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2 SAMUEL 13:1-39

2 SAMUEL 13:1-39 Nueva Versión Internacional - Español (NVI)

Pasado algún tiempo sucedió lo siguiente. Absalón, hijo de David, tenía una hermana muy bella que se llamaba Tamar; y Amnón, otro hijo de David, se enamoró de ella. Pero como Tamar era virgen, Amnón se enfermó de angustia al pensar que sería muy difícil llevar a cabo sus intenciones con su hermana. Sin embargo, Amnón tenía un amigo muy astuto que se llamaba Jonadab, hijo de Simá y sobrino de David. Jonadab preguntó a Amnón: —¿Cómo es que tú, todo un príncipe, te ves cada día peor? ¿Por qué no me cuentas lo que te pasa? —Es que estoy muy enamorado de Tamar, la hermana de mi medio hermano Absalón —respondió Amnón. Jonadab sugirió: —Acuéstate y finge que estás enfermo. Cuando tu padre vaya a verte, dile: “Por favor, que venga mi hermana Tamar a darme de comer. Quisiera verla preparar la comida aquí mismo, y que ella me la sirva”. Así que Amnón se acostó y fingió estar enfermo. Y cuando el rey fue a verlo, Amnón dijo: —Por favor, que venga mi hermana Tamar a prepararme aquí mismo dos tortas y que me las sirva. David envió un mensajero a la casa de Tamar, para que diera este recado: «Ve a casa de tu hermano Amnón y prepárale la comida». Tamar fue a casa de su hermano Amnón y lo encontró acostado. Tomó harina, la amasó, preparó las tortas allí mismo y las coció. Luego tomó la sartén para servirle, pero Amnón se negó a comer y ordenó: —¡Fuera de aquí todos! Una vez que todos salieron, Amnón dijo a Tamar: —Trae la comida a mi habitación y dame de comer tú misma. Ella tomó las tortas que había preparado y se las llevó a su hermano Amnón a la habitación, pero cuando se acercó para darle de comer, él la agarró por la fuerza y dijo: —¡Ven, hermana mía, acuéstate conmigo! Pero ella exclamó: —¡No, hermano mío! No me fuerces, que esto no se hace en Israel. ¡No cometas esta infamia! ¿A dónde iría yo con mi vergüenza? ¿Y qué sería de ti? ¡Serías visto en Israel como un depravado! Yo te ruego que hables con el rey; con toda seguridad, no se opondrá a que yo sea tu esposa. Pero Amnón no hizo caso, sino que, aprovechándose de su fuerza, se acostó con ella y la violó. Pero el odio que sintió por ella después de violarla fue mayor que el amor que antes había tenido. Así que dijo: —¡Levántate y vete! —¡No me eches de aquí! —respondió ella—. Después de lo que has hecho conmigo, ¡echarme de aquí sería una maldad aún más terrible! Pero él no hizo caso, sino que llamó a su criado y ordenó: —¡Echa de aquí a esta mujer y cierra la puerta! Así que el criado la echó de la casa y luego cerró bien la puerta. Tamar llevaba puesta una túnica muy elegante, pues así se vestían las princesas vírgenes. Al salir, se echó ceniza en la cabeza, se rasgó la túnica y con las manos a la cabeza se fue por el camino llorando a gritos. Entonces su hermano Absalón dijo: —¡Así que tu hermano Amnón ha estado contigo! Pues bien, hermana mía, cálmate y no digas nada. Toma en cuenta que es tu hermano. Desolada, Tamar se quedó a vivir en casa de su hermano Absalón. El rey David, al enterarse de todo lo que había pasado, se enfureció. Absalón, por su parte, no le dirigía la palabra a Amnón, pues lo odiaba por haber violado a su hermana Tamar. Pasados dos años, Absalón convidó a todos los hijos del rey a un banquete en Baal Jazor, cerca de la frontera de Efraín, donde sus hombres estaban esquilando ovejas. Además, se presentó ante el rey y dijo: —Este siervo suyo tiene esquiladores trabajando. Le ruego a Su Majestad venir con su corte. —No, hijo mío —respondió el rey—. No debemos ir todos, pues te seríamos una carga. Absalón insistió, pero el rey no quiso ir; sin embargo, le dio su bendición. Entonces Absalón dijo: —Ya que usted no viene, ¿por qué no permite que nos acompañe mi hermano Amnón? —¿Y para qué va a ir contigo? —preguntó el rey. Pero tanto insistió Absalón que el rey dejó que Amnón y sus otros hijos fueran con Absalón. Este, por su parte, había dado instrucciones a sus criados: «No pierdan de vista a Amnón. Y cuando se le alegre el corazón por el vino, yo daré la señal de ataque y ustedes lo matarán. No tengan miedo, pues soy yo quien da la orden. Ánimo; sean valientes». Los criados hicieron con Amnón tal como Absalón había ordenado. Entonces los otros hijos del rey se levantaron, montó cada uno su mula y salieron huyendo. Todavía estaban en camino cuando llegó este rumor a oídos de David: «¡Absalón ha matado a todos los hijos del rey! ¡Ninguno de ellos ha quedado con vida!». El rey se levantó y, rasgándose las vestiduras en señal de duelo, se tiró al suelo. También todos los oficiales que estaban con él se rasgaron las vestiduras. Pero Jonadab, el hijo de Simá y sobrino de David, intervino: —No piense mi señor que todos los príncipes han sido asesinados, solo Amnón. Absalón ya lo tenía decidido desde el día en que Amnón violó a su hermana Tamar. Mi señor el rey no debe dejarse llevar por el rumor de que han muerto todos sus hijos, pues el único que ha muerto es Amnón. El centinela de la ciudad alzó la vista y vio que del oeste, por la ladera del monte, venía bajando una gran multitud. Entonces fue a decirle al rey: «Veo venir gente por el camino de Joronayin, por la ladera del monte». Mientras tanto, Absalón había huido. Jonadab comentó al rey: —Aquí llegan los hijos del rey, tal como yo le había dicho. Apenas había terminado de hablar cuando entraron los hijos del rey; todos ellos lloraban a voz en cuello. También el rey y sus oficiales se pusieron a llorar desconsoladamente. Absalón, en su huida, fue a refugiarse con Talmay, hijo de Amiud, rey de Guesur. Pero el rey David lloraba todos los días por su hijo Amnón. Absalón se quedó en Guesur tres años. Y cuando el rey David se consoló por la muerte de Amnón, comenzó a sentir grandes deseos de ver a Absalón.

