Y el que descendió es el mismo que ascendió por encima de todos los cielos, a fin de llenar la totalidad del universo con su presencia. Ahora bien, Cristo dio los siguientes dones a la iglesia: los apóstoles, los profetas, los evangelistas, y los pastores y maestros. Ellos tienen la responsabilidad de preparar al pueblo de Dios para que lleve a cabo la obra de Dios y edifique la iglesia, es decir, el cuerpo de Cristo. Ese proceso continuará hasta que todos alcancemos tal unidad en nuestra fe y conocimiento del Hijo de Dios que seamos maduros en el Señor, es decir, hasta que lleguemos a la plena y completa medida de Cristo. Entonces ya no seremos inmaduros como los niños. No seremos arrastrados de un lado a otro ni empujados por cualquier corriente de nuevas enseñanzas. No nos dejaremos llevar por personas que intenten engañarnos con mentiras tan hábiles que parezcan la verdad. En cambio, hablaremos la verdad con amor y así creceremos en todo sentido hasta parecernos más y más a Cristo, quien es la cabeza de su cuerpo, que es la iglesia. Él hace que todo el cuerpo encaje perfectamente. Y cada parte, al cumplir con su función específica, ayuda a que las demás se desarrollen, y entonces todo el cuerpo crece y está sano y lleno de amor.
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3 Dias
Este plan de 3 días te invita a descubrir, desear y desarrollar los dones espirituales con el corazón del evangelio. A través de enseñanzas bíblicas, prácticas concretas y una visión renovada del ministerio, aprenderás a servir con poder, amor y propósito. Este recorrido despierta el fuego del Espíritu para edificar la iglesia y transformar tu entorno con sabiduría y compasión.
5 dias
Todo va como de costumbre y, hasta en ocasiones, se siente que vamos veloces como un tren; entonces, la vida decide, sin previo aviso, ponernos en pausa. Tal vez sea eso, o tal vez sea una cita preparada por Dios para llevarnos hacia un mejor y nuevo normal.
6 Dias
Este es el tercero y último devocional, de un estudio sistemático de la oración apostólica, de la segunda carta a los tesalonicenses. El autor enseña, como los llamados de Dios pueden parecer exigentes, pero en realidad son el aliento del Espíritu a nuestras vidas. Dichos llamados nos demandan fidelidad, ministerio, amor y gozo. Por tanto, debemos situarnos en la corriente de Dios; y ser sensibles y entendidos a la iluminación que el Espíritu trae. La iglesia debe ser dirigida por el Espíritu, para que pueda propagar su testimonio al mundo, en el nombre de Cristo y en el poder del Espíritu
La creación misma anhela que los hijos de Dios se manifiesten. Nos espera a nosotros, la iglesia, para pararnos y tomar nuestro lugar. La creación no está esperando a una iglesia cansada, distraída, adormecida o indiferente, ni con ídolos. La creación espera una iglesia que prevalece, que ora, que es poderosa, apasionada y profética.
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