Sin Filtros: Viviendo Como Verdaderos Hijos De DiosMuestra

Hasta este momento, hemos hecho un breve escáner de cómo está el mundo. De los peligros que corremos si prestamos demasiada atención a lo que el mundo ofrece. Hemos visto la facilidad con la que podemos ser engañados, y la urgencia de afirmarnos en nuestra fe, la fe verdadera en el Hijo de Dios.

Pero pensar, aunque sea solo por un momento, que somos capaces de vivir una vida «apartada» de todo eso, ajenos a la corriente del mundo, del individualismo, de las apariencias y de lo superficial, es poco realista. Sin embargo, somos retados a hacerlo, de todos modos. ¿Pero cómo?

No por nosotros mismos, ni mucho menos. No tenemos la fortaleza mental, emocional ni espiritual para soportar la presión de este mundo, y la corriente es demasiado fuerte para nuestra fragilidad humana. Sin embargo, Jesús hizo ya la parte más difícil, venció al mundo, y el príncipe de este mundo, y no nos dejó solos. Nos envió al Espíritu Santo de Dios, que habita en cada hijo e hija suya, que alienta, que guía, que redarguye, que fortalece, que capacita.

Pero no se trata de un conjuro o una palabra mágica. De nuevo, tiene que ver con lo que a Dios más le gusta: relación. La intimidad cotidiana y genuina con el Espíritu Santo nos vaciará a diario de la basura del mundo, y nos recargará de nuevo para enfrentar cada día. No hay atajos, ni fórmulas. Las relaciones en general, y esta en particular, requieren constancia, voluntad, y fidelidad.

Él es el mejor filtro que podamos usar, además para todo. Cómo mirar al mundo, y cómo ser vistos por el mundo. A través de Jesús.