2 SAMUEL 13:1-39 Nueva Versión Internacional - Español (NVI)

Pasado algún tiempo sucedió lo siguiente. Absalón, hijo de David, tenía una hermana muy bella que se llamaba Tamar; y Amnón, otro hijo de David, se enamoró de ella. Pero como Tamar era virgen, Amnón se enfermó de angustia al pensar que sería muy difícil llevar a cabo sus intenciones con su hermana. Sin embargo, Amnón tenía un amigo muy astuto que se llamaba Jonadab, hijo de Simá y sobrino de David. Jonadab preguntó a Amnón: —¿Cómo es que tú, todo un príncipe, te ves cada día peor? ¿Por qué no me cuentas lo que te pasa? —Es que estoy muy enamorado de Tamar, la hermana de mi medio hermano Absalón —respondió Amnón. Jonadab sugirió: —Acuéstate y finge que estás enfermo. Cuando tu padre vaya a verte, dile: “Por favor, que venga mi hermana Tamar a darme de comer. Quisiera verla preparar la comida aquí mismo, y que ella me la sirva”. Así que Amnón se acostó y fingió estar enfermo. Y cuando el rey fue a verlo, Amnón dijo: —Por favor, que venga mi hermana Tamar a prepararme aquí mismo dos tortas y que me las sirva. David envió un mensajero a la casa de Tamar, para que diera este recado: «Ve a casa de tu hermano Amnón y prepárale la comida». Tamar fue a casa de su hermano Amnón y lo encontró acostado. Tomó harina, la amasó, preparó las tortas allí mismo y las coció. Luego tomó la sartén para servirle, pero Amnón se negó a comer y ordenó: —¡Fuera de aquí todos! Una vez que todos salieron, Amnón dijo a Tamar: —Trae la comida a mi habitación y dame de comer tú misma. Ella tomó las tortas que había preparado y se las llevó a su hermano Amnón a la habitación, pero cuando se acercó para darle de comer, él la agarró por la fuerza y dijo: —¡Ven, hermana mía, acuéstate conmigo! Pero ella exclamó: —¡No, hermano mío! No me fuerces, que esto no se hace en Israel. ¡No cometas esta infamia! ¿A dónde iría yo con mi vergüenza? ¿Y qué sería de ti? ¡Serías visto en Israel como un depravado! Yo te ruego que hables con el rey; con toda seguridad, no se opondrá a que yo sea tu esposa. Pero Amnón no hizo caso, sino que, aprovechándose de su fuerza, se acostó con ella y la violó. Pero el odio que sintió por ella después de violarla fue mayor que el amor que antes había tenido. Así que dijo: —¡Levántate y vete! —¡No me eches de aquí! —respondió ella—. Después de lo que has hecho conmigo, ¡echarme de aquí sería una maldad aún más terrible! Pero él no hizo caso, sino que llamó a su criado y ordenó: —¡Echa de aquí a esta mujer y cierra la puerta! Así que el criado la echó de la casa y luego cerró bien la puerta. Tamar llevaba puesta una túnica muy elegante, pues así se vestían las princesas vírgenes. Al salir, se echó ceniza en la cabeza, se rasgó la túnica y con las manos a la cabeza se fue por el camino llorando a gritos. Entonces su hermano Absalón dijo: —¡Así que tu hermano Amnón ha estado contigo! Pues bien, hermana mía, cálmate y no digas nada. Toma en cuenta que es tu hermano. Desolada, Tamar se quedó a vivir en casa de su hermano Absalón. El rey David, al enterarse de todo lo que había pasado, se enfureció. Absalón, por su parte, no le dirigía la palabra a Amnón, pues lo odiaba por haber violado a su hermana Tamar. Pasados dos años, Absalón convidó a todos los hijos del rey a un banquete en Baal Jazor, cerca de la frontera de Efraín, donde sus hombres estaban esquilando ovejas. Además, se presentó ante el rey y dijo: —Este siervo suyo tiene esquiladores trabajando. Le ruego a Su Majestad venir con su corte. —No, hijo mío —respondió el rey—. No debemos ir todos, pues te seríamos una carga. Absalón insistió, pero el rey no quiso ir; sin embargo, le dio su bendición. Entonces Absalón dijo: —Ya que usted no viene, ¿por qué no permite que nos acompañe mi hermano Amnón? —¿Y para qué va a ir contigo? —preguntó el rey. Pero tanto insistió Absalón que el rey dejó que Amnón y sus otros hijos fueran con Absalón. Este, por su parte, había dado instrucciones a sus criados: «No pierdan de vista a Amnón. Y cuando se le alegre el corazón por el vino, yo daré la señal de ataque y ustedes lo matarán. No tengan miedo, pues soy yo quien da la orden. Ánimo; sean valientes». Los criados hicieron con Amnón tal como Absalón había ordenado. Entonces los otros hijos del rey se levantaron, montó cada uno su mula y salieron huyendo. Todavía estaban en camino cuando llegó este rumor a oídos de David: «¡Absalón ha matado a todos los hijos del rey! ¡Ninguno de ellos ha quedado con vida!». El rey se levantó y, rasgándose las vestiduras en señal de duelo, se tiró al suelo. También todos los oficiales que estaban con él se rasgaron las vestiduras. Pero Jonadab, el hijo de Simá y sobrino de David, intervino: —No piense mi señor que todos los príncipes han sido asesinados, solo Amnón. Absalón ya lo tenía decidido desde el día en que Amnón violó a su hermana Tamar. Mi señor el rey no debe dejarse llevar por el rumor de que han muerto todos sus hijos, pues el único que ha muerto es Amnón. El centinela de la ciudad alzó la vista y vio que del oeste, por la ladera del monte, venía bajando una gran multitud. Entonces fue a decirle al rey: «Veo venir gente por el camino de Joronayin, por la ladera del monte». Mientras tanto, Absalón había huido. Jonadab comentó al rey: —Aquí llegan los hijos del rey, tal como yo le había dicho. Apenas había terminado de hablar cuando entraron los hijos del rey; todos ellos lloraban a voz en cuello. También el rey y sus oficiales se pusieron a llorar desconsoladamente. Absalón, en su huida, fue a refugiarse con Talmay, hijo de Amiud, rey de Guesur. Pero el rey David lloraba todos los días por su hijo Amnón. Absalón se quedó en Guesur tres años. Y cuando el rey David se consoló por la muerte de Amnón, comenzó a sentir grandes deseos de ver a Absalón.

