Los perversos piden dinero prestado y nunca pagan sus deudas. En cambio, los justos son solidarios y generosos con los demás. Los bendecidos por el SEÑOR recibirán la tierra como herencia; pero los que él maldice serán destruidos. Cuando al SEÑOR le agrada nuestra vida, nos guía para que no caigamos. Si tropezamos en el camino, no caeremos porque el SEÑOR estará allí para sostenernos e impulsarnos. He vivido muchos años y nunca he visto al justo desamparado, ni a sus hijos sin tener qué comer. Los justos están siempre dispuestos a dar sin esperar nada a cambio, y sus hijos son una bendición. Así que eviten el mal y hagan el bien, y siempre tendrán dónde vivir. Eso es cierto porque el SEÑOR ama la justicia y nunca abandona a su gente fiel; ellos siempre estarán protegidos. En cambio, los hijos de los perversos serán expulsados de sus tierras. Los justos poseerán la tierra y habitarán en ella para siempre. La gente buena habla sabiamente y sus decisiones son siempre justas. Siempre llevan las enseñanzas de Dios en su corazón y nunca se apartan de ellas.
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