Habían pasado once años desde que llegamos presos a Babilonia, y el día primero del mes de Adar, Dios me dijo: «Ezequiel, hombre mortal, la ciudad de Tiro se burla de Jerusalén y dice: “¡La gran ciudad, centro del comercio mundial, ha quedado en ruinas! ¡Ahora me toca a mí hacerme rica como ella!”
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