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1 REYES 2:1-46

1 REYES 2:1-46 Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)

Llegaron los días en que David había de morir, y ordenó a Salomón su hijo, diciendo: Yo sigo el camino de todos en la tierra; esfuérzate, y sé hombre. Guarda los preceptos de Jehová tu Dios, andando en sus caminos, y observando sus estatutos y mandamientos, sus decretos y sus testimonios, de la manera que está escrito en la ley de Moisés, para que prosperes en todo lo que hagas y en todo aquello que emprendas; para que confirme Jehová la palabra que me habló, diciendo: Si tus hijos guardaren mi camino, andando delante de mí con verdad, de todo su corazón y de toda su alma, jamás, dice, faltará a ti varón en el trono de Israel. Ya sabes tú lo que me ha hecho Joab hijo de Sarvia, lo que hizo a dos generales del ejército de Israel, a Abner hijo de Ner y a Amasa hijo de Jeter, a los cuales él mató, derramando en tiempo de paz la sangre de guerra, y poniendo sangre de guerra en el talabarte que tenía sobre sus lomos, y en los zapatos que tenía en sus pies. Tú, pues, harás conforme a tu sabiduría; no dejarás descender sus canas al Seol en paz. Mas a los hijos de Barzilai galaadita harás misericordia, que sean de los convidados a tu mesa; porque ellos vinieron de esta manera a mí, cuando iba huyendo de Absalón tu hermano. También tienes contigo a Simei hijo de Gera, hijo de Benjamín, de Bahurim, el cual me maldijo con una maldición fuerte el día que yo iba a Mahanaim. Mas él mismo descendió a recibirme al Jordán, y yo le juré por Jehová diciendo: Yo no te mataré a espada. Pero ahora no lo absolverás; pues hombre sabio eres, y sabes cómo debes hacer con él; y harás descender sus canas con sangre al Seol. Y durmió David con sus padres, y fue sepultado en su ciudad. Los días que reinó David sobre Israel fueron cuarenta años; siete años reinó en Hebrón, y treinta y tres años reinó en Jerusalén. Y se sentó Salomón en el trono de David su padre, y su reino fue firme en gran manera. Entonces Adonías hijo de Haguit vino a Betsabé madre de Salomón; y ella le dijo: ¿Es tu venida de paz? Él respondió: Sí, de paz. En seguida dijo: Una palabra tengo que decirte. Y ella dijo: Di. Él dijo: Tú sabes que el reino era mío, y que todo Israel había puesto en mí su rostro para que yo reinara; mas el reino fue traspasado, y vino a ser de mi hermano, porque por Jehová era suyo. Ahora yo te hago una petición; no me la niegues. Y ella le dijo: Habla. Él entonces dijo: Yo te ruego que hables al rey Salomón (porque él no te lo negará), para que me dé a Abisag sunamita por mujer. Y Betsabé dijo: Bien; yo hablaré por ti al rey. Vino Betsabé al rey Salomón para hablarle por Adonías. Y el rey se levantó a recibirla, y se inclinó ante ella, y volvió a sentarse en su trono, e hizo traer una silla para su madre, la cual se sentó a su diestra. Y ella dijo: Una pequeña petición pretendo de ti; no me la niegues. Y el rey le dijo: Pide, madre mía, que yo no te la negaré. Y ella dijo: Dese a Abisag sunamita por mujer a tu hermano Adonías. El rey Salomón respondió y dijo a su madre: ¿Por qué pides a Abisag sunamita para Adonías? Demanda también para él el reino; porque él es mi hermano mayor, y ya tiene también al sacerdote Abiatar, y a Joab hijo de Sarvia. Y el rey Salomón juró por Jehová, diciendo: Así me haga Dios y aun me añada, que contra su vida ha hablado Adonías estas palabras. Ahora, pues, vive Jehová, quien me ha confirmado y me ha puesto sobre el trono de David mi padre, y quien me ha hecho casa, como me había dicho, que Adonías morirá hoy. Entonces el rey Salomón envió por mano de Benaía hijo de Joiada, el cual arremetió contra él, y murió. Y el rey dijo al sacerdote Abiatar: Vete a Anatot, a tus heredades, pues eres digno de muerte; pero no te mataré hoy, por cuanto has llevado el arca de Jehová el Señor delante de David mi padre, y además has sido afligido en todas las cosas en que fue afligido mi padre. Así echó Salomón a Abiatar del sacerdocio de Jehová, para que se cumpliese la palabra de Jehová que había dicho sobre la casa de Elí en Silo. Y vino la noticia a Joab; porque también Joab se había adherido a Adonías, si bien no se había adherido a Absalón. Y huyó Joab al tabernáculo de Jehová, y se asió de los cuernos del altar. Y se le hizo saber a Salomón que Joab había huido al tabernáculo de Jehová, y que estaba junto al altar. Entonces envió Salomón a Benaía hijo de Joiada, diciendo: Ve, y arremete contra él. Y entró Benaía al tabernáculo de Jehová, y le dijo: El rey ha dicho que salgas. Y él dijo: No, sino que aquí moriré. Y Benaía volvió con esta respuesta al rey, diciendo: Así dijo Joab, y así me respondió. Y el rey le dijo: Haz como él ha dicho; mátale y entiérrale, y quita de mí y de la casa de mi padre la sangre que Joab ha derramado injustamente. Y Jehová hará volver su sangre sobre su cabeza; porque él ha dado muerte a dos varones más justos y mejores que él, a los cuales mató a espada sin que mi padre David supiese nada: a Abner hijo de Ner, general del ejército de Israel, y a Amasa hijo de Jeter, general del ejército de Judá. La sangre, pues, de ellos recaerá sobre la cabeza de Joab, y sobre la cabeza de su descendencia para siempre; mas sobre David y sobre su descendencia, y sobre su casa y sobre su trono, habrá perpetuamente paz de parte de Jehová. Entonces Benaía hijo de Joiada subió y arremetió contra él, y lo mató; y fue sepultado en su casa en el desierto. Y el rey puso en su lugar a Benaía hijo de Joiada sobre el ejército, y a Sadoc puso el rey por sacerdote en lugar de Abiatar. Después envió el rey e hizo venir a Simei, y le dijo: Edifícate una casa en Jerusalén y mora ahí, y no salgas de allí a una parte ni a otra; porque sabe de cierto que el día que salieres y pasares el torrente de Cedrón, sin duda morirás, y tu sangre será sobre tu cabeza. Y Simei dijo al rey: La palabra es buena; como el rey mi señor ha dicho, así lo hará tu siervo. Y habitó Simei en Jerusalén muchos días. Pero pasados tres años, aconteció que dos siervos de Simei huyeron a Aquis hijo de Maaca, rey de Gat. Y dieron aviso a Simei, diciendo: He aquí que tus siervos están en Gat. Entonces Simei se levantó y ensilló su asno y fue a Aquis en Gat, para buscar a sus siervos. Fue, pues, Simei, y trajo sus siervos de Gat. Luego fue dicho a Salomón que Simei había ido de Jerusalén hasta Gat, y que había vuelto. Entonces el rey envió e hizo venir a Simei, y le dijo: ¿No te hice jurar yo por Jehová, y te protesté diciendo: El día que salieres y fueres acá o allá, sabe de cierto que morirás? Y tú me dijiste: La palabra es buena, yo la obedezco. ¿Por qué, pues, no guardaste el juramento de Jehová, y el mandamiento que yo te impuse? Dijo además el rey a Simei: Tú sabes todo el mal, el cual tu corazón bien sabe, que cometiste contra mi padre David; Jehová, pues, ha hecho volver el mal sobre tu cabeza. Y el rey Salomón será bendito, y el trono de David será firme perpetuamente delante de Jehová. Entonces el rey mandó a Benaía hijo de Joiada, el cual salió y lo hirió, y murió. Y el reino fue confirmado en la mano de Salomón.

