Pues si el primer pan que se hace de la masa está consagrado a Dios, también lo está la masa entera. Y si la raíz del árbol está consagrada a Dios, también lo están las ramas.
Al olivo, que son los judíos, se le cortaron algunas de las ramas, y en su lugar se le injertó el olivo silvestre, que eres tú. Así llegaste a tener parte en la misma raíz y en la misma vida del olivo. Pero no te gloríes, despreciando las ramas naturales. Si lo haces, recuerda que no eres tú quien sostiene a la raíz, sino que la raíz te sostiene a ti.
Tal vez dirás: «Sí, pero se cortaron unas ramas para injertarme a mí en el olivo.» Bien, pero fueron cortadas porque no tenían fe, y tú estás ahí únicamente porque tienes fe. Así que no te jactes, sino más bien siente temor. Porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, tampoco a ti te perdonará. Mira, pues, qué bueno es Dios, aunque también qué estricto. Ha sido estricto con los que cayeron, y ha sido bueno contigo. Pero tienes que vivir siempre de acuerdo con su bondad; pues de lo contrario también tú serás cortado. Por otra parte, si los judíos abandonan su incredulidad, serán injertados de nuevo; pues Dios tiene poder para volver a injertarlos. Porque si tú, que por naturaleza eras un olivo silvestre, fuiste cortado e injertado contra lo natural en el olivo bueno, ¡cuánto más los judíos, que son ramas naturales del olivo bueno, serán injertados nuevamente en su propio olivo!