2 SAMUEL 13:1-39 Traducción en Lenguaje Actual (TLA)

Uno de los hijos de David, que se llamaba Absalón, tenía una hermana muy hermosa llamada Tamar. Otro de los hijos de David, que se llamaba Amnón, se enamoró perdidamente de ella. Como Tamar era todavía muy joven y no había tenido relaciones sexuales, Amnón no encontraba la manera de estar a solas con ella. Eso lo angustiaba tanto que hasta se deprimió. Amnón tenía un amigo muy astuto y malicioso, que se llamaba Jonadab. Además de ser su amigo, Jonadab era su primo, pues era hijo de Simá, el hermano de David. Un día, Jonadab le dijo a Amnón: —Dime, ¿por qué cada día te noto más decaído? ¿Si eres el hijo del rey, qué te puede faltar? Y Amnón le contestó: —Es que estoy enamorado de Tamar, ¡y es mi medio hermana! Jonadab le aconsejó: —Pues métete en la cama, y haz como si estuvieras muy enfermo. Y cuando tu padre venga a verte, pídele que mande a tu hermana Tamar. Dile que necesitas a alguien que te prepare la comida y te la dé en la boca. Amnón fue entonces a acostarse, fingiéndose muy enfermo. Cuando el rey llegó a visitarlo, Amnón le dijo: —Por favor, deja que mi hermana Tamar venga a prepararme unos panes y me dé a comer en la boca. David mandó llamar a Tamar y le dijo: «Ve a la casa de tu hermano Amnón y hazle de comer». Tamar fue a la casa de Amnón, y lo encontró acostado. Entonces tomó harina, preparó la masa, hizo panes y los puso a hornear. Mientras tanto, Amnón no le quitaba la vista de encima. Cuando el pan estuvo listo, Tamar lo puso sobre la mesa. Pero Amnón no quiso levantarse a comer, sino que le dijo a Tamar: «Ordena a los sirvientes que salgan de aquí». En cuanto los sirvientes salieron, Amnón le dijo a Tamar: —Tráeme el pan a la cama, y dame de comer en la boca. Tamar tomó el pan y se lo llevó a su hermano hasta la cama. Pero cuando ya estuvo cerca, Amnón la agarró por la fuerza y le dijo: —Ven, hermanita, acuéstate conmigo. Tamar le contestó: —No, hermano mío; no me obligues a hacer algo tan malo y vergonzoso. Aquí en Israel, eso no se hace. Si me violas, yo tendré que vivir con esa vergüenza y tú quedarás en Israel como un malvado. Yo te ruego que le pidas al rey que me deje ser tu esposa. Estoy segura de que él aceptará. Pero Amnón no le hizo caso. Y como era más fuerte que ella, la forzó a tener relaciones sexuales con él. Sin embargo, cuando terminó la despreció más de lo que antes la había deseado. Entonces le gritó: —¡Lárgate de aquí! Ella le suplicaba: —¡No, hermano mío, no me despidas así! Si lo que has hecho ya es malo, echarme de aquí será peor. Pero Amnón no le hizo caso. Al contrario, llamó a uno de sus sirvientes y le ordenó: «Saca de aquí a esta mujer, y luego cierra bien la puerta». El sirviente echó de la casa a Tamar, y luego cerró la puerta. Tamar llevaba puesto un vestido largo y de colores, pues así se vestían las hijas de los reyes de Israel que todavía eran solteras. Pero al verse en la calle, se echó ceniza sobre la cabeza y rompió su vestido para demostrar su vergüenza. Luego se fue llorando y gritando por todo el camino, agarrándose la cabeza. Cuando Absalón lo supo, la tranquilizó y le dijo: «Hermanita, lo que Amnón ha hecho contigo es terrible. Pero no le guardes rencor, porque es tu hermano». Desde entonces Tamar se fue a vivir a la casa de su hermano Absalón, pero siempre prefería estar sola. Cuando David se enteró de lo que había pasado, se puso muy enojado. Sin embargo, no castigó a Amnón, pues era su hijo mayor y lo quería mucho. Absalón, por su parte, dejó de hablarle a Amnón, pues lo odiaba por haber violado a su hermana. Pasaron dos años. Un día, Absalón invitó a todos los hijos del rey a Baal-hasor, cerca de Efraín. Allí había fiesta, porque era la época en que se cortaba la lana a las ovejas. Absalón mismo fue a invitar al rey, y le dijo: —Me gustaría que Su Majestad y la gente a su servicio vinieran a celebrar conmigo el corte de lana de mis ovejas. Pero el rey le contestó: —Hijo mío, te agradezco la invitación, pero si vamos todos vas a gastar mucho dinero. Absalón insistió en invitar a David, pero él no quiso ir. Sin embargo, le dio su bendición. Entonces Absalón le propuso: —Si usted no puede ir, al menos permita que vaya mi hermano Amnón. David le preguntó: —¿Y por qué tanto interés en Amnón? Pero tanto presionó Absalón al rey que, al fin, dejó que Amnón y sus otros hijos fueran a la fiesta. Allí Absalón les dijo a sus sirvientes: «Vigilen bien a Amnón, y cuando ya esté muy borracho y yo les diga que lo maten, mátenlo. No tengan miedo, que lo van a matar porque yo lo ordeno». Los sirvientes de Absalón cumplieron sus órdenes. Cuando los otros hijos del rey vieron muerto a Amnón, montaron en sus mulas y salieron huyendo. Todavía estaban ellos en camino cuando alguien le avisó a David que Absalón había matado a todos sus hijos. Al oír esto, el rey se levantó de su trono, y en señal de dolor, rompió su ropa y se tiró al suelo. Todos los que estaban a su alrededor hicieron lo mismo, pero Jonadab, el sobrino de David, le dijo: «No crea Su Majestad todo lo que le han dicho. Estoy seguro de que no todos sus hijos han sido asesinados, sino solamente Amnón. Esto es algo que Absalón ya tenía planeado desde el día que Amnón violó a Tamar». En ese momento un vigilante fue a decirle a David: «Por el camino de Horonaim, a un costado del cerro, viene mucha gente». Entonces Jonadab le dijo: «Su Majestad puede ver que yo estaba en lo cierto; sus hijos han vuelto con vida». No había terminado Jonadab de hablar cuando entraron los hijos del rey, y se echaron a llorar. También el rey y sus ayudantes empezaron a llorar amargamente. Durante muchos días David lloró la muerte de su hijo Amnón, aunque también extrañaba mucho a Absalón. Pero Absalón huyó a Guesur y se quedó allí tres años, bajo la protección de Talmai hijo de Amihud, que era rey de ese lugar.