1 REYES 2:1-46 Nueva Versión Internacional - Español (NVI)

David ya estaba próximo a morir, así que dio estas instrucciones a su hijo Salomón: «Yo estoy a punto de ir por el camino que todo mortal transita. ¡Cobra ánimo y pórtate como hombre! Cumple las órdenes del SEÑOR tu Dios; sigue sus caminos y cumple sus estatutos, mandamientos, ordenanzas y mandatos, los cuales están escritos en la Ley de Moisés. Así prosperarás en todo lo que hagas y por dondequiera que vayas, y el SEÑOR cumplirá esta promesa que me hizo: “Si tus descendientes cuidan su conducta y me son fieles con toda el alma y de todo corazón, nunca faltará un sucesor tuyo en el trono de Israel”. »Ahora bien, tú mismo sabes lo que me hizo Joab hijo de Sarvia: derramó sangre en tiempo de paz como si estuviera en guerra. Mató a Abner, hijo de Ner, y a Amasá, hijo de Jéter, los dos comandantes de los ejércitos israelitas, manchándose así su cinturón y sus sandalias. Por tanto, usa la cabeza y no lo dejes llegar a viejo y morir en paz. »En cambio, sé bondadoso con los hijos de Barzilay de Galaad y permíteles comer en tu mesa, pues ellos me ampararon cuando huía de tu hermano Absalón. »También encárgate de Simí, hijo de Guerá, ese benjamita de Bajurín que me lanzó terribles maldiciones cuando me dirigía a Majanayin. Es cierto que, cuando fue al Jordán a recibirme, le juré por el SEÑOR que no lo condenaría a muerte. Sin embargo, no tienes ya por qué perdonarle la vida. Tú eres inteligente y sabrás qué hacer con él; aunque ya está viejo, hazlo sufrir una muerte sangrienta». David murió y fue sepultado en la ciudad que lleva su nombre. Había reinado siete años en Hebrón y treinta y tres en Jerusalén, así que en total reinó en Israel cuarenta años. Lo sucedió en el trono su hijo Salomón y así se consolidó firmemente su reino. Adonías, hijo de Jaguit, fue a ver a Betsabé, madre de Salomón, y Betsabé le preguntó: —¿Vienes en son de paz? —Sí —respondió él—; tengo algo que comunicarle. —Habla —contestó ella. —Como usted sabe —dijo Adonías—, el reino me pertenecía y todos los israelitas esperaban que yo llegara a ser rey. Pero ahora el reino ha pasado a mi hermano, que lo ha recibido por voluntad del SEÑOR. Pues bien, tengo una petición que hacerle; por favor, no me la niegue. —Continúa —dijo ella. —Por favor, pídale usted al rey Salomón que me dé como esposa a Abisag la sunamita; a usted no se lo negará. —Muy bien —contestó Betsabé—, hablaré al rey en tu favor. Betsabé fue a ver al rey Salomón para interceder en favor de Adonías. El rey se puso de pie para recibirla y se inclinó ante ella; luego se sentó en su trono y mandó que pusieran otro trono para su madre y ella se sentó a la derecha del rey. —Quiero pedirte un pequeño favor —dijo ella—. Te ruego que no me lo niegues. —Dime de qué se trata, madre mía. A ti no puedo negarte nada. Ella continuó: —Concédele a tu hermano Adonías casarse con Abisag la sunamita. —Pero ¿cómo puedes pedirme semejante cosa? —respondió el rey a su madre—. Es mi hermano mayor, y cuenta con el apoyo del sacerdote Abiatar y de Joab, hijo de Sarvia. ¡Realmente me estás pidiendo que le ceda el trono! Dicho esto, el rey Salomón juró por el SEÑOR: «¡Que Dios me castigue sin piedad si no hago que Adonías pague con su vida por esa petición! El SEÑOR me ha establecido firmemente en el trono de mi padre y conforme a su promesa me ha dado una dinastía. Por tanto, tan cierto como que él vive, ¡hoy mismo Adonías morirá!». Enseguida el rey Salomón dio a Benaías, hijo de Joyadá, la orden de matar a Adonías. Al sacerdote Abiatar, el rey mismo ordenó: «Regresa a tus tierras en Anatot. Mereces la muerte, pero por el momento no voy a quitarte la vida, pues compartiste con David mi padre todas sus penurias y en su presencia llevaste el arca del SEÑOR y Dios». Fue así como, al destituir Salomón a Abiatar del sacerdocio del SEÑOR, se cumplió la palabra que el SEÑOR había pronunciado en Siló contra la familia de Elí. Joab había conspirado con Adonías, aunque no con Absalón, así que al oír que Adonías había muerto, fue a refugiarse en la Tienda del SEÑOR, agarrándose de los cuernos del altar. Cuando dijeron a Salomón que Joab había huido a la Tienda del SEÑOR y que estaba junto al altar, el rey ordenó a Benaías, hijo de Joyadá, que fuera a matarlo. Benaías fue a la Tienda del SEÑOR y dijo a Joab: —El rey te ordena que salgas. —¡No! —respondió Joab—. ¡De aquí solo me sacarán muerto! Benaías fue y contó al rey lo que había dicho Joab. —¡Pues dale gusto! —ordenó el rey—. ¡Mátalo y entiérralo! De ese modo me absolverás a mí y a mi familia de la sangre inocente que derramó Joab. El SEÑOR hará recaer sobre su cabeza la sangre que derramó, porque a espaldas de mi padre atacó Joab a Abner, hijo de Ner, que era comandante del ejército de Israel, y a Amasá, hijo de Jéter, que era comandante del ejército de Judá. Así mató a filo de espada a dos hombres que eran mejores y más justos que él. ¡Que la culpa de esas muertes recaiga para siempre sobre la cabeza de Joab y de sus descendientes! ¡Pero que la paz del SEÑOR permanezca para siempre con David y sus descendientes, con su linaje y su trono! Benaías, hijo de Joyadá, fue y mató a Joab e hizo que lo sepultaran en su hacienda de la estepa. Entonces el rey puso a Benaías, hijo de Joyadá, sobre el ejército en lugar de Joab y al sacerdote Sadoc lo puso en lugar de Abiatar. Luego mandó llamar a Simí y le dijo: —Constrúyete una casa en Jerusalén y quédate allí. No salgas a ninguna parte, porque el día que salgas y cruces el arroyo de Cedrón podrás darte por muerto. Y la culpa será tuya. —De acuerdo —respondió Simí al rey—. Yo estoy para servir a mi señor el rey y acataré sus órdenes. Simí permaneció en Jerusalén por un buen tiempo, pero tres años más tarde dos de sus esclavos escaparon a Gat, donde reinaba Aquis, hijo de Macá. Cuando avisaron a Simí que sus esclavos estaban en Gat, aparejó su asno y se fue allá a buscarlos y traerlos de vuelta. Al oír Salomón que Simí había ido de Jerusalén a Gat y había regresado, lo mandó llamar y dijo: —Yo te hice jurar por el SEÑOR y te advertí: “El día que salgas a cualquier lugar, podrás darte por muerto”. Y tú dijiste que estabas de acuerdo y que obedecerías. ¿Por qué, pues, no cumpliste con tu juramento al SEÑOR ni obedeciste la orden que te di? El rey también dijo a Simí: —Tú bien sabes cuánto daño le hiciste a mi padre David; ahora el SEÑOR se vengará de ti por tu maldad. En cambio, yo seré bendecido y el trono de David permanecerá firme para siempre en presencia del SEÑOR. Acto seguido, el rey dio la orden a Benaías, hijo de Joyadá, y este fue y mató a Simí. Así se consolidó el reino en manos de Salomón.

