel, luego lo adornan con plata y oro, y lo aseguran con clavos y martillo para que no se caiga. Los ídolos parecen espantapájaros en un campo sembrado de melones; no pueden hablar, y hay que cargar con ellos, porque no caminan. No tengan miedo de ellos, que a nadie hacen mal ni bien.» Señor, no hay nadie como tú: tú eres grande, tu nombre es grande y poderoso. ¿Quién no te teme, rey de las naciones? Tú mereces ser temido. Entre todos los sabios y reyes del mundo, no hay nadie como tú. Todos ellos son necios, no tienen ninguna inteligencia. ¡Nada puede enseñarles un pedazo de madera! Sus ídolos son tan solo plata traída de Tarsis y oro traído de Ufaz; objetos hechos por escultores y orfebres y vestidos con telas moradas y rojas, todos ellos fabricados por hábiles artistas. El Señor es el Dios verdadero, el Dios viviente, el Rey eterno. Cuando se enoja, tiembla la tierra; las naciones no pueden resistir su ira. (Ustedes, israelitas, digan a los paganos: «Los dioses que no hicieron el cielo ni la tierra desaparecerán de la tierra; ni uno de ellos quedará debajo del cielo.») El Señor, con su poder, hizo la tierra; con su sabiduría afirmó el mundo; con su inteligencia extendió el cielo. Con voz de trueno hace rugir el agua en el cielo, hace subir las nubes desde el extremo de la tierra, hace brillar los relámpagos en medio de la lluvia y saca el viento de donde lo tiene guardado. Necio e ignorante es todo hombre. Los ídolos defraudan al que los fabrica: son imágenes engañosas y sin vida; son objetos sin valor, ridículos, que el Señor, en el juicio, destruirá. ¡Qué diferente es el Dios de Jacob, creador de todo lo que existe! Él escogió a Israel como su propiedad. El Señor todopoderoso: ese es su nombre. —Y tú, nación en estado de sitio, recoge tus cosas. Porque el Señor dice: “Esta vez voy a lanzar lejos a los habitantes de este país. Voy a ponerlos en aprietos, a ver si así me encuentran.” —¡Ay de mí, que estoy en ruinas! ¡Mis heridas no tienen curación! ¡Y yo que pensé que podría soportar este dolor! Mi campamento está destruido, todas las cuerdas están rotas. Mis hijos me han abandonado, ¡ya no existen! Ya no hay quien vuelva a plantar mis tiendas, quien vuelva a extender sus lonas. —Los jefes de este pueblo son necios; no buscan al Señor. Por eso han fracasado y todo su rebaño está disperso. ¡Atención! ¡Llega una noticia! De un país del norte viene un gran estruendo que va a convertir las ciudades de Judá en un desierto donde solo vivan los chacales. Señor, yo sé que el hombre no es dueño de su vida, que no tiene dominio sobre su destino. Corrígenos conforme a tu justicia, y no con ira, pues nos destruirías. Descarga tu ira sobre las naciones que no te reconocen, sobre los pueblos que no te invocan, porque han devorado al pueblo de Jacob, lo han destruido por completo y han dejado en ruinas el país.

JEREMÍAS 10:1-25 Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)

