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Esdras 8:1-36

Esdras 8:1-36 La Biblia de las Américas (LBLA)

Y estos son los jefes de sus casas paternas, con su genealogía, que subieron conmigo de Babilonia en el reinado del rey Artajerjes: de los hijos de Finees, Gersón; de los hijos de Itamar, Daniel; de los hijos de David, Hatús; de los hijos de Secanías, que era de los hijos de Paros, Zacarías, y con él ciento cincuenta varones que estaban en la lista genealógica; de los hijos de Pahat-moab, Elioenai, hijo de Zeraías, y con él doscientos varones; de los hijos de Zatu, Secanías, hijo de Jahaziel, y con él trescientos varones; de los hijos de Adín, Ebed, hijo de Jonatán, y con él cincuenta varones; de los hijos de Elam, Jesaías, hijo de Atalías, y con él setenta varones; de los hijos de Sefatías, Zebadías, hijo de Micael, y con él ochenta varones; de los hijos de Joab, Obadías, hijo de Jehiel, y con él doscientos dieciocho varones; de los hijos de Bani, Selomit, hijo de Josifías, y con él ciento sesenta varones; de los hijos de Bebai, Zacarías, hijo de Bebai, y con él veintiocho varones; de los hijos de Azgad, Johanán, hijo de Hacatán, y con él ciento diez varones; de los hijos de Adonicam, los postreros, cuyos nombres son estos: Elifelet, Jeiel y Semaías, y con ellos sesenta varones; y de los hijos de Bigvai, Utai y Zabud, y con ellos setenta varones. Y los reuní junto al río que corre a Ahava, donde acampamos tres días; y habiendo buscado entre el pueblo y los sacerdotes, no hallé ninguno de los hijos de Leví allí. Por eso envié a llamar a Eliezer, Ariel, Semaías, Elnatán, Jarib, Elnatán, Natán, Zacarías y Mesulam, jefes, y a Joiarib y a Elnatán, hombres sabios; y los envié a Iddo, jefe en la localidad de Casifia; puse en boca de ellos las palabras que debían decir a Iddo y a sus hermanos, los sirvientes del templo en la localidad de Casifia, para que nos trajeran ministros para la casa de nuestro Dios. Y conforme a la mano bondadosa de nuestro Dios sobre nosotros, nos trajeron a un hombre de entendimiento de los hijos de Mahli, hijo de Leví, hijo de Israel, es decir, a Serebías, con sus hijos y hermanos, dieciocho hombres; y a Hasabías y a Jesaías de los hijos de Merari, con sus hermanos y sus hijos, veinte hombres; y de los sirvientes del templo, a quienes David y los príncipes habían puesto para el servicio de los levitas, doscientos veinte sirvientes del templo, todos ellos designados por sus nombres. Entonces proclamé allí, junto al río Ahava, un ayuno para que nos humilláramos delante de nuestro Dios a fin de implorar de Él un viaje feliz para nosotros, para nuestros pequeños y para todas nuestras posesiones. Porque tuve vergüenza de pedir al rey tropas y hombres de a caballo para protegernos del enemigo en el camino, pues habíamos dicho al rey: La mano de nuestro Dios es propicia para con todos los que le buscan, mas su poder y su ira contra todos los que le abandonan. Ayunamos, pues, y pedimos a nuestro Dios acerca de esto, y Él escuchó nuestra súplica. Entonces aparté a doce de los sacerdotes principales, a Serebías, a Hasabías, y con ellos diez de sus hermanos; y les pesé la plata, el oro y los utensilios, la ofrenda para la casa de nuestro Dios que habían ofrecido el rey, sus consejeros, sus príncipes y todo Israel que allí estaba. Pesé, pues, y entregué en sus manos seiscientos cincuenta talentos de plata, y utensilios de plata que valían cien talentos, y cien talentos de oro; también veinte tazas de oro que valían mil dáricos, y dos utensilios de fino y reluciente bronce, valiosos como el oro. Y les dije: Vosotros estáis consagrados al SEÑOR, y los utensilios son sagrados; y la plata y el oro son ofrenda voluntaria al SEÑOR, Dios de vuestros padres. Velad y guardadlos hasta que los peséis delante de los principales sacerdotes, los levitas y los jefes de casas paternas de Israel en Jerusalén, en las cámaras de la casa del SEÑOR. Los sacerdotes y los levitas recibieron la plata, el oro y los utensilios ya pesados, para traerlos a Jerusalén a la casa de nuestro Dios. Partimos del río Ahava el día doce del mes primero para ir a Jerusalén; y la mano de nuestro Dios estaba sobre nosotros, y nos libró de mano del enemigo y de las emboscadas en el camino. Y llegamos a Jerusalén y nos quedamos allí tres días. Y al cuarto día la plata y el oro y los utensilios fueron pesados en la casa de nuestro Dios y entregados en mano de Meremot, hijo del sacerdote Urías, y con él estaba Eleazar, hijo de Finees; y con ellos estaban los levitas Jozabad, hijo de Jesúa, y Noadías, hijo de Binúi. Todo fue contado y pesado, y todo el peso fue anotado en aquel tiempo. Los desterrados que habían venido de la cautividad ofrecieron holocaustos al Dios de Israel: doce novillos por todo Israel, noventa y seis carneros, setenta y siete corderos, doce machos cabríos como ofrenda por el pecado; todo como holocausto al SEÑOR. Entonces entregaron los edictos del rey a los sátrapas del rey, y a los gobernadores del otro lado del río; y estos apoyaron al pueblo y a la casa de Dios.