1 REYES 2:1-46 Traducción en Lenguaje Actual (TLA)

Cuando le faltaba poco para morir, David le encargó a su hijo Salomón lo siguiente: «Tarde o temprano, la muerte nos llega a todos, y a mí me falta poco para morir. Sé valiente y compórtate como hombre. Obedece todos los mandamientos de nuestro Dios, y todas las leyes que nos dio por medio de Moisés. Si haces esto, te va a ir bien en todo lo que hagas y en cualquier lugar a donde vayas. Dios prometió que el trono de Israel será siempre ocupado por mis descendientes, si ellos se portan bien y le son completamente fieles. Así que pórtate bien para que Dios cumpla su promesa. »Además, como tú bien sabes, el general Joab mató a Abner hijo de Ner, y a Amasá hijo de Jéter. Estos dos eran generales del ejército de Israel, pero Joab los asesinó en tiempos de paz, para vengar las muertes que hubo durante la guerra. Luego me hizo responsable de ese doble crimen, pero él es el culpable. Así que la decisión es tuya, aunque yo te aconsejaría que no lo dejes con vida mucho tiempo. »Trata bien a los descendientes de Barzilai, el de la región de Galaad, y hazte amigo de ellos, porque ellos me protegieron cuando yo escapaba de tu hermano Absalón. »También está contigo Simí, el hijo de Guerá, el de la tribu de Benjamín, y que nació en Bahurim. Él me maldijo de una manera terrible cuando yo iba a Mahanaim. Pero después fue al río Jordán a recibirme y tuve que jurarle por Dios que no lo mataría. No lo perdones. Eres lo suficientemente sabio para saber que debes matarlo. Procura que tenga una muerte violenta». David murió y lo enterraron junto a la tumba de sus antepasados, en la ciudad que llevaba su nombre. Fue rey de Israel durante cuarenta años. Siete de esos años reinó en Hebrón, y treinta y tres años, en Jerusalén. Después de él, reinó Salomón, quien logró hacer de Israel una nación muy poderosa. Después de la muerte de David, Adonías fue a ver a Betsabé, la madre de Salomón. Ella le preguntó: —¿Vienes como amigo o como enemigo? Él contestó: —Vengo como amigo, y quiero pedirte un favor. Betsabé le dijo: —Dime de qué se trata. Entonces Adonías le respondió: —Tú sabes que el reino de Israel era para mí. Todo el país esperaba que yo fuera el rey. Pero ahora el rey es mi hermano Salomón, porque así Dios lo ha querido. Solo quiero pedirte un favor. No me lo niegues. Ella le dijo: —¿Qué es lo que quieres? Él le contestó: —Te ruego que le pidas al rey Salomón que me dé como esposa a Abisag, la joven de Sunem. Estoy seguro de que él no se opondrá. Betsabé dijo: —Está bien. Voy a hablar con él. Así que Betsabé fue a hablar con el rey Salomón. El rey se levantó para recibir a su madre y, en señal de respeto, se inclinó delante de ella. Después se sentó en su trono, y mandó que trajeran un sillón para Betsabé. Ella se sentó a la derecha de Salomón, que es el lugar más importante, y le dijo: —Quiero pedirte un pequeño favor; no me digas que no. El rey le contestó: —Madre, pídeme lo que quieras que yo te lo daré. Ella le dijo: —Deja que tu hermano Adonías se case con Abisag, la del pueblo de Sunem. El rey Salomón le contestó a su madre: —¿Por qué me pides eso? Él es mi hermano mayor, y además el sacerdote Abiatar y el general Joab están de su parte. ¿No quieres que también le dé el reino? Después el rey Salomón hizo este juramento: «Que Dios me castigue para siempre si Adonías no muere por haberme hecho esa petición. ¡Hoy mismo morirá! Lo juro por Dios, que me dio un reino poderoso, y prometió que mis descendientes reinarán después de mí». Entonces el rey Salomón le ordenó a Benaías que matara a Adonías. Y Benaías fue y lo mató. Luego, el rey le dijo al sacerdote Abiatar: «Vete a Anatot, tu tierra. Mereces morir, pero no te mataré ahora, porque tú fuiste quien llevaba el cofre del pacto de Dios cuando mi padre David lo trajo a Jerusalén, y además lo acompañaste en los momentos más difíciles». De esta manera, Salomón expulsó a Abiatar del servicio sacerdotal. Así se cumplió lo que Dios había dicho en Siló acerca de la familia de Elí, de que no seguirían siendo sacerdotes. El general Joab estaba de parte de Adonías, aunque no había apoyado a Absalón. Cuando Joab se enteró de lo que dijo Salomón, huyó al santuario de Dios y se agarró de los cuernos del altar en busca de protección. Le informaron al rey Salomón que Joab había escapado al santuario de Dios, y se había refugiado en el altar. Entonces Salomón le dijo a Benaías: «Ve y mata a Joab». Benaías fue al santuario de Dios y le dijo a Joab: —El rey ordena que salgas. Pero Joab contestó: —Si voy a morir, que sea aquí mismo. Entonces Benaías fue a contarle al rey lo que había dicho Joab. El rey le contestó: —Haz como él dijo. Mátalo y entiérralo. De esa manera ya no seremos culpables por los asesinatos que Joab cometió contra gente inocente. »Dios hará que Joab sea el culpable de su propia muerte. Porque él atacó y mató a dos hombres más justos y mejores que él, sin que lo supiera mi padre David. Mató a Abner hijo de Ner, que era jefe del ejército israelita, y a Amasá hijo de Jéter, que era jefe del ejército de Judá. Joab y su familia serán culpables de la muerte de ellos para siempre. Pero David y sus descendientes, y todo Israel, disfrutarán siempre de la paz que Dios da. Entonces Benaías fue y mató a Joab. Luego fueron a la casa de Joab, en el desierto, y allí lo enterraron. Después el rey nombró a Benaías como general del ejército, en lugar de Joab, y al sacerdote Sadoc, en lugar de Abiatar. Luego Salomón mandó llamar a Simí y le dijo: —Construye una casa para ti en Jerusalén, y vive allí. No salgas a ningún lado. Porque si sales y cruzas el arroyo Cedrón, ten la seguridad de que vas a morir, y yo no respondo por tu muerte. Simí le contestó al rey: —Está bien. Haré lo que ha ordenado Su Majestad. Simí vivió en Jerusalén tres años. Pero un día, se vio obligado a ir a Gat en busca de dos esclavos que se le habían escapado. Estaban con Aquís hijo de Maacá, rey de Gat. Cuando Simí volvía de Gat, montado en su burro y con sus dos esclavos, Salomón se enteró. Entonces lo mandó a llamar y le dijo: «¡Yo te advertí que no debías salir de Jerusalén, y que si lo hacías ibas a morir! Tú estuviste de acuerdo, y me juraste por Dios que obedecerías. ¿Por qué no cumpliste tu juramento ni seguiste las órdenes que te di? Acuérdate de todo el daño que le hiciste a mi padre. Ahora Dios te va a hacer sufrir como hiciste sufrir a mi padre. En cambio, a mí me va a bendecir, y los descendientes de mi padre reinarán para siempre». Después el rey le ordenó a Benaías que matara a Simí. De esta manera, Salomón tomó completo control de su reino.

