Los jueces son corruptos, pues reciben dinero para juzgar a favor de los ricos; los sacerdotes enseñan sólo si se les paga, y los falsos profetas le ponen precio a sus mensajes. Y como si esto fuera poco, mal usan el nombre del SEÑOR, diciendo: «¡El SEÑOR está entre nosotros! ¡Ningún mal nos puede acontecer!».