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Esdras 8:1-36 Nueva Versión Internacional - Español (NVI)

Según los registros genealógicos, esta es la lista de los jefes de familia que durante el reinado de Artajerjes regresaron conmigo de Babilonia: de los descendientes de Finés: Guersón; de Itamar: Daniel; de David: Jatús, que era de la familia de Secanías; de Parós: Zacarías y ciento cincuenta hombres que se registraron con él; de Pajat Moab: Elihoenay, hijo de Zeraías, y doscientos hombres más; de Secanías: el hijo de Jahaziel y trescientos hombres más; de Adín: Ébed, hijo de Jonatán, y cincuenta hombres más; de Elam: Isaías, hijo de Atalías, y setenta hombres más; de Sefatías: Zebadías, hijo de Micael, y ochenta hombres más; de Joab: Abdías, hijo de Jehiel, y doscientos dieciocho hombres más; de Selomit: el hijo de Josifías, y ciento sesenta hombres más; de Bebay: Zacarías, hijo de Bebay, y veintiocho hombres más; de Azgad: Johanán, hijo de Hacatán, y ciento diez hombres más; de Adonicán: Elifelet, Jeyel y Semaías, los últimos de esta familia, con los cuales se registraron sesenta hombres más; de Bigvay: Utay, Zacur y setenta hombres más. A estos jefes de familia los reuní junto al arroyo que corre hacia el río Ahava y acampamos allí por tres días. Cuando pasé revista a todo el pueblo y a los sacerdotes, no encontré a ningún descendiente de Leví. Entonces mandé llamar a Eliezer, Ariel, Semaías, Elnatán, Jarib, Elnatán, Natán, Zacarías y Mesulán, que eran jefes del pueblo; también a Joyarib y Elnatán, que eran maestros, y los envié a Idó, que era el jefe de Casifiá. Les encargué que pidieran a Idó y a sus compañeros, quienes estaban al frente de Casifiá, que nos proveyeran servidores para el Templo de nuestro Dios. Y, como la mano de Dios estaba sobre nosotros, nos enviaron a un israelita muy capacitado llamado Serebías, hijo de Majlí, descendiente de Leví. Con él vinieron sus hijos y sus hermanos, dieciocho personas en total. También nos enviaron a Jasabías y a Isaías, descendientes de Merari, junto con sus hijos y hermanos, veinte personas en total. Además, del grupo que David y sus oficiales habían asignado para que ayudaran a los levitas, nos enviaron doscientos veinte servidores, los cuales fueron registrados por su nombre. Luego, estando cerca del río Ahava, proclamé un ayuno para que nos humilláramos ante nuestro Dios y le pidiéramos que nos acompañara durante el camino, a nosotros, a nuestros hijos y nuestras posesiones. En realidad, sentí vergüenza de pedirle al rey que nos enviara un pelotón de caballería para que nos protegiera de los enemigos, ya que le habíamos dicho al rey que la mano de Dios protege a todos los que confían en él, pero que Dios descarga su poder y su ira contra quienes lo abandonan. Así que ayunamos y oramos a nuestro Dios pidiéndole su protección y él nos escuchó. Después aparté a doce líderes de los sacerdotes: Serebías, Jasabías y diez de sus parientes. En presencia de ellos pesé el oro, los utensilios sagrados y las ofrendas que el rey, sus consejeros, sus oficiales más importantes y todos los israelitas allí presentes habían entregado para el Templo de nuestro Dios. Lo que pesé fue lo siguiente: seiscientos cincuenta talentos de plata, utensilios de plata que pesaban cien talentos, cien talentos de oro, veinte tazas de oro que pesaban mil dáricos, y dos recipientes de bronce pulido de la mejor calidad, tan preciosos como el oro. Luego les dije: «Ustedes y los utensilios han sido consagrados al SEÑOR. La plata y el oro son una ofrenda voluntaria para el SEÑOR, Dios de nuestros antepasados. Vigílenlos y guárdenlos hasta que los pesen en los aposentos del Templo del SEÑOR en Jerusalén, en presencia de los líderes de los sacerdotes, de los levitas y de los jefes de las familias del pueblo de Israel». Así que los sacerdotes y levitas recibieron la plata, el oro y los utensilios que fueron pesados para llevarlos al Templo de nuestro Dios en Jerusalén. El día doce del mes primero partimos del río Ahava para ir a Jerusalén. Durante todo el trayecto la mano de Dios estaba sobre nosotros y nos libró de enemigos y asaltantes. Al llegar a Jerusalén nos quedamos descansando tres días. Al cuarto día pesamos la plata, el oro y los utensilios en el Templo de nuestro Dios, y entregamos todo al sacerdote Meremot, hijo de Urías. Eleazar, hijo de Finés, estaba allí con él, lo mismo que los levitas Jozabad, hijo de Jesúa, y Noadías, hijo de Binuy. Ese día pesamos y contamos todo y registramos el peso total. Luego, en honor del SEÑOR, Dios de Israel, los que habían regresado del cautiverio ofrecieron, en holocausto y como ofrenda por el perdón del pecado de todo el pueblo, doce novillos, noventa y seis carneros, setenta y siete corderos y doce chivos. Y se les entregaron los decretos del rey a los sátrapas del reino y a los gobernadores de la provincia al oeste del río Éufrates, los cuales prestaron todo su apoyo al pueblo y al Templo de Dios.

