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Jeremías 18:1-17

Jeremías 18:1-17 NVI

Esta es la palabra que vino a Jeremías de parte del SEÑOR: «Levántate y baja ahora mismo a la casa del alfarero y allí te comunicaré mi mensaje». Entonces bajé a la casa del alfarero y lo encontré trabajando en el torno. Pero la vasija que estaba modelando se deshizo en sus manos; así que volvió a hacer otra vasija, hasta que le pareció que había quedado bien. En ese momento la palabra del SEÑOR vino a mí y me dijo: «Pueblo de Israel, ¿acaso no puedo hacer con ustedes lo mismo que hace este alfarero con el barro?», afirma el SEÑOR. «Ustedes, pueblo de Israel, son en mis manos como el barro en las manos del alfarero. En un momento puedo hablar de arrancar, derribar y destruir a una nación o a un reino; pero si la nación de la cual hablé se arrepiente de su maldad, también yo desistiré del castigo que había pensado infligirles. En otro momento puedo hablar de construir y plantar a una nación o a un reino. Pero si esa nación hace lo malo ante mis ojos y no me obedece, yo desistiré del bien que había pensado hacerles. Y ahora habla con los habitantes de Judá y de Jerusalén y adviérteles que así dice el SEÑOR: “Estoy preparando una calamidad contra ustedes y elaborando un plan en su contra. ¡Vuélvanse ya de su mal camino; enmienden su conducta y sus acciones!”. Ellos objetarán: “Es inútil. Vamos a seguir nuestros propios planes” y cada uno cometerá la maldad que dicte su obstinado corazón». Por eso, así dice el SEÑOR: «Pregunten entre las naciones: ¿Quién ha oído algo semejante? La virginal Israel ha cometido algo terrible. ¿Acaso la nieve del Líbano desaparece de las laderas rocosas? ¿Se agotan las aguas frías que fluyen de las montañas? Sin embargo, mi pueblo me ha olvidado; quema incienso a ídolos inútiles, que los hicieron tropezar en sus caminos, en los senderos antiguos. Los hicieron caminar por sendas y veredas escabrosas. Así ha dejado desolada su tierra; la ha hecho objeto de burla constante. Todo el que pase por allí meneará atónito la cabeza. Como un viento del este, los esparciré delante del enemigo. En el día de su calamidad les daré la espalda y no la cara».

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