La presencia del Señor los dispersó, y no volvió a dirigirles la mirada. No hubo respeto para los sacerdotes ni compasión para los ancianos. Con los ojos cansados, pero atentos, en vano esperamos ayuda. Pendientes estamos de la llegada de un pueblo que no puede salvar. Vigilan todos nuestros pasos; no podemos salir a la calle. Nuestro fin está cerca, nos ha llegado la hora; ¡ha llegado nuestro fin!
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