Oíd la palabra que Jehová ha hablado sobre vosotros, oh casa de Israel. Así dijo Jehová: No aprendáis el camino de las naciones, ni de las señales del cielo tengáis temor, aunque las naciones las teman. Porque las costumbres de los pueblos son vanidad; porque leño del bosque cortaron, obra de manos de artífice con buril. Con plata y oro lo adornan; con clavos y martillo lo afirman para que no se mueva. Derechos están como palmera, y no hablan; son llevados, porque no pueden andar. No tengáis temor de ellos, porque ni pueden hacer mal, ni para hacer bien tienen poder. No hay semejante a ti, oh Jehová; grande eres tú, y grande tu nombre en poderío. ¿Quién no te temerá, oh Rey de las naciones? Porque a ti es debido el temor; porque entre todos los sabios de las naciones y en todos sus reinos, no hay semejante a ti. Todos se infatuarán y entontecerán. Enseñanza de vanidades es el leño. Traerán plata batida de Tarsis y oro de Ufaz, obra del artífice, y de manos del fundidor; los vestirán de azul y de púrpura, obra de peritos es todo. Mas Jehová es el Dios verdadero; él es Dios vivo y Rey eterno; a su ira tiembla la tierra, y las naciones no pueden sufrir su indignación. Les diréis así: Los dioses que no hicieron los cielos ni la tierra, desaparezcan de la tierra y de debajo de los cielos. El que hizo la tierra con su poder, el que puso en orden el mundo con su saber, y extendió los cielos con su sabiduría; a su voz se produce muchedumbre de aguas en el cielo, y hace subir las nubes de lo postrero de la tierra; hace los relámpagos con la lluvia, y saca el viento de sus depósitos. Todo hombre se embrutece, y le falta ciencia; se avergüenza de su ídolo todo fundidor, porque mentirosa es su obra de fundición, y no hay espíritu en ella. Vanidad son, obra vana; al tiempo de su castigo perecerán. No es así la porción de Jacob; porque él es el Hacedor de todo, e Israel es la vara de su heredad; Jehová de los ejércitos es su nombre. Recoge de las tierras tus mercaderías, la que moras en lugar fortificado. Porque así ha dicho Jehová: He aquí que esta vez arrojaré con honda los moradores de la tierra, y los afligiré, para que lo sientan. ¡Ay de mí, por mi quebrantamiento! mi llaga es muy dolorosa. Pero dije: Ciertamente enfermedad mía es esta, y debo sufrirla. Mi tienda está destruida, y todas mis cuerdas están rotas; mis hijos me han abandonado y perecieron; no hay ya más quien levante mi tienda, ni quien cuelgue mis cortinas. Porque los pastores se infatuaron, y no buscaron a Jehová; por tanto, no prosperaron, y todo su ganado se esparció. He aquí que voz de rumor viene, y alboroto grande de la tierra del norte, para convertir en soledad todas las ciudades de Judá, en morada de chacales. Conozco, oh Jehová, que el hombre no es señor de su camino, ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos. Castígame, oh Jehová, mas con juicio; no con tu furor, para que no me aniquiles. Derrama tu enojo sobre los pueblos que no te conocen, y sobre las naciones que no invocan tu nombre; porque se comieron a Jacob, lo devoraron, le han consumido, y han asolado su morada.

JEREMÍAS 10:1-25 La Biblia de las Américas (LBLA)

Oíd la palabra que el SEÑOR os habla, oh casa de Israel. Así dice el SEÑOR: El camino de las naciones no aprendáis, ni de las señales de los cielos os aterroricéis, aunque las naciones les tengan terror. Porque las costumbres de los pueblos son vanidad; pues un leño del bosque es cortado, lo trabajan las manos de un artífice con la azuela; con plata y oro lo adornan, con clavos y martillos lo aseguran para que no se mueva. Como los espantapájaros de un pepinar, sus ídolos no hablan; tienen que ser transportados, porque no andan. No les tengáis miedo, porque no pueden hacer ningún mal, ni tampoco hacer bien alguno. ¶No hay nadie como tú, oh SEÑOR; grande eres tú, y grande es tu nombre en poderío. ¿Quién no te temerá, oh Rey de las naciones? Porque esto se te debe. Porque entre todos los sabios de las naciones, y en todos sus reinos, no hay nadie como tú. Mas ellos a una son torpes y necios en su enseñanza de vanidades, pues su ídolo es un leño. Plata laminada es traída de Tarsis y oro de Ufaz, obra de un artífice y de manos de un orfebre; su vestido es de violeta y púrpura; todo ello obra de peritos. Pero el SEÑOR es el Dios verdadero; Él es el Dios vivo y el Rey eterno. Ante su enojo tiembla la tierra, y las naciones son impotentes ante su indignación. Así les diréis: Los dioses que no hicieron los cielos ni la tierra, perecerán de la tierra y de debajo de los cielos. ¶Él es el que hizo la tierra con su poder, el que estableció el mundo con su sabiduría, y con su inteligencia extendió los cielos. Cuando Él emite su voz, hay estruendo de aguas en los cielos; Él hace subir las nubes desde los extremos de la tierra, hace los relámpagos para la lluvia y saca el viento de sus depósitos. Todo hombre es torpe, falto de conocimiento; todo orfebre se avergüenza de su ídolo; porque engañosas son sus imágenes fundidas, y no hay aliento en ellas. Vanidad son, obra ridícula, en el tiempo de su castigo perecerán. No es como esta la porción de Jacob; porque Él es el Hacedor de todo, e Israel es la tribu de su heredad; el SEÑOR de los ejércitos es su nombre. ¶Recoge del suelo tus pertenencias, tú que moras sitiada. Porque así dice el SEÑOR: He aquí, en esta ocasión, tiro con honda a los habitantes de la tierra, y los afligiré para que me puedan hallar. ¶¡Ay de mí, por mi quebranto! Mi herida es incurable. Mas yo me dije: De cierto esta es una enfermedad, y debo soportarla. Mi tienda está destruida, y todas mis cuerdas rotas; mis hijos me han abandonado y no queda ninguno. No hay quien plante de nuevo mi tienda ni coloque mis cortinas. Porque los pastores se han entorpecido y no han buscado al SEÑOR; por tanto, no prosperaron, y todo su rebaño se ha dispersado. ¡Se oye un rumor! He aquí, viene una gran conmoción desde la tierra del norte, para convertir las ciudades de Judá en desolación, en guarida de chacales. ¶Yo sé, oh SEÑOR, que no depende del hombre su camino, ni de quien anda el dirigir sus pasos. Repréndeme, oh SEÑOR, pero con justicia, no con tu ira, no sea que me reduzcas a nada. Derrama furor sobre las naciones que no te conocen, y sobre los linajes que no invocan tu nombre; porque han devorado a Jacob, lo han devorado y lo han consumido, y han asolado su morada.