1 REYES 2:1-46 Reina Valera Contemporánea (RVC)

En los últimos momentos de su vida, el rey David le recomendó a Salomón, su hijo: «Estoy por recorrer la senda de todos los mortales. ¡Ánimo, y pórtate como todo un hombre! Cumple los mandamientos del Señor tu Dios, y no te apartes de sus caminos; sigue sus sendas y cumple con sus leyes y preceptos, tal y como están escritos en la ley de Moisés. Así prosperarás en todo lo que hagas y en todo lo que emprendas. Si lo haces, el Señor confirmará la promesa que me hizo cuando dijo: “Si tus hijos caminan por mis sendas y se comportan ante mí con veracidad, y con todo su corazón y toda su alma, jamás te faltará un sucesor en el trono de Israel.” »Tú bien sabes lo que me hizo Joab hijo de Seruyá, y lo que hizo con Abner hijo de Ner, y con Amasa hijo de Jéter. Los mató, y con ello desató una guerra sangrienta en tiempos de paz, con lo que se manchó de sangre de la cabeza a los pies. Toma esto en cuenta, y haz lo que creas conveniente, pero no le permitas llegar a viejo y morir en paz. Trata con bondad a los descendientes de Barzilay el galaadita. Quiero que los sientes a tu mesa, porque ellos me ayudaron cuando yo estaba huyendo de tu hermano Absalón. En cuanto a Simey hijo de Gera, el benjaminita de Bajurín, aunque me lanzó una terrible maldición cuando yo iba rumbo a Majanayin, también fue al Jordán a recibirme. Ahí le prometí, delante del Señor, que mi espada no lo mataría. Pero ahora él está en tus manos, y tú sabrás lo que debes hacer. Aunque ya está viejo, haz que baje al sepulcro bañado en su propia sangre.» Y David cayó en el sueño eterno, como sus padres, y fue sepultado en su ciudad. Cuarenta años reinó en Israel, de los cuales, siete años reinó en Hebrón y treinta y tres en Jerusalén. Salomón ocupó entonces el trono de David, su padre, y su reino se consolidó. Un día, Adonías hijo de Jaguit fue a visitar a Betsabé, la madre de Salomón, y ella le preguntó: «¿Vienes en son de paz?» Y Adonías respondió que sí, y añadió: «Quiero hacerte una petición.» Betsabé le pidió que hablara, y él dijo: «Como bien sabes, el reino era mío; todo Israel había puesto en mí sus esperanzas de que yo reinara, pero el reino cambió de manos y ahora es de Salomón, mi hermano, porque esa fue la voluntad del Señor. Pero te ruego que no me niegues lo que te voy a pedir.» Betsabé le dijo: «Dime qué es lo que quieres.» Y Adonías le dijo: «Por favor, habla con el rey Salomón y pídele que me dé por esposa a Abisag la sunamita. Yo sé que a ti no te negará lo que le pidas.» Betsabé le dijo: «Está bien. Yo hablaré por ti al rey.» Y Betsabé fue a palacio para hablar con el rey Salomón en favor de Adonías. El rey se levantó a recibirla y se inclinó ante ella; luego se sentó en su trono y mandó traer una silla para su madre, y ella se sentó a su derecha. Entonces Betsabé le dijo: «Quiero hacerte una pequeña petición. Espero que no me la niegues.» Y el rey le dijo: «Pídeme lo que quieras, madre mía, que no te lo negaré.» Y ella respondió: «Deja que Adonías, tu hermano, tome por mujer a Abisag la sunamita.» Pero el rey Salomón respondió a su madre: «¿Por qué pides a Abisag la sunamita para Adonías? ¿También me vas a pedir que le entregue el reino, porque es mi hermano mayor? ¡Él cuenta ya con el apoyo del sacerdote Abiatar y de Joab hijo de Seruyá!» Entonces el rey Salomón juró por el Señor, y dijo: «Que el Señor me castigue duramente, y más aún, que con esta petición Adonías ha firmado su sentencia de muerte. Juro por el Señor, que me ha puesto y confirmado en el trono de David, mi padre, y que ha establecido mi dinastía, como lo había prometido, que hoy mismo Adonías morirá.» Entonces el rey Salomón ordenó a Benaías hijo de Joyadá que matara a Adonías, y Benaías fue y lo mató. Luego, el rey le ordenó al sacerdote Abiatar: «Regresa a Anatot, tu tierra. Mereces la muerte, pero no te mataré hoy porque has llevado el arca del Señor, nuestro Dios, en presencia de David, mi padre, y porque sufriste junto con él las mismas aflicciones.» Así fue como Salomón quitó a Abiatar del sacerdocio en el templo del Señor, con lo que se cumplió su palabra contra los descendientes de Elí, como lo había afirmado en Silo. Esta noticia llegó a oídos de Joab, que también había apoyado a Adonías, aunque no se había unido a Absalón. En cuanto lo supo, huyó al tabernáculo del Señor y se aferró a los cuernos del altar. Cuando Salomón supo que Joab estaba en el tabernáculo del Señor, junto al altar, ordenó a Benaías hijo de Joyadá que fuera y le diera muerte. Entonces Benaías fue al tabernáculo del Señor y le dijo a Joab: «El rey te ordena que salgas.» Pero Joab respondió: «De ninguna manera. Prefiero morir aquí.» Benaías regresó a palacio y le contó al rey lo que había dicho Joab. Entonces el rey dijo: «Pues cumple sus deseos. Mátalo y entiérralo, y borra así la sangre que Joab derramó injustamente, y que nos manchó a mi padre y a mí. El Señor le hará pagar con su propia sangre, porque asesinó a dos hombres más justos y honrados que él. Los mató a filo de espada, y sin que mi padre David lo supiera. Mató a Abner hijo de Ner, que era general del ejército de Israel, y a Amasa hijo de Jéter, que era general del ejército de Judá. La sangre de estos dos hombres recaerá sobre Joab y sobre todos sus descendientes; en cambio, sobre David y sus descendientes, y sobre su dinastía y su trono, el Señor derramará paz para siempre.» Entonces Benaías hijo de Joyadá fue y atacó a Joab, y lo mató; y luego lo sepultaron en su casa en el desierto. Su lugar como capitán del ejército lo asumió Benaías por orden del rey, y Sadoc ocupó el lugar de Abiatar como sacerdote. Después, el rey mandó llamar a Simey, y le dijo: «Construye una casa en Jerusalén, para que vivas allí; pero no se te ocurra salir. Quiero que sepas que, si me entero que sales y cruzas el torrente de Cedrón, ese día morirás, y tú serás el único responsable de tu muerte.» Y Simey le respondió: «Estoy de acuerdo con lo dicho por Su Majestad. Así lo haré.» Y Simey vivió en Jerusalén mucho tiempo. Pero sucedió que, después de tres años, dos de sus criados huyeron a Gat, donde reinaba Aquis hijo de Macá. Cuando Simey supo que sus criados estaban en Gat, aparejó su asno y fue a Gat en busca de sus criados; y cuando los halló, regresó a Jerusalén. Pero Salomón se enteró de que Simey había salido de Jerusalén para ir a Gat, pero que había vuelto. Entonces mandó llamar a Simey, y le dijo: «Yo te advertí, y tú juraste por el Señor, que el día que salieras de tu casa, morirías. Y tú dijiste: “Estoy de acuerdo con lo dicho por Su Majestad.” Entonces, ¿por qué faltaste a tu juramento ante el Señor, y desobedeciste la orden que yo te impuse?» Y Salomón añadió: «En el fondo de tu corazón tú bien sabes que le hiciste mucho daño a mi padre David. Ahora el Señor ha hecho que ese daño recaiga sobre ti mismo. Yo, el rey Salomón, seré bendecido, y el trono de David se afirmará para siempre delante del Señor.» Entonces el rey ordenó a Benaías hijo de Joyadá dar muerte a Simey, y Benaías lo hirió y lo mató. Con esto, el reino de Salomón quedó confirmado.

