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LUCAS 18

18
Parábola de la viuda y el juez
1Jesús les contó una parábola para enseñarles que debían orar en cualquier circunstancia, sin jamás desanimarse. Les dijo:#11,9-10 y par., Rm 1,10; 12,12; Col 1,3; 4,2; 1 Ts 5,17; 2 Ts 1,11.
2—Había una vez en cierta ciudad un juez que no temía a Dios ni respetaba a persona alguna. 3Vivía también en la misma ciudad una viuda que acudió al juez, rogándole: «Hazme justicia frente a mi adversario». 4Durante mucho tiempo, el juez no quiso hacerle caso, pero al fin pensó: «Aunque no temo a Dios ni tengo respeto a nadie, 5voy a hacer justicia a esta viuda para evitar que me siga importunando. Así me dejará en paz de una vez».
6El Señor añadió:
—Ya han oído ustedes lo que dijo aquel mal juez. 7Pues bien, ¿no hará Dios justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche? ¿Creen que los hará esperar?#Ap 6,10. 8Les digo que les hará justicia enseguida. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿aún encontrará fe en este mundo?#Mt 10,23; 16,27; 24,12; 25,31.
Parábola del fariseo y el recaudador de impuestos
9A unos que alardeaban de su propia rectitud y despreciaban a todos los demás, Jesús les contó esta parábola:#16,15; 20,20; Mt 23,28.
10—En cierta ocasión, dos hombres fueron al Templo a orar. Uno de ellos era un fariseo y el otro un recaudador de impuestos. 11El fariseo, plantado en primera fila, oraba en su interior de esta manera: «¡Oh Dios!, te doy gracias porque yo no soy como los demás: ladrones, malvados y adúlteros. Tampoco soy como ese recaudador de impuestos. 12Ayuno dos veces por semana y pago al Templo la décima parte de todas mis ganancias».#5,33-35; Mt 6,16. 13En cambio, el recaudador de impuestos, que se mantenía a distancia, ni siquiera se atrevía a levantar la vista del suelo, sino que se golpeaba el pecho y decía: «¡Oh Dios!, ten compasión de mí, que soy pecador».#23,48. 14Les digo que este recaudador de impuestos volvió a casa con sus pecados perdonados; el fariseo, en cambio, no. Porque Dios humillará a quien se ensalce a sí mismo; pero ensalzará a quien se humille a sí mismo.#14,11; Jb 29,23; Mt 18,4; 23,12.
Jesús bendice a unos niños
(Mt 19,13-15; Mc 10,13-16)
15Llevaron unos niños a Jesús para que los bendijese. Los discípulos, al verlo, reñían a quienes los llevaban; 16pero Jesús, llamando a los niños, dijo:
—Dejen que los niños vengan a mí y no se lo impidan, porque el reino de Dios es para los que son como ellos.#9,47; Mt 5,20; 18,3-5 (ver 10,21). 17Les aseguro que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él.
Un rico quiere seguir a Jesús
(Mt 19,16-30; Mc 10,17-31)
18Uno de los jefes de los judíos preguntó a Jesús:
—Maestro bueno, ¿qué he de hacer para alcanzar la vida eterna?#10,25.
19Jesús le dijo:
—¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino solamente Dios. 20Ya sabes los mandamientos: No cometas adulterio, no mates, no robes, no des falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre.#Ex 20,12-16; Dt 5,16-20.
21El dignatario respondió:
—Todo eso lo he guardado desde mi adolescencia.
22Al escuchar estas palabras, Jesús le dijo:
—Aún te falta algo: vende todo lo que posees y reparte el producto entre los pobres. Así te harás un tesoro en el cielo. Luego, vuelve aquí y sígueme.#12,33; Mt 6,20; 19,21 (ver Mc 14,5); Jn 12,5; Hch 2,45; 4,34-37; Col 3,2 .
23Cuando el hombre oyó esto, se entristeció mucho, porque era muy rico. 24Jesús, viéndolo tan triste, dijo:
—¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios! 25Es más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar en el reino de Dios.
26Los que estaban escuchando preguntaron:
—Pues, en ese caso, ¿quién podrá salvarse?
27Jesús contestó:
—Lo que es imposible para los hombres, es posible para Dios.#Gn 18,14; Za 8,6; Jb 42,2.
28Pedro le dijo entonces:
—Tú sabes que nosotros hemos dejado nuestras cosas para seguirte.
29Jesús les dijo:
—Les aseguro que todo aquel que haya dejado casa, mujer, hermanos, padres o hijos por causa del reino de Dios,#14,26. 30recibirá mucho más en este mundo, y en el mundo venidero recibirá la vida eterna.
Jesús anuncia por tercera vez su muerte y su resurrección
(Mt 20,17-19; Mc 10,32-34)
31Jesús, tomando aparte a los Doce, les dijo:
—Ya ven que estamos subiendo a Jerusalén, donde ha de cumplirse todo lo que escribieron los profetas acerca del Hijo del hombre.#6,13; 24,25-27.44.46; Hch 3,18; 13,27-29. 32Allí será entregado en manos de extranjeros que se burlarán de él, lo insultarán, le escupirán,#Mt 16,21 y par., 17,22-23 y par. (ver Lc 12,50; 13,32-33). 33lo golpearán y le darán muerte. Pero al tercer día resucitará.
34Los apóstoles no comprendían nada. No podían entender lo que Jesús les decía, porque el sentido de sus palabras era un misterio para ellos.#9,45; Mc 4,13; 7,18; 8,17-21; 9,32.
Curación del ciego de Jericó
(Mt 20,29-34; Mc 10,46-52)
35Jesús iba acercándose a Jericó. Y un ciego que estaba sentado junto al camino pidiendo limosna, 36al oír el alboroto de la gente que pasaba, preguntó qué era aquello. 37Le contestaron:
—Es que está pasando por aquí Jesús de Nazaret.#17,13; Mt 1,1; 2,23; 9,27; 15,22; Hch 2,22; 3,6; 22,8; 26,9.
38Entonces el ciego se puso a gritar:
—¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!
39Los que iban delante le mandaban que callara, pero él gritaba cada vez más:
—¡Hijo de David, ten compasión de mí!
40Jesús, entonces, se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando ya lo tenía cerca, le preguntó:
41—¿Qué quieres que haga por ti?
El ciego contestó:
—Señor, que vuelva a ver.
42Jesús le dijo:
—Recobra la vista. Tu fe te ha sanado.#7,50; 8,48 y par.; 17,19.
43En el mismo instante, el ciego recobró la vista y, dando gloria a Dios, se unió a los que seguían a Jesús. Y todo el pueblo que presenció lo sucedido alabó también a Dios.#2,20.28.

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