2 SAMUEL 13:1-39 Reina Valera Contemporánea (RVC)

Absalón, el hijo de David, tenía una hermana muy hermosa llamada Tamar. Y Amnón, que era otro de los hijos de David, se enamoró de ella. Era tal su pasión por Tamar que se enfermó de angustia; pero, como ella era virgen, veía muy difícil llegar a poseerla. Sin embargo, Amnón tenía un amigo muy astuto llamado Jonadab, el cual era sobrino de David, pues era hijo de Simea, hermano de David. Un día, Jonadab le preguntó a Amnón: «Oye, cada día te veo más delgado. ¡Y tú eres el hijo del rey! ¿No me vas a decir qué te pasa?» Entonces Amnón le dijo: «Es que estoy enamorado de Tamar, la hermana de mi hermano Absalón.» Entonces Jonadab le aconsejó: «Métete a la cama, y finge que estás enfermo. Y cuando tu padre venga a visitarte, dile: “¡Por favor, que venga mi hermana Tamar! Que me prepare algo y me dé de comer. Si ella lo prepara, yo comeré.”» Amnón fue y se acostó, fingiendo estar enfermo. Y cuando el rey llegó a visitarlo, Amnón le dijo: «¡Por favor, que venga mi hermana Tamar! Que me prepare un par de hojuelas, para que yo coma de su mano.» David llamó a Tamar de su casa, y le dijo: «Ve por favor a la casa de tu hermano Amnón, y hazle algo de comer.» Tamar fue a la casa de su hermano Amnón, que estaba acostado. Al llegar, tomó harina y la amasó, e hizo ante él unas hojuelas y las coció. Luego sacó de la sartén las hojuelas y se las sirvió, pero él no quiso comer, sino que ordenó que todos sus sirvientes salieran. En cuanto estuvieron solos, Amnón le dijo a Tamar: «Trae las hojuelas a mi alcoba, y sírveme de comer.» Tamar llevó a su hermano las hojuelas que le había preparado, y en cuanto ella las puso delante de Amnón, él la agarró y le dijo: «Ven, hermanita; ¡acuéstate conmigo!» Pero ella le respondió: «No, hermano mío, ¡no te aproveches de mí! ¡Eso no se hace en Israel! ¡No cometas tal vileza! Si me deshonras, ¿adónde podría yo ir a esconderme? Además, tú serías señalado en Israel como un hombre perverso. Yo te ruego que hables con el rey. Él no se opondrá a que yo sea tu esposa.» Pero Amnón no quiso escucharla sino que, siendo más fuerte que ella, la obligó a acostarse con él y la violó. Pero después de violarla, el odio que sintió por ella fue mayor que el amor que le había tenido, así que le ordenó: «¡Levántate, y lárgate!» Ella le dijo: «¡No me hagas eso! ¡Si me echas de tu casa, me harás un daño mayor que el de haberme violado!» Pero Amnón no le hizo caso, sino que llamó a su criado y le ordenó: «¡Echa a esta mujer fuera de mi casa! Y en cuanto la eches, ¡cierra la puerta!» En efecto, el criado de Amnón la echó fuera de la casa, y enseguida cerró la puerta. Y Tamar, que llevaba puesto un vestido de colores, como el que usaban todas las hijas de los reyes, cuando eran vírgenes, se rasgó el vestido de colores, se echó ceniza sobre la cabeza, y con la cabeza entre sus manos se fue gritando. Luego, su hermano Absalón le preguntó: «¿Así que tu hermano Amnón se acostó contigo? Pues no digas nada de esto, hermana mía, sino tranquilízate, porque es tu hermano.» Tamar, muy desconsolada, se quedó en casa de su hermano Absalón. El rey David se enteró de lo que Amnón había hecho, y se llenó de ira. Absalón, por su parte, aunque aborrecía a su hermano Amnón por haber violado a Tamar su hermana, no le dijo absolutamente nada. Pero dos años después, Absalón tenía gente trasquilando sus ovejas en Baal Jasor, cerca del pueblo de Efraín, así que invitó a todos los hijos del rey a una comida. Fue a ver al rey, y le dijo: «Tengo hombres trasquilando mis ovejas. Ruego a Su Majestad me honre con su compañía. También pueden acompañarlo sus siervos.» Pero el rey le dijo: «No, hijo mío. Si vamos todos, ¡te haremos gastar demasiado!» Y el rey no quiso ir, aunque le dio su bendición. Sin embargo, Absalón insistió: «Si no puedes venir, te ruego que dejes ir a mi hermano Amnón.» Y el rey le preguntó: «¿Y por qué quieres que vaya?» Y tanto insistió Absalón que el rey dejó ir a Amnón y a todos sus hijos. Pero Absalón ya había instruido a sus sirvientes: «Manténganse atentos para cuando vean que el vino ya ha puesto muy alegre a Amnón, y a una orden mía ustedes lo matarán. No tengan miedo, que ustedes solo estarán cumpliendo mis órdenes. ¡Ánimo, y mucho valor!» Y así, los siervos de Absalón, siguiendo sus órdenes, mataron a Amnón. Entonces los otros hijos del rey montaron en sus mulas y huyeron. Todavía estaban ellos en camino cuando llegó a oídos de David que Absalón había matado a todos los hijos del rey, y que ninguno había quedado con vida. Entonces David se levantó de su trono, se rasgó los vestidos y se tendió en el suelo, lo mismo que todos sus siervos. Pero allí estaba su sobrino, Jonadab hijo de Simea, y este le dijo: «Que no le mientan, Su Majestad. No han muerto todos sus hijos. Solo ha muerto Amnón, pues así lo había decidido Absalón desde el día en que Amnón violó a su hermana Tamar. No crea Su Majestad ese rumor de que todos sus hijos han muerto. El único que ha muerto es Amnón.» Mientras tanto, Absalón huyó. Y cuando el joven que vigilaba el camino vio que del lado del monte venía mucha gente, justamente a sus espaldas, corrió a dar el aviso. Entonces Jonadab le dijo al rey: «Allí vienen los hijos de Su Majestad, tal y como este siervo suyo le había dicho.» Apenas había dicho esto cuando entraron los hijos del rey, llorando amargamente. Entonces el rey y sus sirvientes se unieron al llanto, en medio de grandes lamentos. Absalón huyó a tierras de Talmay hijo de Amiud, que era rey de Gesur. Y David lloraba todos los días por su hijo Amnón. Absalón, por su parte, huyó a Gesur, y allí se quedó tres años. Y cuando David se consoló por la muerte de Amnón, sintió deseos de ver a Absalón.