1 REYES 2:1-46 Biblia Dios Habla Hoy (DHH94I)

La muerte de David se acercaba por momentos, así que David ordenó a su hijo Salomón: «Voy a emprender el último viaje, como todo el mundo. Ten valor y pórtate como un hombre. Cumple las ordenanzas del Señor tu Dios, haciendo su voluntad y cumpliendo sus leyes, mandamientos, decretos y mandatos, según están escritos en la ley de Moisés, para que prosperes en todo lo que hagas y dondequiera que vayas. También para que el Señor confirme la promesa que me hizo, de que si mis hijos cuidaban su conducta y se conducían con verdad delante de él, con todo su corazón y toda su alma, nunca faltaría en mi familia quien ocupara el trono de Israel. »Ahora bien, tú ya sabes lo que me hizo Joab, el hijo de Seruiá, es decir, lo que hizo con dos generales del ejército israelita: con Abner, el hijo de Ner, y con Amasá, el hijo de Jéter, a quienes mató en tiempo de paz para vengar la sangre derramada en guerra, haciéndome responsable de ese asesinato. Por lo tanto, actúa con inteligencia y no lo dejes tener una muerte tranquila. En cuanto a los hijos de Barzilai, el de Galaad, trátalos con bondad y hazlos participar de tu mesa, pues ellos me protegieron cuando yo huía de tu hermano Absalón. Por otra parte, fíjate que está contigo Simí, hijo de Guerá, el benjaminita de Bahurim. Él fue quien me lanzó una maldición terrible el día que yo iba hacia Mahanaim. Después, sin embargo, salió a recibirme al río Jordán, y yo tuve que jurarle por el Señor que no lo mataría. No lo perdones. Eres inteligente, y sabrás qué hacer con él. Pero procura que su muerte sea violenta.» David murió y fue enterrado con sus antepasados en la Ciudad de David. Fue rey de Israel durante cuarenta años, de los cuales reinó siete en Hebrón y treinta y tres en Jerusalén. Luego reinó Salomón en lugar de David, su padre, y su reinado fue muy estable. Adonías, el hijo de Haguit, fue a ver a Betsabé, la madre de Salomón. Ella le preguntó: —¿Vienes en son de paz? —Sí —respondió él. Y añadió—: Tengo algo que decirte. —Dime —contestó ella. —Tú sabes —dijo Adonías— que el reino me pertenecía, y que todo Israel estaba esperando que yo fuera rey. Pero el derecho a reinar se le concedió a mi hermano, porque ya el Señor había dispuesto que fuera para él. Ahora solo quiero pedirte un favor. No me lo niegues. —Habla —respondió ella. Él dijo: —Te ruego que le pidas al rey Salomón que me dé por esposa a Abisag la sunamita. Él no te lo negará. —De acuerdo, yo hablaré al rey por ti —respondió Betsabé. Así pues, Betsabé fue a hablar con el rey Salomón en favor de Adonías. El rey se levantó a recibir a su madre y se inclinó ante ella. Luego volvió a sentarse en su trono y ordenó que trajeran un sillón para su madre; entonces ella se sentó a su derecha, y le dijo: —Quiero pedirte un pequeño favor. Te ruego que no me lo niegues. —Pídeme lo que quieras, madre mía —contestó el rey—, que no te lo negaré. —Permite que Abisag la sunamita sea dada por esposa a tu hermano Adonías —dijo ella. —¿Por qué pides a Abisag la sunamita para Adonías? —respondió el rey a su madre—. ¡Solo falta que me pidas que le entregue el reino, porque es mi hermano mayor y porque tiene a su favor al sacerdote Abiatar y a Joab, el hijo de Seruiá! Dicho esto, el rey Salomón juró por el Señor: «¡Que Dios me castigue con toda dureza, si esto que ha dicho Adonías no le cuesta la vida. Juro por el Señor, que me ha colocado y confirmado en el trono de David mi padre y que me ha establecido una dinastía, que Adonías morirá hoy mismo!» En seguida dio órdenes a Benaías, hijo de Joiadá, de matar a Adonías, y este fue y lo mató. En cuanto al sacerdote Abiatar, el rey le ordenó: «¡Lárgate a Anatot, a tus tierras! Mereces la muerte, pero no te mataré porque has transportado el arca del Señor delante de David, mi padre, y has sufrido las mismas penalidades que él.» De este modo Salomón quitó a Abiatar del sacerdocio del Señor, y así se cumplió lo que el Señor había dicho en Siló en cuanto a la familia de Elí. Joab se había puesto de parte de Adonías, pero no de parte de Absalón; así que cuando le llegó esta noticia a Joab, huyó al santuario del Señor y se refugió en el altar. Pero informaron al rey Salomón de que Joab había huido al santuario del Señor, y de que se había refugiado en el altar. Entonces mandó Salomón a Benaías, hijo de Joiadá, que fuera a matarlo, y Benaías fue al santuario y le dijo a Joab: —El rey ordena que salgas. Pero Joab contestó: —¡No! ¡Aquí moriré! Benaías fue al rey con la respuesta, y le contó lo que Joab le había respondido. Entonces el rey contestó: —Démosle gusto. Mátalo y entiérralo, y borra de la casa de mi padre, y de mí también, la culpa de los asesinatos cometidos por Joab. El Señor hará recaer sobre él la culpa de su propia muerte, porque, sin saberlo mi padre, Joab acuchilló a dos hombres más honrados y mejores que él: a Abner, hijo de Ner, jefe del ejército israelita, y a Amasá, hijo de Jéter, jefe del ejército de Judá. La culpa de su muerte recaerá sobre Joab y sobre su descendencia para siempre. Por el contrario, la paz del Señor estará siempre con David y su descendencia, y con su dinastía y su trono. Entonces Benaías fue y mató a Joab. Y Joab fue enterrado en su casa, en el desierto. Luego el rey puso a Benaías al mando del ejército en lugar de Joab, y al sacerdote Sadoc en lugar de Abiatar. Después mandó llamar a Simí, y le ordenó: —Constrúyete una casa en Jerusalén, para que vivas allí. Pero no salgas de allí a ninguna parte, porque el día que salgas y cruces el arroyo Cedrón, ten la seguridad de que morirás, y tú tendrás la culpa. Simí respondió al rey: —Está bien. Haré lo que ha ordenado Su Majestad. Simí vivió mucho tiempo en Jerusalén. Pero al cabo de tres años, dos esclavos suyos se escaparon y se fueron a vivir con Aquís, hijo de Maacá, que era rey de Gat. Cuando le avisaron a Simí que sus dos esclavos estaban en Gat, se levantó y aparejó su asno y se fue a Gat, donde estaba Aquís, en busca de sus esclavos. Cuando ya Simí regresaba de Gat con sus esclavos, supo Salomón que Simí había salido de Jerusalén a Gat, y que ya venía de regreso. Entonces mandó el rey llamar a Simí, y le dijo: —¿No te hice jurar por el Señor, y te advertí, que el día que salieras a alguna parte, con toda seguridad morirías? ¿Acaso no me respondiste que estaba bien, y que me ibas a obedecer? ¿Por qué no cumpliste tu juramento al Señor, ni obedeciste lo que te mandé? Tú sabes perfectamente el daño que hiciste a David, mi padre. Por eso el Señor ha hecho que el mal que hiciste se vuelva contra ti. Pero el rey Salomón será bendecido, y el trono de David quedará establecido para siempre delante del Señor. Después el rey dio órdenes a Benaías, hijo de Joiadá, y este salió y mató a Simí. Así se afirmó el reino en manos de Salomón.

