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Génesis 38:12-30

Génesis 38:12-30 NBV

Pasó el tiempo, y la esposa de Judá, que era hija de Súa, murió. Cuando terminó el tiempo del duelo, Judá y su amigo Hirá, el adulanita, fueron a Timnat a esquilar las ovejas. Alguien le dijo a Tamar que su suegro iba a Timnat a esquilar las ovejas. Entonces ella, comprendiendo que él no iba a dejarla casar con Selá, a pesar de que él ya tenía edad suficiente, se quitó la ropa de viuda, se cubrió con un velo para no ser reconocida, y se sentó junto al camino, a la entrada de Enayin, que está en el camino a Timnat. Judá la vio al pasar y creyó que era una prostituta, ya que tenía el rostro cubierto con un velo. Él se detuvo y le propuso que lo dejara acostarse con ella, sin darse cuenta de que era su nuera. ―¿Cuánto me pagarás? —preguntó ella. ―Te enviaré un cabrito de mi rebaño —prometió él. ―¿Qué prendas me darás para que tenga la seguridad de que me lo vas a mandar? —preguntó ella. ―Bien, ¿qué es lo que quieres? —preguntó Judá. ―Dame el sello que usas para identificarte, tu cordón y tu bastón —respondió ella. Él le entregó las prendas, y tuvieron relaciones sexuales. Ella quedó embarazada y volvió a ponerse su ropa de viuda. Judá le pidió a su amigo Hirá, el adulanita, que le llevara el cabrito a la mujer y le pidiera que le devolviera las prendas que le había dado. Pero Hirá no pudo encontrarla; así que les preguntó a los hombres de la ciudad: ―¿Dónde vive la prostituta que estaba junto al camino, a la entrada del pueblo? ―Aquí nunca ha habido una prostituta —le contestaron. Entonces Hirá volvió a donde estaba Judá y le dijo que no la había podido encontrar. También le contó lo que le habían dicho los hombres del pueblo. ―¡Que se quede con las prendas! —exclamó Judá—. Hemos hecho lo que teníamos que hacer. Yo cumplí con enviarle el cabrito, pero tú no la encontraste. Seríamos el hazmerreír del pueblo si volvemos a ir. Tres meses más tarde, le contaron a Judá que Tamar, su nuera, se había acostado con otro hombre, y que estaba embarazada. ―¡Sáquenla y quémenla! —ordenó Judá. Pero, cuando la sacaban para quemarla, ella le envió el siguiente mensaje a su suegro: «El dueño de este sello de identificación, de este cordón y de este bastón es el padre de mi hijo. ¿Los reconoces?». Judá reconoció que eran suyos y dijo: ―Ella es más justa que yo, porque yo no quise cumplir mi promesa de darle a mi hijo Selá por esposo. Por su parte, Judá nunca más volvió a tener relaciones sexuales con ella. Llegado el tiempo del parto, Tamar tuvo mellizos. En el momento de nacer, la partera le ató un hilo rojo en la muñeca del que apareció primero. Pero este metió la mano, y nació primero el otro. Entonces la partera exclamó: «¡Qué brecha te abriste!». Por eso le pusieron Fares, (el que salió). Poco después nació el bebé que tenía el hilo rojo en la muñeca, y lo llamaron Zera.

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