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Esdras 8:1-36 Traducción en Lenguaje Actual (TLA)

Esta es la lista de los jefes de familia que volvieron de Babilonia con Esdras cuando gobernaba el rey Artajerjes: Guersón, de la familia de Finees; Daniel, de la familia de Itamar; Hatús, de la familia de David; Zacarías, de la familia de Parós, con otros ciento cincuenta hombres que estaban en la lista; Eliehoenai, de la familia de Pahat-moab, con doscientos hombres; Secanías, de la familia de Zatú, con trescientos hombres; Ébed, de la familia de Adín, con cincuenta hombres; Isaías, de la familia de Elam, con setenta hombres; Zebadías, de la familia de Sefatías, con ochenta hombres; Abdías, de la familia de Joab, con doscientos dieciocho hombres; Selomit, de la familia de Baní, con ciento sesenta hombres; Zacarías, de la familia de Bebai, con veintiocho hombres; Johanán, de la familia de Azgad, con ciento diez hombres; Elifélet, Jeiel y Semaías, de la familia de Adonicam que, junto con sesenta hombres más, regresaron a Jerusalén días más tarde; Utai y Zabud, de la familia de Bigvai, con setenta hombres. Yo, Esdras, los reuní a todos junto al río que corre hacia Ahavá, y acampamos allí tres días. Cuando pasé lista a la gente y a los sacerdotes, encontré que no había entre ellos ningún ayudante de la tribu de Leví. Así que mandé a buscar a Eliézer, a Ariel, a Semaías, a Elnatán, a Jarib, a Elnatán, a Natán, a Zacarías y a Mesulam, que eran líderes del pueblo, y a los maestros Joiarib y Elnatán. Les ordené que fueran a ver a Idó, jefe del lugar llamado Casifiá, y les pidieran a él y a sus compañeros que nos enviaran servidores para el templo de nuestro Dios, ya que ellos tenían experiencia en ese trabajo. Gracias a Dios, nos mandaron a Serebías, y a sus hijos y hermanos; en total nos mandaron a dieciocho personas. Serebías era un hombre muy capaz, descendiente de Mahli, un hombre de la tribu de Leví. También nos enviaron a Isaías y a Hasabías, y a sus hijos y hermanos, que descendían de Merarí. En total nos enviaron veinte personas. Además de ellos nos enviaron a doscientos veinte servidores del templo de Dios, cuyos antepasados habían sido puestos por David para apoyar a los ayudantes de los sacerdotes. Y se anotaron los nombres de cada uno de ellos. Después de esto nos reunimos junto al río de Ahavá, y allí mismo ordené que hiciéramos un ayuno para humillarnos ante nuestro Dios, y así pedirle que protegiera a nuestras familias y pertenencias durante el regreso a Jerusalén. Me daba vergüenza pedirle al rey que mandara soldados de caballería para protegernos contra el enemigo en el camino. Le habíamos dicho al rey que Dios cuida a todos los que lo adoran, pero que los que se apartan de él tendrían que soportar todo su enojo. Así que ayunamos y oramos a Dios pidiéndole que nos cuidara, y él nos escuchó. Luego separé a doce de los sacerdotes más importantes: Serebías, Hasabías y otros diez familiares de ellos. Después pesé la plata, el oro, y los utensilios para el templo de Dios que dieron el rey, sus consejeros y todos los judíos allí presentes. Todo esto se lo entregué a los sacerdotes, y esta es la lista: Veintiún mil cuatrocientos cincuenta kilos de plata, cien utensilios de plata, tres mil trescientos kilos de oro, veinte tazas de oro que pesaban ocho kilos en total, y dos utensilios de bronce pulido. Esos dos utensilios de bronce eran tan valiosos como el oro. Después de esto, les recomendé a los sacerdotes lo siguiente: Ustedes han sido apartados para servir solo a Dios. También estos utensilios han sido apartados para el servicio del templo, porque el oro y la plata son ofrendas voluntarias para el Dios de Israel. Cuídenlos bien hasta que sean llevados al templo de Jerusalén, para ser pesados en presencia de los principales sacerdotes, sus ayudantes y los jefes de familia. Entonces los sacerdotes y sus ayudantes recibieron la plata, el oro y los utensilios que habían sido pesados y los llevaron al templo de nuestro Dios en Jerusalén. El día doce del mes de Abib dejamos el río Ahavá y nos pusimos en camino hacia Jerusalén. Nuestro Dios nos cuidó en el camino, pues nos libró de enemigos y de bandidos. Cuando llegamos a Jerusalén, descansamos tres días. Al cuarto día fuimos al templo de nuestro Dios, pesamos la plata, el oro y los utensilios, y entregamos todo al sacerdote Meremot hijo de Urías. También estaban allí Eleazar hijo de Finees y dos descendientes de Leví: Jozabad hijo de Josué y Noadías hijo de Binuy. Todo fue pesado, contado y anotado. Después de esto, los que habían regresado de Babilonia trajeron doce toros, noventa y seis carneros, setenta y siete corderos y doce chivos para ser presentados como ofrenda para el perdón de los pecados de todo el pueblo. Esos animales fueron quemados en honor de Dios. Luego entregaron la orden del rey a los gobernadores y a los asistentes de la provincia al oeste del río Éufrates, quienes entonces apoyaron al pueblo y al templo de Dios.