1 REYES 2:1-46 Biblia Reina Valera 1960 (RVR1960)

Llegaron los días en que David había de morir, y ordenó a Salomón su hijo, diciendo: Yo sigo el camino de todos en la tierra; esfuérzate, y sé hombre. Guarda los preceptos de Jehová tu Dios, andando en sus caminos, y observando sus estatutos y mandamientos, sus decretos y sus testimonios, de la manera que está escrito en la ley de Moisés, para que prosperes en todo lo que hagas y en todo aquello que emprendas; para que confirme Jehová la palabra que me habló, diciendo: Si tus hijos guardaren mi camino, andando delante de mí con verdad, de todo su corazón y de toda su alma, jamás, dice, faltará a ti varón en el trono de Israel. Ya sabes tú lo que me ha hecho Joab hijo de Sarvia, lo que hizo a dos generales del ejército de Israel, a Abner hijo de Ner y a Amasa hijo de Jeter, a los cuales él mató, derramando en tiempo de paz la sangre de guerra, y poniendo sangre de guerra en el talabarte que tenía sobre sus lomos, y en los zapatos que tenía en sus pies. Tú, pues, harás conforme a tu sabiduría; no dejarás descender sus canas al Seol en paz. Mas a los hijos de Barzilai galaadita harás misericordia, que sean de los convidados a tu mesa; porque ellos vinieron de esta manera a mí, cuando iba huyendo de Absalón tu hermano. También tienes contigo a Simei hijo de Gera, hijo de Benjamín, de Bahurim, el cual me maldijo con una maldición fuerte el día que yo iba a Mahanaim. Mas él mismo descendió a recibirme al Jordán, y yo le juré por Jehová diciendo: Yo no te mataré a espada. Pero ahora no lo absolverás; pues hombre sabio eres, y sabes cómo debes hacer con él; y harás descender sus canas con sangre al Seol. Y durmió David con sus padres, y fue sepultado en su ciudad. Los días que reinó David sobre Israel fueron cuarenta años; siete años reinó en Hebrón, y treinta y tres años reinó en Jerusalén. Y se sentó Salomón en el trono de David su padre, y su reino fue firme en gran manera. Entonces Adonías hijo de Haguit vino a Betsabé madre de Salomón; y ella le dijo: ¿Es tu venida de paz? Él respondió: Sí, de paz. En seguida dijo: Una palabra tengo que decirte. Y ella dijo: Di. Él dijo: Tú sabes que el reino era mío, y que todo Israel había puesto en mí su rostro para que yo reinara; mas el reino fue traspasado, y vino a ser de mi hermano, porque por Jehová era suyo. Ahora yo te hago una petición; no me la niegues. Y ella le dijo: Habla. Él entonces dijo: Yo te ruego que hables al rey Salomón (porque él no te lo negará), para que me dé a Abisag sunamita por mujer. Y Betsabé dijo: Bien; yo hablaré por ti al rey. Vino Betsabé al rey Salomón para hablarle por Adonías. Y el rey se levantó a recibirla, y se inclinó ante ella, y volvió a sentarse en su trono, e hizo traer una silla para su madre, la cual se sentó a su diestra. Y ella dijo: Una pequeña petición pretendo de ti; no me la niegues. Y el rey le dijo: Pide, madre mía, que yo no te la negaré. Y ella dijo: Dese a Abisag sunamita por mujer a tu hermano Adonías. El rey Salomón respondió y dijo a su madre: ¿Por qué pides a Abisag sunamita para Adonías? Demanda también para él el reino; porque él es mi hermano mayor, y ya tiene también al sacerdote Abiatar, y a Joab hijo de Sarvia. Y el rey Salomón juró por Jehová, diciendo: Así me haga Dios y aun me añada, que contra su vida ha hablado Adonías estas palabras. Ahora, pues, vive Jehová, quien me ha confirmado y me ha puesto sobre el trono de David mi padre, y quien me ha hecho casa, como me había dicho, que Adonías morirá hoy. Entonces el rey Salomón envió por mano de Benaía hijo de Joiada, el cual arremetió contra él, y murió. Y el rey dijo al sacerdote Abiatar: Vete a Anatot, a tus heredades, pues eres digno de muerte; pero no te mataré hoy, por cuanto has llevado el arca de Jehová el Señor delante de David mi padre, y además has sido afligido en todas las cosas en que fue afligido mi padre. Así echó Salomón a Abiatar del sacerdocio de Jehová, para que se cumpliese la palabra de Jehová que había dicho sobre la casa de Elí en Silo. Y vino la noticia a Joab; porque también Joab se había adherido a Adonías, si bien no se había adherido a Absalón. Y huyó Joab al tabernáculo de Jehová, y se asió de los cuernos del altar. Y se le hizo saber a Salomón que Joab había huido al tabernáculo de Jehová, y que estaba junto al altar. Entonces envió Salomón a Benaía hijo de Joiada, diciendo: Ve, y arremete contra él. Y entró Benaía al tabernáculo de Jehová, y le dijo: El rey ha dicho que salgas. Y él dijo: No, sino que aquí moriré. Y Benaía volvió con esta respuesta al rey, diciendo: Así dijo Joab, y así me respondió. Y el rey le dijo: Haz como él ha dicho; mátale y entiérrale, y quita de mí y de la casa de mi padre la sangre que Joab ha derramado injustamente. Y Jehová hará volver su sangre sobre su cabeza; porque él ha dado muerte a dos varones más justos y mejores que él, a los cuales mató a espada sin que mi padre David supiese nada: a Abner hijo de Ner, general del ejército de Israel, y a Amasa hijo de Jeter, general del ejército de Judá. La sangre, pues, de ellos recaerá sobre la cabeza de Joab, y sobre la cabeza de su descendencia para siempre; mas sobre David y sobre su descendencia, y sobre su casa y sobre su trono, habrá perpetuamente paz de parte de Jehová. Entonces Benaía hijo de Joiada subió y arremetió contra él, y lo mató; y fue sepultado en su casa en el desierto. Y el rey puso en su lugar a Benaía hijo de Joiada sobre el ejército, y a Sadoc puso el rey por sacerdote en lugar de Abiatar. Después envió el rey e hizo venir a Simei, y le dijo: Edifícate una casa en Jerusalén y mora ahí, y no salgas de allí a una parte ni a otra; porque sabe de cierto que el día que salieres y pasares el torrente de Cedrón, sin duda morirás, y tu sangre será sobre tu cabeza. Y Simei dijo al rey: La palabra es buena; como el rey mi señor ha dicho, así lo hará tu siervo. Y habitó Simei en Jerusalén muchos días. Pero pasados tres años, aconteció que dos siervos de Simei huyeron a Aquis hijo de Maaca, rey de Gat. Y dieron aviso a Simei, diciendo: He aquí que tus siervos están en Gat. Entonces Simei se levantó y ensilló su asno y fue a Aquis en Gat, para buscar a sus siervos. Fue, pues, Simei, y trajo sus siervos de Gat. Luego fue dicho a Salomón que Simei había ido de Jerusalén hasta Gat, y que había vuelto. Entonces el rey envió e hizo venir a Simei, y le dijo: ¿No te hice jurar yo por Jehová, y te protesté diciendo: El día que salieres y fueres acá o allá, sabe de cierto que morirás? Y tú me dijiste: La palabra es buena, yo la obedezco. ¿Por qué, pues, no guardaste el juramento de Jehová, y el mandamiento que yo te impuse? Dijo además el rey a Simei: Tú sabes todo el mal, el cual tu corazón bien sabe, que cometiste contra mi padre David; Jehová, pues, ha hecho volver el mal sobre tu cabeza. Y el rey Salomón será bendito, y el trono de David será firme perpetuamente delante de Jehová. Entonces el rey mandó a Benaía hijo de Joiada, el cual salió y lo hirió, y murió. Y el reino fue confirmado en la mano de Salomón.