2 SAMUEL 13:1-39 Biblia Dios Habla Hoy (DHH94I)

Absalón, hijo de David, tenía una hermana muy hermosa, llamada Tamar. Y sucedió que Amnón,, hijo también de David, se enamoró de ella, a tal grado que acabó por enfermarse de angustia, pues como su hermana Tamar no había tenido aún relaciones con ningún hombre, él encontraba muy difícil hacerle algo. Pero Amnón tenía un amigo muy astuto, llamado Jonadab, que era hijo de Simá, hermano de David. Un día Jonadab le preguntó: —¿Qué te pasa, príncipe? ¿Por qué estás cada día más desmejorado? ¿No me lo vas a contar? Amnón le respondió: —Es que estoy enamorado de Tamar, la hermana de mi hermano Absalón. Entonces Jonadab le aconsejó: —Métete en la cama y hazte el enfermo. Y cuando vaya a verte tu padre, dile que, por favor, mande a tu hermana Tamar para que te dé de comer y prepare alguna comida allí mismo, para que tú la veas y comas lo que ella te dé. Amnón se metió en la cama y se hizo el enfermo. Y cuando el rey fue a verlo, Amnón le dijo: —¡Por favor! Que venga mi hermana Tamar y haga aquí mismo un par de tortas, y que ella misma me sirva. Entonces David mandó a Tamar a la casa, y le dijo: —Ve, por favor, a casa de tu hermano Amnón, y prepárale algo de comer. Tamar fue a casa de su hermano Amnón, que estaba acostado. Y tomó ella harina, y la amasó, y allí mismo preparó las tortas y las coció; luego tomó la sartén y le sirvió las tortas; pero Amnón no quiso comer, y ordenó que salieran todos los que allí estaban. Cuando ya todos habían salido, Amnón le dijo a Tamar: —Trae la comida a mi habitación, y sírveme tú misma. Tamar tomó las tortas que había hecho y se las llevó a su hermano Amnón a su habitación, pero cuando se las acercó para que comiera, él la sujetó y le dijo: —Ven, hermana mía, acuéstate conmigo. Ella le respondió: —No, hermano mío, no me deshonres, porque esto no se hace en Israel. ¡No cometas tal infamia! ¿A dónde podría ir yo con mi vergüenza? Y por lo que a ti toca, serías considerado en Israel como un necio. Te ruego que hables con el rey, que él no se opondrá a que yo sea tuya. Amnón no quiso hacerle caso, y como era más fuerte que Tamar, la forzó y se acostó con ella. Pero fue tal el odio que Amnón sintió después hacia ella, que terminó aborreciéndola más de lo que la había amado. Así que le ordenó: —Levántate y vete. Tamar le contestó: —¡No, hermano mío, porque el echarme ahora de aquí sería una maldad peor que la que has cometido conmigo! Amnón no quiso hacerle caso; por el contrario, llamó a su criado y le ordenó: —¡Echa de aquí a esta mujer, y luego cierra bien la puerta! El criado la echó fuera de la casa, y luego cerró bien la puerta. Entonces Tamar, que llevaba puesta una túnica muy elegante, ropa que acostumbraban usar las princesas solteras, se echó ceniza en la cabeza, rasgó la túnica que llevaba puesta y, con las manos sobre la cabeza, se fue llorando por el camino. Entonces su hermano Absalón le preguntó: —¿Así que fue tu hermano Amnón quien te hizo esto? En tal caso, guarda silencio, hermana mía, pues es tu hermano. No te preocupes demasiado por este asunto. Tamar, al verse abandonada, se quedó en casa de su hermano Absalón. Cuando el rey David se enteró de todo lo sucedido, se puso muy furioso; pero no reprendió a su hijo Amnón porque, como era su hijo mayor, lo quería mucho. Absalón, por su parte, no le dijo nada a Amnón, pero lo odiaba por haber deshonrado a su hermana Tamar. Dos años después, la gente de Absalón estaba trasquilando sus ovejas en Baal-hasor, cerca del pueblo de Efraín, y Absalón invitó a comer a todos los hijos del rey. Además fue a ver al rey, y le dijo: —Ahora que mis hombres están trasquilando mis ovejas, desearía que Su Majestad y sus oficiales honraran con su compañía a este siervo suyo. Pero el rey le respondió: —No, hijo mío, no podemos ir todos nosotros, para no ocasionarte demasiados gastos. Y aunque Absalón insistió, el rey no quiso ir, pero le dio su bendición. Entonces Absalón dijo: —Si eso no es posible, permita al menos Su Majestad que nos acompañe mi hermano Amnón. —¿Y por qué quieres que te acompañe Amnón? —preguntó el rey. Pero Absalón insistió tanto, que el rey permitió que Amnón y sus demás hijos fueran con él. Absalón había preparado un banquete digno de un rey, y había ordenado a sus criados: «Fíjense bien cuando a Amnón ya se le haya subido el vino, y cuando yo les diga que lo maten, mátenlo. No tengan miedo de hacerlo, pues son órdenes mías. Así que tengan ánimo y valor.» Por lo tanto, cumpliendo las órdenes de Absalón, sus criados mataron a Amnón. Entonces todos los hijos del rey se levantaron, y montando en sus mulas huyeron. Cuando aún estaban de camino, le llegó a David el rumor de que Absalón había matado a todos sus hijos, y que ninguno de ellos había quedado vivo. Entonces el rey se levantó, se rasgó la ropa en señal de dolor y se tendió en el suelo. Todos sus oficiales allí presentes se rasgaron también la ropa; pero Jonadab, el hijo de Simá, hermano de David, tomó la palabra y dijo: —No piense Su Majestad que han matado a todos sus hijos. Solo han matado a Amnón, pues así lo había decidido Absalón desde el día que Amnón violó a su hermana Tamar. Por lo tanto, no crea Su Majestad que todos los príncipes han muerto. El único que ha muerto es Amnón. Mientras Absalón se daba a la fuga, el joven que estaba de centinela alzó la vista y vio un grupo numeroso de gente que bajaba por el camino de Horonaim, por la ladera de la montaña. Entonces el centinela fue a decirle al rey que había visto gente bajando por el camino de Horonaim. Y Jonadab dijo al rey: —Ya vienen los hijos de Su Majestad, tal como había pensado este servidor suyo. Apenas había terminado él de hablar, cuando llegaron los hijos del rey y se pusieron a llorar a voz en cuello. También el rey y todos sus oficiales lloraron muchísimo. Absalón, por su parte, huyó y se fue con Talmai, hijo de Amihud, rey de Guesur, y allí se quedó durante tres años. Y David lloraba todos los días por la muerte de su hijo Amnón, pero cuando se consoló de su muerte, sintió un profundo deseo de ver a Absalón.

