Él tuvo miedo, y se levantó y se fue para salvar su vida; y vino a Beerseba de Judá y dejó allí a su criado. Él anduvo por el desierto un día de camino, y vino y se sentó bajo un enebro; pidió morirse y dijo: Basta ya, SEÑOR, toma mi vida porque yo no soy mejor que mis padres. Y acostándose bajo el enebro, se durmió; y he aquí, un ángel lo tocó y le dijo: Levántate, come. Entonces miró, y he aquí que a su cabecera había una torta cocida sobre piedras calientes y una vasija de agua. Comió y bebió, y volvió a acostarse. Y el ángel del SEÑOR volvió por segunda vez, lo tocó y le dijo: Levántate, come, porque es muy largo el camino para ti. Se levantó, pues, y comió y bebió, y con la fuerza de aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta Horeb, el monte de Dios. Allí entró en una cueva y pasó en ella la noche; y he aquí, vino a él la palabra del SEÑOR, y Él le dijo: ¿Qué haces aquí, Elías? Y él respondió: He tenido mucho celo por el SEÑOR, Dios de los ejércitos; porque los hijos de Israel han abandonado tu pacto, han derribado tus altares y han matado a espada a tus profetas. He quedado yo solo y buscan mi vida para quitármela. Entonces Él dijo: Sal y ponte en el monte delante del SEÑOR. Y he aquí que el SEÑOR pasaba. Y un grande y poderoso viento destrozaba los montes y quebraba las peñas delante del SEÑOR; pero el SEÑOR no estaba en el viento. Después del viento, un terremoto; pero el SEÑOR no estaba en el terremoto. Después del terremoto, un fuego; pero el SEÑOR no estaba en el fuego. Y después del fuego, el susurro de una brisa apacible.
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Hoy en el mundo moderno en que vivimos, todo apunta a más productividad, más eficacia y mayor rapidez. Inevitablemente, ese ritmo frenético en el trabajo, el ministerio y la vida diaria nos pasa factura en nuestra salud, emocionalmente y espiritualmente. ¿Cómo podemos enfrentar entonces los síntomas y manifestaciones del agotamiento extremo? Descubre cómo Elías, un hombre de Dios, pasó por este ciclo y encontró descanso en medio de la tormenta.
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El dolor de la soledad es un estado de desaliento en el que cae una persona que está, o se siente aislado, ya sea por propia incapacidad de relacionarse exitosamente o por factores externos. Cuando esto sucede por distintos motivos, Dios mismo sale en nuestro rescate: “Aunque mi padre y mi madre me abandonen, el Señor me mantendrá cerca”. Utiliza tu momentánea soledad como una motivación para intimar con Dios.
¿Importante para quién?, todos en algún momento tendremos que responder esta pregunta. Sin embargo, la respuesta está inmersa en otro interrogante, así que cuando este mundo nos desafía a responder, ya Dios tiene una respuesta esperando.
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Cuando la vida se complica debemos recordar que estamos seguros en el.
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