Todo pueblo tiene el gobierno que se merece. Cuando el rey es ignorante, el pueblo acaba en la ruina; cuando el rey es sabio, el pueblo prospera. Dios tiene en sus manos el poder de gobernar este mundo, y el poder de nombrar gobernantes. Cuando llega el momento, elige al gobernante adecuado y le da su propia autoridad. Si alguien te ofende, no le hagas ningún daño ni le guardes rencor. Ni Dios ni los hombres soportan a la gente orgullosa y malvada. Por la maldad y el orgullo las naciones cambian de dueño. De nada nos sirve el orgullo; solo somos polvo y ceniza, y finalmente todos moriremos. Ante una enfermedad grave, el médico no tiene nada que hacer; hoy reinamos, mañana morimos, y en cuanto nos entierran nos devoran los gusanos. Comenzamos a ser orgullosos cuando dejamos de tomar en cuenta a Dios, nuestro Creador. Del orgullo brota el pecado como agua de un manantial; por eso Dios nos manda desgracias que nos destruyen por completo
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