2 SAMUEL 13:1-39 Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)

Aconteció después de esto, que teniendo Absalón hijo de David una hermana hermosa que se llamaba Tamar, se enamoró de ella Amnón hijo de David. Y estaba Amnón angustiado hasta enfermarse por Tamar su hermana, pues por ser ella virgen, le parecía a Amnón que sería difícil hacerle cosa alguna. Y Amnón tenía un amigo que se llamaba Jonadab, hijo de Simea, hermano de David; y Jonadab era hombre muy astuto. Y este le dijo: Hijo del rey, ¿por qué de día en día vas enflaqueciendo así? ¿No me lo descubrirás a mí? Y Amnón le respondió: Yo amo a Tamar la hermana de Absalón mi hermano. Y Jonadab le dijo: Acuéstate en tu cama, y finge que estás enfermo; y cuando tu padre viniere a visitarte, dile: Te ruego que venga mi hermana Tamar, para que me dé de comer, y prepare delante de mí alguna vianda, para que al verla yo la coma de su mano. Se acostó, pues, Amnón, y fingió que estaba enfermo; y vino el rey a visitarle. Y dijo Amnón al rey: Yo te ruego que venga mi hermana Tamar, y haga delante de mí dos hojuelas, para que coma yo de su mano. Y David envió a Tamar a su casa, diciendo: Ve ahora a casa de Amnón tu hermano, y hazle de comer. Y fue Tamar a casa de su hermano Amnón, el cual estaba acostado; y tomó harina, y amasó, e hizo hojuelas delante de él y las coció. Tomó luego la sartén, y las sacó delante de él; mas él no quiso comer. Y dijo Amnón: Echad fuera de aquí a todos. Y todos salieron de allí. Entonces Amnón dijo a Tamar: Trae la comida a la alcoba, para que yo coma de tu mano. Y tomando Tamar las hojuelas que había preparado, las llevó a su hermano Amnón a la alcoba. Y cuando ella se las puso delante para que comiese, asió de ella, y le dijo: Ven, hermana mía, acuéstate conmigo. Ella entonces le respondió: No, hermano mío, no me hagas violencia; porque no se debe hacer así en Israel. No hagas tal vileza. Porque ¿adónde iría yo con mi deshonra? Y aun tú serías estimado como uno de los perversos en Israel. Te ruego pues, ahora, que hables al rey, que él no me negará a ti. Mas él no la quiso oír, sino que pudiendo más que ella, la forzó, y se acostó con ella. Luego la aborreció Amnón con tan gran aborrecimiento, que el odio con que la aborreció fue mayor que el amor con que la había amado. Y le dijo Amnón: Levántate, y vete. Y ella le respondió: No hay razón; mayor mal es este de arrojarme, que el que me has hecho. Mas él no la quiso oír, sino que llamando a su criado que le servía, le dijo: Échame a esta fuera de aquí, y cierra tras ella la puerta. Y llevaba ella un vestido de diversos colores, traje que vestían las hijas vírgenes de los reyes. Su criado, pues, la echó fuera, y cerró la puerta tras ella. Entonces Tamar tomó ceniza y la esparció sobre su cabeza, y rasgó la ropa de colores de que estaba vestida, y puesta su mano sobre su cabeza, se fue gritando. Y le dijo su hermano Absalón: ¿Ha estado contigo tu hermano Amnón? Pues calla ahora, hermana mía; tu hermano es; no se angustie tu corazón por esto. Y se quedó Tamar desconsolada en casa de Absalón su hermano. Y luego que el rey David oyó todo esto, se enojó mucho. Mas Absalón no habló con Amnón ni malo ni bueno; aunque Absalón aborrecía a Amnón, porque había forzado a Tamar su hermana. Aconteció pasados dos años, que Absalón tenía esquiladores en Baal-hazor, que está junto a Efraín; y convidó Absalón a todos los hijos del rey. Y vino Absalón al rey, y dijo: He aquí, tu siervo tiene ahora esquiladores; yo ruego que venga el rey y sus siervos con tu siervo. Y respondió el rey a Absalón: No, hijo mío, no vamos todos, para que no te seamos gravosos. Y aunque porfió con él, no quiso ir, mas le bendijo. Entonces dijo Absalón: Pues si no, te ruego que venga con nosotros Amnón mi hermano. Y el rey le respondió: ¿Para qué ha de ir contigo? Pero como Absalón le importunaba, dejó ir con él a Amnón y a todos los hijos del rey. Y Absalón había dado orden a sus criados, diciendo: Os ruego que miréis cuando el corazón de Amnón esté alegre por el vino; y al decir yo: Herid a Amnón, entonces matadle, y no temáis, pues yo os lo he mandado. Esforzaos, pues, y sed valientes. Y los criados de Absalón hicieron con Amnón como Absalón les había mandado. Entonces se levantaron todos los hijos del rey, y montaron cada uno en su mula, y huyeron. Estando ellos aún en el camino, llegó a David el rumor que decía: Absalón ha dado muerte a todos los hijos del rey, y ninguno de ellos ha quedado. Entonces levantándose David, rasgó sus vestidos, y se echó en tierra, y todos sus criados que estaban junto a él también rasgaron sus vestidos. Pero Jonadab, hijo de Simea hermano de David, habló y dijo: No diga mi señor que han dado muerte a todos los jóvenes hijos del rey, pues solo Amnón ha sido muerto; porque por mandato de Absalón esto había sido determinado desde el día en que Amnón forzó a Tamar su hermana. Por tanto, ahora no ponga mi señor el rey en su corazón ese rumor que dice: Todos los hijos del rey han sido muertos; porque solo Amnón ha sido muerto. Y Absalón huyó. Entre tanto, alzando sus ojos el joven que estaba de atalaya, miró, y he aquí mucha gente que venía por el camino a sus espaldas, del lado del monte. Y dijo Jonadab al rey: He allí los hijos del rey que vienen; es así como tu siervo ha dicho. Cuando él acabó de hablar, he aquí los hijos del rey que vinieron, y alzando su voz lloraron. Y también el mismo rey y todos sus siervos lloraron con muy grandes lamentos. Mas Absalón huyó y se fue a Talmai hijo de Amiud, rey de Gesur. Y David lloraba por su hijo todos los días. Así huyó Absalón y se fue a Gesur, y estuvo allá tres años. Y el rey David deseaba ver a Absalón; pues ya estaba consolado acerca de Amnón, que había muerto.