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Esdras 8:1-36 Reina Valera Contemporánea (RVC)

Esta es la lista de las casas patriarcales y la genealogía de los que durante el reinado de Artajerjes salieron conmigo de Babilonia a Jerusalén: Guersón, descendiente de la familia de Finés; Daniel, de la familia de Itamar; Jatús, de la familia de David. Zacarías, de los descendientes de Secanías y de Paros, más ciento cincuenta varones. Elioguenay hijo de Zeraías, de los descendientes de Pajat Moab, más doscientos varones. El hijo de Jahaziel, de los descendientes de Secanías, más trescientos varones. Ebed, hijo de Jonatán, de los descendientes de Adín, más cincuenta varones. Jesaías hijo de Atalías, de los descendientes de Elam, más setenta varones. Zebadías hijo de Micael, de los descendientes de Sefatías, más ochenta varones. Abdías hijo de Yejiel, de los descendientes de Joab, más doscientos dieciocho varones. El hijo de Josifías, de los descendientes de Selomit, más ciento sesenta varones. Zacarías hijo de Bebay, de los descendientes de Bebay, más veintiocho varones. Johanán hijo de Hacatán, de los descendientes de Azgad, más ciento diez varones. Los últimos descendientes de Adonicán, que eran Elifelet, Yeguiel y Semaías, más sesenta varones. Utay y Zabud, descendientes de Bigvay, más setenta varones. Yo reuní a todos estos junto al río que se dirige a Ahava, y acampamos allí durante tres días. Busqué entre el pueblo y entre los sacerdotes, pero no encontré a ningún descendiente de Leví. Entonces despaché a Eliezer, Ariel, Semaías, Elnatán, Jarib, Elnatán, Natán, Zacarías y Mesulán, que eran hombres importantes, y también a Joyarib y a Elnatán, hombres de muchos conocimientos, y los envié a Casifia, donde Iddo era el jefe, y los instruí en cuanto a lo que debían decir a Iddo, lo mismo que a sus hermanos que servían en el templo en Casifia; específicamente le pedí que nos proporcionaran ministros para el templo de nuestro Dios. Y como la mano de nuestro Dios estaba con nosotros, nos trajeron a Serebías, que era un hombre muy entendido y que era descendiente de Majali hijo de Leví, el hijo de Israel. Con él llegaron sus hijos y sus hermanos, dieciocho varones en total; Jasabías y Jesaías, de los descendientes de Merari, con sus hijos y sus hermanos, veinte varones en total; más doscientos criados del templo, a quienes David y los jefes israelitas habían puesto bajo la dirección de los levitas, cada uno de los cuales fue designado por nombre para servir en el templo. Ese día, a las orillas del río Ahava, convoqué a un ayuno general en honor de nuestro Dios, para pedir que a nosotros y a nuestros hijos, y a nuestros bienes, nos guiara por el camino correcto. No me atreví a pedirle al rey que enviara con nosotros soldados y gente de a caballo para defendernos de los enemigos en el camino, pues le había dicho: «El poder de nuestro Dios hace bien a quienes lo buscan, pero no a quienes lo abandonan, los cuales experimentan su enojo.» Así que todos ayunamos ese día, y le pedimos al Señor que nos bendijera, y él nos bendijo. Después aparté a Serebías y a Jasabías y a sus diez hermanos, pues los doce eran de los principales sacerdotes. Luego, pesé ante ellos la plata, el oro y los utensilios, que eran las ofrendas para el templo de Dios que habían dado el rey Artajerjes y sus consejeros, y los hombres importantes del reino y los israelitas. Lo que pesé y les entregué fueron diecinueve mil quinientos kilos de plata, tres mil kilos de plata en utensilios para el templo, y tres mil kilos de oro; además, veinte tazones de oro que valían mil monedas de oro, y dos vasos de bronce de excelente pulido, tan valiosos como el oro. Y les dije: «Ustedes han sido consagrados para el servicio del Señor, y los utensilios, la plata y el oro, también han sido consagrados como ofrenda voluntaria al Señor, Dios de nuestros antepasados. Tengan mucho cuidado con las ofrendas; guárdenlas muy bien hasta que puedan pesarlas delante de los jefes de los sacerdotes y levitas, y de los jefes de las familias patriarcales de Israel que están en Jerusalén.» Y los sacerdotes y los levitas recibieron la plata, el oro y los utensilios que yo había pesado, para llevarlos al templo de nuestro Dios en Jerusalén. El día doce del mes primero levantamos el campamento que teníamos junto al río Ahava, y partimos hacia Jerusalén, y nuestro Dios nos protegió durante todo el camino y nos libró de nuestros enemigos y de los que nos acechaban para hacernos daño. Cuando llegamos a Jerusalén, descansamos allí durante tres días. Al cuarto día fuimos al templo y entregamos las ofrendas al sacerdote Meremot hijo de Urías, y él las pesó en presencia de Eleazar hijo de Finés y de los levitas Jozabad hijo de Josué y Noadías hijo de Binúi. Todo se hizo correctamente, y lo que entregamos ese día se pesó y se anotó. Los que habían vuelto del cautiverio y que llegaron con nosotros ofrecieron holocaustos al Dios de Israel, doce becerros en favor de los israelitas, noventa y seis carneros, setenta y siete corderos y doce machos cabríos, para el perdón de pecados; todo en holocausto al Señor. Los decretos del rey fueron entregados a los sátrapas y capitanes del otro lado del río Éufrates, y ellos apoyaron al pueblo y al templo de Dios.