1 REYES 2:1-46 La Biblia de las Américas (LBLA)

Y acercándose los días de la muerte de David, dio órdenes a su hijo Salomón, diciendo: Yo voy por el camino de todos en la tierra. Sé, pues, fuerte y sé hombre. Guarda los mandatos del SEÑOR tu Dios, andando en sus caminos, guardando sus estatutos, sus mandamientos, sus ordenanzas y sus testimonios, conforme a lo que está escrito en la ley de Moisés, para que prosperes en todo lo que hagas y dondequiera que vayas, para que el SEÑOR cumpla la promesa que me hizo, diciendo: «Si tus hijos guardan su camino, andando delante de mí con fidelidad, con todo su corazón y con toda su alma, no te faltará hombre sobre el trono de Israel». También sabes lo que me hizo Joab, hijo de Sarvia, lo que hizo a los dos comandantes de los ejércitos de Israel, a Abner, hijo de Ner, y a Amasa, hijo de Jeter, a los cuales mató; también derramó sangre de guerra en tiempo de paz. Y puso sangre de guerra en el cinturón que lo ceñía y en las sandalias que tenía en sus pies. Haz, pues, conforme a tu sabiduría, y no permitas que sus canas desciendan al Seol en paz. Mas muestra bondad a los hijos de Barzilai galaadita, y que estén entre los que comen a tu mesa; porque ellos me ayudaron cuando huía de tu hermano Absalón. Y he aquí, está contigo Simei, hijo de Gera, benjamita de Bahurim; él fue el que me maldijo con una terrible maldición el día que yo iba a Mahanaim. Mas cuando descendió a mi encuentro en el Jordán, le juré por el SEÑOR, diciendo: «No te mataré a espada». Pero ahora, no lo dejes sin castigo, porque eres hombre sabio; sabrás lo que debes hacer con él y harás que desciendan sus canas con sangre al Seol. Y durmió David con sus padres y fue sepultado en la ciudad de David. Los días que David reinó sobre Israel fueron cuarenta años: siete años reinó en Hebrón, y treinta y tres años reinó en Jerusalén. Salomón se sentó en el trono de David su padre y su reino se afianzó en gran manera. Entonces Adonías, hijo de Haguit, vino a Betsabé, madre de Salomón; y ella le dijo: ¿Vienes en paz? Y él respondió: En paz. Y añadió: Tengo algo que decirte. Y ella dijo: Habla. Y él dijo: Tú sabes que el reino era mío y que todo Israel esperaba que yo fuera rey; pero el reino ha cambiado de manos y ha venido a ser de mi hermano, porque por voluntad del SEÑOR era suyo. Ahora yo te hago una petición, no me la niegues. Y ella le dijo: Habla. Él entonces dijo: Te ruego que hables al rey Salomón, pues él no te lo negará, para que me dé por mujer a Abisag sunamita. Y Betsabé dijo: Muy bien; hablaré por ti al rey. Betsabé fue al rey Salomón para hablarle por Adonías. El rey se levantó a recibirla, se inclinó delante de ella, y se sentó en su trono; hizo colocar un trono para la madre del rey y ella se sentó a su diestra. Entonces ella dijo: Te hago una pequeña petición; no me la niegues. Y el rey le dijo: Pide, madre mía, porque no te la negaré. Y ella dijo: Que se dé a Abisag sunamita por mujer a tu hermano Adonías. El rey Salomón respondió, y dijo a su madre: ¿Por qué pides a Abisag sunamita para Adonías? Pide para él también el reino, pues es mi hermano mayor, y con él están el sacerdote Abiatar y Joab, hijo de Sarvia. Y el rey Salomón juró por el SEÑOR, diciendo: Así me haga Dios y aun más, si Adonías no ha hablado esta palabra contra su propia vida. Ahora pues, vive el SEÑOR que me ha confirmado y me ha puesto en el trono de mi padre David, y que me ha hecho una casa como había prometido, que Adonías morirá hoy mismo. El rey Salomón envió a Benaía, hijo de Joiada, y este arremetió contra Adonías y lo mató. Entonces dijo el rey al sacerdote Abiatar: Vete a Anatot, a tu campo, porque mereces morir; pero no te daré muerte en esta ocasión porque llevaste el arca del Señor DIOS delante de mi padre David, y porque fuiste afligido con todas las cosas con que mi padre fue afligido. Así Salomón privó a Abiatar de ser sacerdote del SEÑOR, para que se cumpliera la palabra que el SEÑOR había hablado acerca de la casa de Elí en Silo. Cuando las noticias llegaron a Joab (porque Joab había seguido a Adonías, aunque no había seguido a Absalón), Joab huyó a la tienda del SEÑOR y se asió de los cuernos del altar. Y se le informó al rey Salomón que Joab había huido a la tienda del SEÑOR, y que estaba junto al altar. Entonces Salomón envió a Benaía, hijo de Joiada, diciendo: Ve y arremete contra él. Benaía entró en la tienda del SEÑOR y le dijo: Así ha dicho el rey: «Sal de ahí.» Pero él dijo: No, pues moriré aquí. Benaía llevó la respuesta al rey, diciendo: Así habló Joab y así me respondió. Y el rey le dijo: Haz como él ha dicho; arremete contra él, mátalo y entiérralo, para que quites de mí y de la casa de mi padre la sangre que Joab derramó sin causa. El SEÑOR hará volver su sangre sobre su propia cabeza, porque él arremetió contra dos hombres más justos y mejores que él y los mató a espada sin que mi padre David lo supiera: a Abner, hijo de Ner, comandante del ejército de Israel, y a Amasa, hijo de Jeter, comandante del ejército de Judá. Su sangre, pues, recaerá sobre la cabeza de Joab y sobre la cabeza de su descendencia para siempre; pero para David y su descendencia, para su casa y su trono, haya paz de parte del SEÑOR para siempre. Entonces subió Benaía, hijo de Joiada, arremetió contra él y lo mató; y fue sepultado en su casa en el desierto. En su lugar el rey nombró sobre el ejército a Benaía, hijo de Joiada, y el rey nombró al sacerdote Sadoc en lugar de Abiatar. Después el rey envió a llamar a Simei, y le dijo: Edifícate una casa en Jerusalén, vive ahí y no salgas de allí a ninguna parte. Porque el día que salgas y pases el torrente Cedrón, ten por cierto que sin duda morirás; tu sangre recaerá sobre tu cabeza. Entonces Simei dijo al rey: La palabra es buena; como ha dicho el rey mi señor, así lo hará tu siervo. Y vivió Simei en Jerusalén muchos días. Pero aconteció al cabo de tres años, que dos de los siervos de Simei huyeron a Aquis, hijo de Maaca, rey de Gat. Le avisaron a Simei, diciéndole: He aquí, tus siervos están en Gat. Simei se levantó, ensilló su asno y fue a Gat a ver a Aquis para buscar a sus siervos. Fue, pues, Simei y trajo sus siervos de Gat. Pero informaron a Salomón que Simei había ido de Jerusalén hasta Gat y había vuelto. Entonces el rey envió a llamar a Simei y le dijo: ¿No te hice jurar por el SEÑOR y te advertí seriamente, diciendo: «El día que salgas y vayas a cualquier parte, ten por seguro que ciertamente morirás»? Y tú me dijiste: «La palabra que he oído es buena». ¿Por qué, entonces, no guardaste el juramento del SEÑOR y el mandamiento que te impuse? Dijo además el rey a Simei: Tú sabes todo el mal que hiciste a mi padre David, que tú reconoces en tu corazón; el SEÑOR, pues, hará recaer tu mal sobre tu propia cabeza. Pero el rey Salomón será bendito, y el trono de David será firme delante del SEÑOR para siempre. Entonces el rey mandó a Benaía, hijo de Joiada, y este salió y arremetió contra Simei y lo mató. Así fue confirmado el reino en las manos de Salomón.