2 SAMUEL 13:1-39 La Biblia de las Américas (LBLA)

Después de esto aconteció que teniendo Absalón, hijo de David, una hermana muy hermosa que se llamaba Tamar, se enamoró de ella Amnón, hijo de David. Y Amnón estaba tan atormentado a causa de su hermana Tamar que se enfermó, porque ella era virgen, y le parecía difícil a Amnón hacerle cosa alguna. Pero Amnón tenía un amigo que se llamaba Jonadab, hijo de Simea, hermano de David; y Jonadab era un hombre muy astuto. Y este le dijo: Hijo del rey, ¿por qué estás tan deprimido día tras día? ¿No me lo contarás? Y Amnón le dijo: Estoy enamorado de Tamar, hermana de mi hermano Absalón. Entonces Jonadab le dijo: Acuéstate en tu cama, y finge que estás enfermo; y cuando tu padre venga a verte, dile: «Te ruego que dejes que mi hermana Tamar venga y me dé algún alimento para comer, y que prepare la comida delante de mí para que yo la vea y la coma de su mano». Amnón se acostó y se fingió enfermo. Cuando el rey vino a verlo, Amnón dijo al rey: Te ruego que venga mi hermana Tamar y haga dos tortas delante de mí para que yo coma de su mano. Y David envió mensaje a Tamar, a su casa, diciendo: Ve ahora a la casa de tu hermano Amnón, y prepárale la comida. Fue, pues, Tamar a la casa de su hermano Amnón, y él estaba acostado. Y ella tomó masa, la amasó, hizo tortas delante de él y las coció. Y tomando la sartén, las sirvió delante de él, pero él rehusó comer. Y Amnón dijo: Que salgan todos de aquí. Y todos salieron de allí. Entonces Amnón dijo a Tamar: Trae la comida a la alcoba para que yo coma de tu mano. Y Tamar tomó las tortas que había hecho y las llevó a su hermano Amnón a la alcoba. Cuando ella se las llevó para que comiera, él le echó mano, y le dijo: Ven, acuéstate conmigo, hermana mía. Pero ella le respondió: No, hermano mío, no abuses de mí, porque tal cosa no se hace en Israel; no cometas esta infamia. Pues, ¿adónde iría yo con mi deshonra? Y tú serías como uno de los insensatos de Israel. Ahora pues, te ruego que hables al rey, que él no me negará a ti. Pero él no quiso escucharla; como era más fuerte que ella, la forzó, y se acostó con ella. Entonces Amnón la aborreció con un odio muy grande; porque el odio con que la aborreció fue mayor que el amor con que la había amado. Y Amnón le dijo: Levántate, vete. Pero ella le respondió: No, porque esta injusticia que me haces, echándome fuera, es mayor que la otra que me has hecho. Mas él no quiso oírla. Llamó, pues, a su criado que le servía y le dijo: Echa a esta mujer fuera de aquí, y cierra la puerta tras ella. (Llevaba ella un vestido de manga larga, porque así se vestían con túnicas las hijas vírgenes del rey.) Su criado la echó fuera, y cerró la puerta tras ella. Entonces Tamar se puso ceniza sobre la cabeza, rasgó el vestido de manga larga que llevaba puesto, y se fue gritando con las manos sobre la cabeza. Su hermano Absalón le dijo: ¿Ha estado contigo tu hermano Amnón? Guarda silencio ahora, hermana mía; tu hermano es; no se angustie tu corazón por este asunto. Tamar, pues, se quedó desconsolada en casa de su hermano Absalón. Cuando el rey David se enteró de todas estas cosas, se enojó mucho. Pero Absalón no le habló a Amnón ni bien ni mal; pues Absalón odiaba a Amnón, porque había violado a su hermana Tamar. Después de dos años, aconteció que teniendo Absalón esquiladores de ovejas en Baal-hazor, que está junto a Efraín, Absalón invitó a todos los hijos del rey. Y vino Absalón al rey y dijo: He aquí, ahora tu siervo tiene esquiladores de ovejas; ruego que venga el rey y sus siervos con tu siervo. Mas el rey respondió a Absalón: No, hijo mío, no debemos ir todos, para no ser carga para ti. Y aunque le insistió, no quiso ir, mas lo bendijo. Entonces Absalón dijo: Pues si no, te ruego que dejes ir a mi hermano Amnón con nosotros. Y el rey le respondió: ¿Por qué ha de ir contigo? Mas cuando Absalón le insistió, dejó ir con él a Amnón y a todos los hijos del rey. Absalón ordenó a sus siervos, diciendo: Mirad, cuando el corazón de Amnón esté alegre por el vino, y cuando yo os diga: «Herid a Amnón», entonces matadle. No temáis; ¿no os lo he mandado yo? Tened ánimo y sed valientes. Y los siervos de Absalón hicieron a Amnón tal como Absalón les había mandado. Entonces todos los hijos del rey se levantaron, y montándose cada uno en su mulo, huyeron. Estando aún ellos en el camino, llegó a David el rumor que decía: Absalón ha dado muerte a todos los hijos del rey, y no ha quedado ni uno de ellos. Entonces el rey se levantó, rasgó sus vestidos y se echó en tierra; y todos sus siervos estaban a su lado con los vestidos rasgados. Y Jonadab, hijo de Simea, hermano de David, dijo: No crea mi señor que han dado muerte a todos los jóvenes, hijos del rey, pues solo ha muerto Amnón; porque esto había sido determinado por decisión de Absalón desde el día en que Amnón violó a su hermana Tamar. Ahora pues, no tome en serio mi señor el rey el rumor que dice: «todos los hijos del rey murieron», porque solo Amnón ha muerto. Entre tanto Absalón había huido. Y el joven que estaba de atalaya alzó los ojos y miró, y he aquí, mucha gente que venía por el camino que estaba a sus espaldas del lado del monte. Y Jonadab dijo al rey: He aquí, son los hijos del rey que vienen; conforme a la palabra de tu siervo, así ha sucedido. Y aconteció que apenas había acabado de hablar, he aquí, los hijos del rey llegaron, alzaron su voz y lloraron; y también el rey y todos sus siervos lloraron muy amargamente. Huyó Absalón y fue a Talmai, hijo de Amiud, rey de Gesur. Y David lloraba por su hijo todos los días. Así fue que Absalón huyó a Gesur, y estuvo allí tres años. Y el rey David ansiaba ir adonde estaba Absalón, pues con respecto a Amnón que había muerto, ya se había consolado.