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Esdras 8:1-36 Biblia Dios Habla Hoy (DHH94I)

Esta es la lista de los jefes de familia, según el registro familiar de cada uno de ellos, que durante el reinado de Artajerjes volvieron de Babilonia con Esdras: Guersón, de los descendientes de Finees; Daniel, de los descendientes de Itamar; Hatús, hijo de Secanías, de los descendientes de David; Zacarías, de los descendientes de Parós, acompañado de ciento cincuenta hombres apuntados en la lista; Eliehoenai, hijo de Zeraías, de los descendientes de Pahat-moab, acompañado de doscientos hombres; Secanías, hijo de Jahaziel, de los descendientes de Zatú, acompañado de trescientos hombres; Ébed, hijo de Jonatán, de los descendientes de Adín, acompañado de cincuenta hombres; Isaías, hijo de Atalías, de los descendientes de Elam, acompañado de setenta hombres; Zebadías, hijo de Micael, de los descendientes de Sefatías, acompañado de ochenta hombres; Abdías, hijo de Jehiel, de los descendientes de Joab, acompañado de doscientos dieciocho hombres; Selomit, hijo de Josifías, de los descendientes de Baní, acompañado de ciento sesenta hombres; Zacarías, hijo de Bebai, de los descendientes de Bebai, acompañado de veintiocho hombres; Johanán, hijo de Hacatán, de los descendientes de Azgad, acompañado de ciento diez hombres; Elifélet, Jeiel y Semaías, últimos descendientes de Adonicam, acompañados de sesenta hombres, volvieron más tarde. Utai y Zabud, de los descendientes de Bigvai, acompañados de setenta hombres. Yo, Esdras, los reuní a todos ellos junto al canal que va a dar al río Ahavá, y acampamos allí tres días. Y cuando pasé revista a la gente y a los sacerdotes, no encontré a ningún levita. Por lo tanto envié a Eliézer, Ariel, Semaías, Elnatán, Jarib, Elnatán, Natán, Zacarías y Mesulam, que eran personas importantes, y también a los maestros Joiarib y Elnatán, con la orden de visitar a Idó, jefe del lugar llamado Casifiá, y les dije todo lo que tenían que comunicar a Idó y sus compañeros, los sirvientes del templo que estaban en Casifiá, para que nos trajeran gente que nos ayudara en el templo de nuestro Dios. Y, gracias a Dios, nos trajeron a Serebías, hombre muy capaz, descendiente de un levita llamado Mahli, con sus hijos y hermanos; dieciocho personas en total. Además nos trajeron a Hasabías e Isaías, descendientes de Merarí, que con sus hijos y hermanos sumaban veinte personas. De los sirvientes del templo puestos por David y los dirigentes al servicio de los levitas, había doscientos veinte, todos ellos nombrados personalmente. Después proclamé un ayuno cerca del río Ahavá, para que reconociéramos nuestras faltas ante nuestro Dios, y para pedirle que nos llevara con bien a nosotros, nuestras familias y nuestras posesiones. Pues me dio vergüenza pedirle al rey soldados de caballería para que nos protegieran del enemigo en el camino, ya que le habíamos dicho al rey que Dios protege a todos los que le buscan, pero que descarga su fuerza y su ira sobre todos los que le abandonan. De modo que ayunamos y rogamos a Dios por todo esto, y él nos atendió. Luego aparté a doce dirigentes de los sacerdotes: a Serebías, Hasabías y diez compañeros suyos, y les pesé y entregué la plata, el oro y los utensilios que el rey y sus consejeros y oficiales y todos los israelitas allí presentes habían ofrecido como donativo para el templo de nuestro Dios. Les pesé y entregué veintiún mil cuatrocientos cincuenta kilos de plata, cien utensilios de plata y tres mil trescientos kilos de oro; además, veinte tazas de oro con un peso total de ocho kilos, y dos utensilios de bronce bruñido de primera calidad, tan valiosos como si fueran de oro. Luego les dije: «Ustedes están consagrados al Señor, lo mismo que los utensilios. La plata y el oro son para el Señor, Dios de nuestros padres. Tengan cuidado y guárdenlos hasta que los pesen en presencia de los jefes de los sacerdotes, y de los levitas y jefes de familia de Israel, en los cuartos del templo del Señor, en Jerusalén.» Entonces los sacerdotes y los levitas recibieron la plata, el oro y los utensilios que habían sido pesados, y los llevaron a Jerusalén, al templo de nuestro Dios. El día doce del mes primero nos marchamos del río Ahavá para dirigirnos a Jerusalén. Nuestro Dios nos ayudó, librándonos de enemigos y de bandidos en el camino. Cuando llegamos a Jerusalén, descansamos tres días. Al cuarto día se pesó la plata, el oro y los utensilios en el templo de nuestro Dios, y se entregó todo al sacerdote Meremot, hijo de Urías. Con él estaban Eleazar, hijo de Finees, y los levitas Jozabad, hijo de Josué, y Noadías, hijo de Binuy. Aquel mismo día se pesó y contó todo, y se tomó nota de la carga. Después, los desterrados que volvieron del exilio entregaron para los holocaustos al Dios de Israel, y en nombre de todos los israelitas, doce becerros, noventa y seis carneros, setenta y siete corderos y doce chivos para la ofrenda por el pecado. Todos fueron quemados en honor del Señor. Luego entregaron la orden del rey a las autoridades del reino y a los gobernadores de la provincia al oeste del río Éufrates, los cuales apoyaron al pueblo y al templo de Dios.

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Esdras 8:1-36 Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)

