Que el SEÑOR les corte esos labios aduladores y silencie sus lenguas jactanciosas. «Mintamos todo lo que queramos —dicen—. Son nuestros los labios; ¿quién puede detenernos?». El SEÑOR responde: «He visto violencia contra los indefensos y he oído el gemir de los pobres. Ahora me levantaré para rescatarlos como ellos anhelaron que hiciera». Las promesas del SEÑOR son puras como la plata refinada en el horno, purificada siete veces.
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