2 SAMUEL 13:1-39 Nueva Traducción Viviente (NTV)

Ahora bien, Absalón, hijo de David, tenía una hermana muy hermosa llamada Tamar; y Amnón, su medio hermano, se enamoró perdidamente de ella. Amnón se obsesionó tanto con Tamar que se enfermó. Ella era virgen, y Amnón pensó que nunca podría poseerla. Pero Amnón tenía un amigo muy astuto, su primo Jonadab, quien era hijo de Simea, hermano de David. Cierto día Jonadab le dijo a Amnón: —¿Cuál es el problema? ¿Por qué debe el hijo de un rey verse tan abatido día tras día? Entonces Amnón le dijo: —Estoy enamorado de Tamar, hermana de mi hermano Absalón. —Bien —dijo Jonadab—, te diré lo que tienes que hacer. Vuelve a la cama y finge que estás enfermo. Cuando tu padre venga a verte, pídele que le permita a Tamar venir y prepararte algo de comer. Dile que te hará sentir mejor si ella prepara los alimentos en tu presencia y te da de comer con sus propias manos. Entonces Amnón se acostó y fingió estar enfermo. Cuando el rey fue a verlo, Amnón le pidió: «Por favor, deja que mi hermana Tamar venga y me prepare mi comida preferida mientras yo observo, así podré comer de sus manos». Entonces David aceptó la propuesta y envió a Tamar a la casa de Amnón para que le preparara algo de comer. Cuando Tamar llegó a la casa de Amnón, fue a donde él estaba acostado para que pudiera verla mientras preparaba la masa. Luego le horneó su comida preferida, pero cuando ella le llevó la bandeja, Amnón se negó a comer y les dijo a sus sirvientes: «Salgan todos de aquí». Así que todos salieron. Entonces él le dijo a Tamar: —Ahora trae la comida a mi dormitorio y dame de comer aquí. Tamar le llevó su comida preferida, pero cuando ella comenzó a darle de comer, la agarró y le insistió: —Ven, mi amada hermana, acuéstate conmigo. —¡No, hermano mío! —imploró ella—. ¡No seas insensato! ¡No me hagas esto! En Israel no se hace semejante perversidad. ¿Adónde podría ir con mi vergüenza? Y a ti te dirán que eres uno de los necios más grandes de Israel. Por favor, simplemente habla con el rey, y él te permitirá casarte conmigo. Pero Amnón no quiso escucharla y, como era más fuerte que ella, la violó. De pronto, el amor de Amnón se transformó en odio, y la llegó a odiar aún más de lo que la había amado. —¡Vete de aquí! —le gruñó. —¡No, no! —gritó Tamar—. ¡Echarme de aquí ahora es aún peor de lo que ya me has hecho! Pero Amnón no quiso escucharla. Entonces llamó a su sirviente y le ordenó: —¡Echa fuera a esta mujer y cierra la puerta detrás de ella! Así que el sirviente la sacó y cerró la puerta detrás de ella. Tamar llevaba puesta una hermosa túnica larga, como era costumbre en esos días para las hijas vírgenes del rey. Pero entonces, ella rasgó su túnica y echó ceniza sobre su cabeza y, cubriéndose la cara con las manos, se fue llorando. Su hermano Absalón la vio y le preguntó: «¿Es verdad que Amnón ha estado contigo? Bien, hermanita, quédate callada por ahora, ya que él es tu hermano. No te angusties por esto». Así pues, Tamar vivió como una mujer desconsolada en la casa de su hermano Absalón. Cuando el rey David se enteró de lo que había sucedido, se enojó mucho. Absalón nunca habló de esto con Amnón, sin embargo, lo odió profundamente por lo que le había hecho a su hermana. Dos años después, cuando se esquilaban las ovejas de Absalón en Baal-hazor, cerca de Efraín, Absalón invitó a todos los hijos del rey a una fiesta. Él fue adonde estaba el rey y le dijo: —Mis esquiladores ya se encuentran trabajando. ¿Podrían el rey y sus siervos venir a celebrar esta ocasión conmigo? El rey contestó: —No, hijo mío. Si fuéramos todos, seríamos mucha carga para ti. Entonces Absalón insistió, pero aun así el rey dijo que no iría, aunque le dio su bendición. —Bien —le dijo al rey—, si no puedes ir, ¿por qué no envías a mi hermano Amnón con nosotros? —¿Por qué a Amnón? —preguntó el rey. Pero Absalón siguió insistiendo hasta que por fin el rey accedió y dejó que todos sus hijos asistieran, entre ellos Amnón. Así que Absalón preparó un banquete digno de un rey. Absalón les dijo a sus hombres: —Esperen hasta que Amnón se emborrache; entonces, a mi señal, ¡mátenlo! No tengan miedo. Yo soy quien da la orden. ¡Anímense y háganlo! Por lo tanto, cuando Absalón dio la señal, mataron a Amnón. Enseguida los otros hijos del rey montaron sus mulas y huyeron. Mientras iban de regreso a Jerusalén, a David le llegó este informe: «Absalón mató a todos los hijos del rey, ¡ninguno quedó con vida!». Entonces el rey se levantó, rasgó su túnica y se tiró al suelo. Sus consejeros también rasgaron sus ropas en señal de horror y tristeza. Pero justo en ese momento, Jonadab el hijo de Simea, hermano de David, llegó y dijo: —No, no crea que todos los hijos del rey están muertos, ¡solamente Amnón! Absalón había estado tramando esto desde que Amnón violó a su hermana Tamar. No, mi señor el rey, ¡no todos sus hijos están muertos! ¡Solo murió Amnón! Mientras tanto, Absalón escapó. En ese momento, el centinela que estaba sobre la muralla de Jerusalén vio a una multitud descendiendo de una colina por el camino desde el occidente. Entonces corrió y le dijo al rey: —Veo a una multitud que viene por el camino de Horonaim por la ladera de la colina. —¡Mire! —le dijo Jonadab al rey—. ¡Allí están! Ya vienen los hijos del rey, tal como dije. Pronto llegaron, llorando y sollozando. Entonces el rey y todos sus siervos lloraron amargamente con ellos. Y David hizo duelo por su hijo Amnón por muchos días. Absalón huyó adonde estaba su abuelo Talmai, hijo de Amiud, rey de Gesur. Se quedó en Gesur por tres años. Y el rey David, ya resignado de la muerte de Amnón, anhelaba reencontrarse con su hijo Absalón.