Estos son los jefes de casas paternas, y la genealogía de aquellos que subieron conmigo de Babilonia, reinando el rey Artajerjes: De los hijos de Finees, Gersón; de los hijos de Itamar, Daniel; de los hijos de David, Hatús. De los hijos de Secanías y de los hijos de Paros, Zacarías, y con él, en la línea de varones, ciento cincuenta. De los hijos de Pahat-moab, Elioenai hijo de Zeraías, y con él doscientos varones. De los hijos de Secanías, el hijo de Jahaziel, y con él trescientos varones. De los hijos de Adín, Ebed hijo de Jonatán, y con él cincuenta varones. De los hijos de Elam, Jesaías hijo de Atalías, y con él setenta varones. De los hijos de Sefatías, Zebadías hijo de Micael, y con él ochenta varones. De los hijos de Joab, Obadías hijo de Jehiel, y con él doscientos dieciocho varones. De los hijos de Selomit, el hijo de Josifías, y con él ciento sesenta varones. De los hijos de Bebai, Zacarías hijo de Bebai, y con él veintiocho varones. De los hijos de Azgad, Johanán hijo de Hacatán, y con él ciento diez varones. De los hijos de Adonicam, los postreros, cuyos nombres son estos: Elifelet, Jeiel y Semaías, y con ellos sesenta varones. Y de los hijos de Bigvai, Utai y Zabud, y con ellos setenta varones. Los reuní junto al río que viene a Ahava, y acampamos allí tres días; y habiendo buscado entre el pueblo y entre los sacerdotes, no hallé allí de los hijos de Leví. Entonces despaché a Eliezer, Ariel, Semaías, Elnatán, Jarib, Elnatán, Natán, Zacarías y Mesulam, hombres principales, asimismo a Joiarib y a Elnatán, hombres doctos; y los envié a Iddo, jefe en el lugar llamado Casifia, y puse en boca de ellos las palabras que habían de hablar a Iddo, y a sus hermanos los sirvientes del templo en el lugar llamado Casifia, para que nos trajesen ministros para la casa de nuestro Dios. Y nos trajeron según la buena mano de nuestro Dios sobre nosotros, un varón entendido, de los hijos de Mahli hijo de Leví, hijo de Israel; a Serebías con sus hijos y sus hermanos, dieciocho; a Hasabías, y con él a Jesaías de los hijos de Merari, a sus hermanos y a sus hijos, veinte; y de los sirvientes del templo, a quienes David con los príncipes puso para el ministerio de los levitas, doscientos veinte sirvientes del templo, todos los cuales fueron designados por sus nombres. Y publiqué ayuno allí junto al río Ahava, para afligirnos delante de nuestro Dios, para solicitar de él camino derecho para nosotros, y para nuestros niños, y para todos nuestros bienes. Porque tuve vergüenza de pedir al rey tropa y gente de a caballo que nos defendiesen del enemigo en el camino; porque habíamos hablado al rey, diciendo: La mano de nuestro Dios es para bien sobre todos los que le buscan; mas su poder y su furor contra todos los que le abandonan. Ayunamos, pues, y pedimos a nuestro Dios sobre esto, y él nos fue propicio. Aparté luego a doce de los principales de los sacerdotes, a Serebías y a Hasabías, y con ellos diez de sus hermanos; y les pesé la plata, el oro y los utensilios, ofrenda que para la casa de nuestro Dios habían ofrecido el rey y sus consejeros y sus príncipes, y todo Israel allí presente. Pesé, pues, en manos de ellos seiscientos cincuenta talentos de plata, y utensilios de plata por cien talentos, y cien talentos de oro; además, veinte tazones de oro de mil dracmas, y dos vasos de bronce bruñido muy bueno, preciados como el oro. Y les dije: Vosotros estáis consagrados a Jehová, y son santos los utensilios, y la plata y el oro, ofrenda voluntaria a Jehová Dios de nuestros padres. Vigilad y guardadlos, hasta que los peséis delante de los príncipes de los sacerdotes y levitas, y de los jefes de las casas paternas de Israel en Jerusalén, en los aposentos de la casa de Jehová. Los sacerdotes y los levitas recibieron el peso de la plata y del oro y de los utensilios, para traerlo a Jerusalén a la casa de nuestro Dios. Y partimos del río Ahava el doce del mes primero, para ir a Jerusalén; y la mano de nuestro Dios estaba sobre nosotros, y nos libró de mano del enemigo y del acechador en el camino. Y llegamos a Jerusalén, y reposamos allí tres días. Al cuarto día fue luego pesada la plata, el oro y los utensilios, en la casa de nuestro Dios, por mano del sacerdote Meremot hijo de Urías, y con él Eleazar hijo de Finees; y con ellos Jozabad hijo de Jesúa y Noadías hijo de Binúi, levitas. Por cuenta y por peso se entregó todo, y se apuntó todo aquel peso en aquel tiempo. Los hijos de la cautividad, los que habían venido del cautiverio, ofrecieron holocaustos al Dios de Israel, doce becerros por todo Israel, noventa y seis carneros, setenta y siete corderos, y doce machos cabríos por expiación, todo en holocausto a Jehová. Y entregaron los despachos del rey a sus sátrapas y capitanes del otro lado del río, los cuales ayudaron al pueblo y a la casa de Dios.

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Lee Esdras 8

Esdras 8:1-36 Nueva Traducción Viviente (NTV)