1 REYES 2:1-46 Nueva Traducción Viviente (NTV)

Cuando ya se acercaba el momento de morir, el rey David le dio el siguiente encargo a su hijo Salomón: «Yo voy camino al lugar donde todos partirán algún día. Ten valor y sé hombre. Cumple los requisitos del SEÑOR tu Dios y sigue todos sus caminos. Obedece los decretos, los mandatos, las ordenanzas y las leyes que están escritos en la ley de Moisés, para que tengas éxito en todo lo que hagas y dondequiera que vayas. Si lo haces, el SEÑOR cumplirá la promesa que me hizo cuando me dijo: “Si tus descendientes viven como debe ser y me siguen fielmente, con todo el corazón y con toda el alma, siempre habrá uno de ellos en el trono de Israel”. »Además, tú ya sabes lo que me hizo Joab, hijo de Sarvia, cuando mató a mis dos comandantes del ejército: a Abner, hijo de Ner, y a Amasa, hijo de Jeter. Él fingió que fue un acto de guerra, pero estábamos en tiempo de paz, con lo cual manchó con sangre inocente su cinto y sus sandalias. Haz con él lo que mejor te parezca, pero no permitas que envejezca y vaya a la tumba en paz. »Sé bondadoso con los hijos de Barzilai, de Galaad. Haz que sean invitados permanentes en tu mesa, porque ellos me cuidaron cuando yo huía de tu hermano Absalón. »Acuérdate de Simei, hijo de Gera, el hombre de Bahurim de la tribu de Benjamín. Él me maldijo con una maldición terrible cuando yo escapaba hacia Mahanaim. Cuando vino a verme al río Jordán, yo le juré por el SEÑOR que no lo mataría; pero ese juramento no lo hace inocente. Tú eres un hombre sabio y sabrás cómo darle una muerte sangrienta». Luego David murió y fue enterrado con sus antepasados en la Ciudad de David. David reinó en Israel durante cuarenta años, siete de ellos en Hebrón y treinta y tres en Jerusalén. Salomón lo sucedió y se sentó en el trono de David, su padre, y su reino se estableció firmemente. Cierto día Adonías, cuya madre era Haguit, fue a ver a Betsabé, la madre de Salomón. —¿Vienes en son de paz? —le preguntó Betsabé. —Sí —contestó él—, vengo en paz. Quiero pedirte un favor. —¿De qué se trata? —le preguntó ella. Él contestó: —Como sabes, el reino me correspondía a mí; todo Israel quería que yo fuera el siguiente rey. Pero todo cambió, y el reino pasó a mi hermano porque el SEÑOR así lo quiso. Ahora solo tengo un favor que pedirte, no me lo niegues. —¿De qué se trata? —preguntó ella. Él contestó: —Habla con el rey Salomón de mi parte, porque yo sé que él hará cualquier cosa que tú le pidas. Dile que me permita casarme con Abisag, la muchacha de Sunem. —Está bien —respondió Betsabé—. Le hablaré al rey por ti. Entonces Betsabé fue a ver al rey para hablarle en nombre de Adonías. El rey se levantó de su trono para recibirla y se inclinó ante ella. Cuando volvió a sentarse en su trono, ordenó que trajeran un trono para su madre, y ella se sentó a la derecha del rey. —Tengo un pequeño favor que pedirte —le dijo ella—. Espero que no me lo niegues. —¿De qué se trata, madre mía? —preguntó el rey—. Tú sabes que no te lo negaré. —Entonces permite que tu hermano Adonías se case con Abisag, la muchacha de Sunem —contestó ella. —¿Cómo es posible que tú me pidas que entregue a Abisag en matrimonio a Adonías? —preguntó el rey Salomón—. ¡Sería lo mismo que pedirme que le dé el reino! Tú sabes que él es mi hermano mayor y que tiene de su lado al sacerdote Abiatar y a Joab, hijo de Sarvia. Entonces el rey Salomón hizo un juramento delante del SEÑOR diciendo: —Que Dios me hiera e incluso me mate si Adonías no ha sellado su destino con esta petición. El SEÑOR me ha confirmado y me ha puesto en el trono de David, mi padre; él ha establecido mi dinastía, tal como lo prometió. Por lo tanto, ¡tan cierto como que el SEÑOR vive, Adonías morirá hoy mismo! Entonces el rey Salomón le ordenó a Benaía, hijo de Joiada, que lo ejecutara; y Adonías murió. Luego el rey dijo al sacerdote Abiatar: «Regresa a tu casa, en Anatot. Mereces morir, pero no voy a matarte ahora porque tú cargaste el arca del SEÑOR Soberano para David, mi padre, y estuviste con él en todas sus dificultades». De ese modo Salomón expulsó a Abiatar del cargo de sacerdote del SEÑOR, y así se cumplió la profecía que el SEÑOR había dado en Silo acerca de los descendientes de Elí. Joab no se había unido anteriormente a la rebelión de Absalón, pero sí se había sumado a la rebelión de Adonías. Así que, al enterarse de la muerte de Adonías, corrió a la carpa sagrada del SEÑOR y se agarró de los cuernos del altar. Cuando se lo informaron al rey, Salomón mandó a Benaía, hijo de Joiada, a ejecutarlo. Benaía fue a la carpa sagrada del SEÑOR y le dijo a Joab: —¡El rey te ordena que salgas! Pero Joab respondió: —No, aquí moriré. Entonces Benaía regresó a ver al rey y le informó lo que Joab había dicho. «Haz lo que él pide —respondió el rey—. Mátalo allí, junto al altar, y entiérralo. Así se borrará de la familia de mi padre la culpa de los asesinatos sin sentido que cometió Joab. El SEÑOR le cobrará las muertes de dos hombres que eran más justos y mejores que él, ya que mi padre no sabía nada de las muertes de Abner, hijo de Ner, comandante del ejército de Israel, y de Amasa, hijo de Jeter, comandante del ejército de Judá. Que Joab y sus descendientes sean por siempre culpables de la sangre de ellos, y que el SEÑOR conceda paz a David, a sus descendientes, a su dinastía y a su trono para siempre». Entonces Benaía, hijo de Joiada, volvió a la carpa sagrada y mató a Joab, y fue enterrado junto a su casa en el desierto. Después, el rey nombró comandante del ejército a Benaía en lugar de Joab, y puso al sacerdote Sadoc en lugar de Abiatar. Luego el rey mandó llamar a Simei y le dijo: —Construye una casa aquí en Jerusalén y vive en ella, pero no salgas de la ciudad por ningún motivo. Pues el día que salgas y pases el valle de Cedrón, ciertamente morirás, y tu sangre volverá sobre tu propia cabeza. Simei respondió: —Tu sentencia es justa; haré todo lo que mi señor el rey mande. Por lo tanto, Simei vivió en Jerusalén un largo tiempo. Sin embargo, tres años después, dos esclavos de Simei se fugaron a Gat, donde reinaba Aquis, hijo de Maaca. Cuando Simei supo dónde estaban, ensilló su burro y fue a Gat a buscarlos. Una vez que los encontró, los llevó de regreso a Jerusalén. Salomón se enteró de que Simei había salido de Jerusalén, que había ido a Gat y regresado. Así que el rey lo mandó llamar y le preguntó: «¿No te hice jurar por el SEÑOR y te advertí que no salieras a ninguna parte, o de lo contrario, morirías? Y tú respondiste: “La sentencia es justa; haré lo que mandes”. Entonces, ¿por qué no cumpliste tu juramento al SEÑOR ni obedeciste mi orden?». El rey también le dijo: «Seguramente recordarás todas las maldades que le hiciste a mi padre David. Que ahora el SEÑOR traiga todo ese mal sobre tu cabeza; pero que yo, el rey Salomón, reciba las bendiciones del SEÑOR, y que siempre haya un descendiente de David sentado en este trono, en presencia del SEÑOR». Entonces, por orden del rey, Benaía, hijo de Joiada, llevó a Simei afuera y lo mató. De ese modo, el reino quedó afianzado en manos de Salomón.