JEREMÍAS 10:1-25 Nueva Traducción Viviente (NTV)

¡Escucha la palabra que el SEÑOR te dice, oh Israel! Esto dice el SEÑOR: «No te comportes como las otras naciones que tratan de leer el futuro en las estrellas. No tengas temor de sus predicciones, aun cuando otras naciones se aterren por ellas. Sus costumbres son vanas y necias. Cortan un árbol y el artesano talla un ídolo. Lo decoran con oro y plata y luego lo aseguran con martillo y clavos para que no se caiga. ¡Sus dioses son como inútiles espantapájaros en un campo de pepinos! No pueden hablar y necesitan que los lleven en los brazos porque no pueden caminar. No tengan temor de semejantes dioses, porque no pueden hacerles ningún daño, tampoco ningún bien». ¡SEÑOR, no hay nadie como tú! Pues eres grande y tu nombre está lleno de poder. ¿Quién no te temería, oh Rey de las naciones? ¡Ese título te pertenece solo a ti! Entre todos los sabios de la tierra y en todos los reinos del mundo, no hay nadie como tú. Los que rinden culto a ídolos son estúpidos y necios. ¡Las cosas a las que rinden culto están hechas de madera! Traen láminas de plata desde Tarsis y oro desde Ufaz, y les entregan esos materiales a hábiles artesanos que hacen sus ídolos. Luego visten estos dioses con ropas de púrpura y azul real hechas por sastres expertos. Sin embargo, el SEÑOR es el único Dios verdadero. ¡Él es el Dios viviente y el Rey eterno! Toda la tierra tiembla ante su enojo; las naciones no pueden hacerle frente a su ira. Diles a los que rinden culto a otros dioses: «Sus supuestos dioses, que no hicieron los cielos y la tierra, desaparecerán de la tierra y de debajo de los cielos». El SEÑOR hizo la tierra con su poder, y la preserva con su sabiduría. Con su propia inteligencia desplegó los cielos. Cuando habla en los truenos, los cielos rugen con lluvia. Él hace que las nubes se levanten sobre la tierra. Envía el relámpago junto con la lluvia, y suelta el viento de sus depósitos. ¡Toda la raza humana es necia y le falta conocimiento! Los artesanos quedan deshonrados por los ídolos que hacen, porque sus obras hechas con tanto esmero son un fraude. Estos ídolos no tienen ni aliento ni poder. Los ídolos son inútiles; ¡son mentiras ridículas! En el día del juicio, todos serán destruidos. ¡Pero el Dios de Israel no es ningún ídolo! Él es el Creador de todo lo que existe, incluido Israel, su posesión más preciada. ¡El SEÑOR de los Ejércitos Celestiales es su nombre! Haz las maletas y prepárate para salir; el sitio está por comenzar. Pues esto dice el SEÑOR: «De forma repentina echaré a todos los que viven en esta tierra. Derramaré sobre ustedes grandes dificultades, y por fin sentirán mi enojo». Mi herida es profunda y grande mi dolor. Mi enfermedad es incurable, pero debo soportarla. Mi casa está destruida, y no queda nadie que me ayude a reconstruirla. Se llevaron a mis hijos, y nunca volveré a verlos. Los pastores de mi pueblo han perdido la razón. Ya no buscan la sabiduría del SEÑOR. Por lo tanto, fracasan completamente y sus rebaños andan dispersos. ¡Escuchen! Oigan el terrible rugir de los ejércitos poderosos mientras avanzan desde el norte. Las ciudades de Judá serán destruidas y se convertirán en guarida de chacales. Yo sé, SEÑOR, que nuestra vida no nos pertenece; no somos capaces de planear nuestro propio destino. Así que corrígeme, SEÑOR, pero, por favor, sé tierno; no me corrijas con enojo porque moriría. Derrama tu ira sobre las naciones que se niegan a reconocerte, sobre los pueblos que no invocan tu nombre. Pues han devorado a tu pueblo Israel; lo han devorado y consumido y han hecho de la tierra un desierto desolado.