La siguiente es una lista de los jefes de familia junto con las genealogías de los que regresaron conmigo de Babilonia durante el reinado del rey Artajerjes: de la familia de Finees: Gersón; de la familia de Itamar: Daniel; de la familia de David: Hatús, descendiente de Secanías; de la familia de Paros: Zacarías y otros ciento cincuenta hombres que fueron registrados; de la familia de Pahat-moab: Elioenai, hijo de Zeraías, y otros doscientos hombres; de la familia de Zatu: Secanías, hijo de Jahaziel, y otros trescientos hombres; de la familia de Adín: Ebed, hijo de Jonatán, y otros cincuenta hombres; de la familia de Elam: Jesaías, hijo de Atalías, y otros setenta hombres; de la familia de Sefatías: Zebadías, hijo de Micael, y otros ochenta hombres; de la familia de Joab: Obadías, hijo de Jehiel, y otros doscientos dieciocho hombres; de la familia de Bani: Selomit, hijo de Josifías, y otros ciento sesenta hombres; de la familia de Bebai: Zacarías, hijo de Bebai, y otros veintiocho hombres; de la familia de Azgad: Johanán, hijo de Hacatán, y otros ciento diez hombres; de la familia de Adonicam, la cual llegó después: Elifelet, Jeiel, Semaías, y otros sesenta hombres; de la familia de Bigvai: Utai, Zacur y otros setenta hombres. Reuní a los desterrados junto al canal de Ahava, y acampamos allí tres días, mientras revisaba la lista de las personas y los sacerdotes que habían llegado. Descubrí que ni un solo levita se había ofrecido para acompañarnos. Entonces mandé llamar a Eliezer, Ariel, Semaías, Elnatán, Jarib, Elnatán, Natán, Zacarías y Mesulam, los cuales eran jefes del pueblo. También mandé llamar a Joiarib y Elnatán, quienes eran hombres con discernimiento. Los envié a ver a Iddo, el líder de los levitas de Casifia, para pedirle a él, a sus parientes y a los sirvientes del templo que nos enviaran ministros para el templo de Dios en Jerusalén. Como la bondadosa mano de nuestro Dios estaba sobre nosotros, nos enviaron a un hombre llamado Serebías junto con dieciocho de sus hijos y hermanos. Serebías era muy sagaz, un descendiente de Mahli, quien era descendiente de Leví, hijo de Israel. También enviaron a Hasabías junto con Jesaías, de los descendientes de Merari, a veinte de sus hijos y hermanos, y a doscientos veinte sirvientes del templo. Los sirvientes del templo, un grupo de trabajadores instituido originalmente por el rey David y sus funcionarios, eran ayudantes de los levitas. Todos estaban registrados por nombre. Allí, junto al canal de Ahava, di órdenes de que todos ayunáramos y nos humilláramos ante nuestro Dios. En oración le pedimos a Dios que nos diera un buen viaje y nos protegiera en el camino tanto a nosotros como a nuestros hijos y nuestros bienes. Pues me dio vergüenza