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Lucas 1:26-50

Lucas 1:26-50 PDT

Al sexto mes de embarazo de Elisabet, Dios envió al ángel Gabriel a un pueblo de Galilea llamado Nazaret. El ángel se le apareció a una joven llamada María, una virgen comprometida para casarse con un hombre llamado José, de la familia de David. El ángel entró al lugar donde estaba la joven y le dijo: —¡Hola! El Señor está contigo y quiere bendecirte. Pero lo que dijo el ángel la dejó muy confundida y se preguntaba qué podría significar esto. El ángel le dijo: —No tengas miedo, María, porque Dios está contento contigo. ¡Escúchame! Quedarás embarazada y tendrás un hijo a quien le pondrás por nombre Jesús. Tu hijo será un gran hombre, será llamado el Hijo del Altísimo y el Señor Dios lo hará rey, como a su antepasado David. Reinará por siempre sobre todo el pueblo de Jacob y su reinado no tendrá fin. Entonces María le dijo al ángel: —¿Cómo puede suceder esto? Nunca he estado con ningún hombre. El ángel le contestó: —El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso al niño santo que va a nacer se le llamará Hijo de Dios. También escucha esto: tu pariente Elisabet, aunque es de edad avanzada, tendrá un hijo. Decían que no podía tener hijos; sin embargo, está en el sexto mes de embarazo. ¡Para Dios nada es imposible! María dijo: —Soy sierva del Señor, que esto suceda tal como lo has dicho. Y el ángel se retiró. Entonces, María se levantó y se fue de prisa hacia los cerros, a un pueblo de Judea. Fue a la casa de Zacarías y saludó a Elisabet. Cuando Elisabet escuchó el saludo de María, el bebé saltó dentro de ella. Entonces Elisabet se llenó del Espíritu Santo, y gritó: —¡Dios te ha bendecido más que a todas las mujeres, y ha bendecido al bebé que tendrás! ¿Quién soy yo para que la mamá de mi Señor venga a verme? Cuando oí tu saludo, el bebé dentro de mí saltó de alegría. El Señor te bendecirá porque creíste que sucedería lo que él te dijo. Entonces María dijo: «Alabo al Señor con todo mi corazón. Me alegro muchísimo en Dios, mi Salvador, porque él tomó en cuenta a su humilde sierva. De ahora en adelante todo el mundo dirá que Dios me ha bendecido, porque el Poderoso ha hecho grandes cosas por mí. ¡Su nombre es santo! Su compasión para quienes lo respetan nunca falla.

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