Mientras todo el pueblo observaba, Salomón se paró delante del altar del SEÑOR con las manos extendidas hacia el cielo y dijo: «SEÑOR, Dios de Israel, no hay Dios como tú en el cielo ni en la tierra, porque tú eres amoroso y misericordioso, y guardas las promesas hechas a tu pueblo, si hace tu voluntad.