pedirle al rey soldados y jinetes que nos acompañaran y nos protegieran de los enemigos durante el viaje. Después de todo, ya le habíamos dicho al rey que «la mano protectora de nuestro Dios está sobre todos los que lo adoran, pero su enojo feroz se desata contra quienes lo abandonan». Así que ayunamos y oramos intensamente para que nuestro Dios nos cuidara, y él oyó nuestra oración. Nombré doce jefes de los sacerdotes —Serebías, Hasabías y otros diez sacerdotes— para que se encargaran de transportar la plata, el oro, los recipientes de oro y los demás artículos que el rey, sus consejeros y funcionarios, y todo el pueblo de Israel había presentado para el templo de Dios. Pesé el tesoro mientras se lo entregaba a ellos y el total sumaba lo siguiente: 22 toneladas de plata, 3400 kilos de objetos de plata, 3400 kilos de oro, 20 recipientes de oro (equivalentes al valor de 1000 monedas de oro), 2 objetos finos de bronce pulido (tan valiosos como el oro). Luego les dije a los sacerdotes: «Ustedes y esos tesoros son santos, separados al SEÑOR. La plata y el oro son una ofrenda voluntaria para el SEÑOR, Dios de nuestros antepasados. Cuiden bien esos tesoros hasta que se los entreguen a los principales sacerdotes, a los levitas y a los jefes de Israel, quienes los pesarán en los depósitos del templo del SEÑOR en Jerusalén». Entonces los sacerdotes y los levitas aceptaron la tarea de transportar esos tesoros de plata y de oro al templo de nuestro Dios en Jerusalén. El 19 de abril, levantamos el campamento junto al canal de Ahava y nos dirigimos a Jerusalén. La bondadosa mano de nuestro Dios nos protegió y nos salvó de enemigos y bandidos a lo largo del camino. Así que llegamos a salvo a Jerusalén, donde descansamos tres días. Al cuarto día de nuestra llegada, la plata, el oro y los demás objetos de valor fueron pesados en el templo de nuestro Dios y encomendados a Meremot, hijo del sacerdote Urías, y a Eleazar, hijo de Finees, junto con Jozabad, hijo de Jesúa, y Noadías, hijo de Binúi, ambos levitas. Ellos rindieron cuenta de todo por número y peso, y el peso total quedó asentado en los registros oficiales. Luego, los desterrados que habían regresado del cautiverio sacrificaron ofrendas quemadas al Dios de Israel. Ofrecieron doce toros por todo el pueblo de Israel, además de noventa y seis carneros y setenta y siete corderos. También sacrificaron doce chivos como ofrenda por el pecado. Todo se ofreció como una ofrenda quemada al SEÑOR. Los decretos del rey fueron entregados a sus funcionarios de más alta posición y a los gobernadores de la provincia situada al occidente del río Éufrates, quienes colaboraron dando su apoyo al pueblo y al templo de Dios.

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