Pero tú, oh SEÑOR, eres un escudo que me rodea; eres mi gloria, el que sostiene mi cabeza en alto. Clamé al SEÑOR, y él me respondió desde su monte santo. Interludio Me acosté y dormí, pero me desperté a salvo, porque el SEÑOR me cuidaba. No tengo miedo a los diez mil enemigos que me rodean por todas partes.
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