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Jeremías 17

17
Pecado y castigo de Judá
1»Judá, tu pecado está escrito con cincel de hierro,
está grabado con punta de diamante
en la piedra de tu corazón,#17.1 Estas vigorosas expresiones hacen ver hasta qué punto el pecado había echado raíces en la vida de la nación (véanse Jer 9.3[2] nota; 13.23 nota). Tu corazón: Véase Sal 12.2(3) n.
en los cuernos de tus altares.#17.1 En los cuernos de tus altares: Véase Ex 27.2 n. Cuando se ofrecían sacrificios de expiación por el pecado, se rociaban los cuernos del altar con la sangre de la víctima (cf. Lv 4.25). Pero el pecado de Judá se había adherido de tal manera que ya no podía ser purificado con ese rito expiatorio.
2Tus hijos se acuerdan de los altares
y de los troncos sagrados
que había junto a los árboles frondosos
y sobre las colinas elevadas#17.2 Los troncos sagrados eran objetos erigidos en honor de la diosa Asera o Astarté (véase Jue 3.7 nota). Árboles frondosos: Los sitios poblados de árboles y con vegetación exuberante eran particularmente apropiados para rendir culto a los dioses de la fertilidad (véase Is 65.3 nota).
3y sobre los montes del campo.
Por causa de tus pecados,
haré que te roben tus riquezas y tesoros,
y que saqueen tus colinas sagradas#17.2-3 Colinas elevadas,… colinas sagradas: Véase Jer 2.20 nota.
en todo tu territorio.
4Tendrás que abandonar#17.4 Abandonar: según versiones antiguas. Heb. oscuro. la tierra
que yo te di como herencia,
y te haré esclava de tus enemigos
en una tierra que no conoces,
porque mi ira se ha encendido
como un fuego que te consumirá.»#17.1-4 El texto hebreo de estos vv. presenta numerosas dificultades, pero el sentido del conjunto resulta suficientemente claro. Los vv. 3-4 son una repetición parcial de Jer 15.13-14.
Mensajes varios#17.5-13 Los textos poéticos y en prosa reunidos en el resto de este cap. pertenecen a distintos géneros literarios y no ofrecen ninguna unidad temática.
5El Señor dice:
«Maldito aquel que aparta de mí su corazón,
que pone su confianza en los hombres
y en ellos busca apoyo.
6Será como la zarza del desierto,
que nunca recibe cuidados:
que crece entre las piedras,
en tierras de sal, donde nadie vive.
7»Pero bendito el hombre que confía en mí,
que pone en mí su esperanza.
8Será como un árbol plantado a la orilla de un río,
que extiende sus raíces hacia la corriente
y no teme cuando llegan los calores,
pues su follaje está siempre frondoso.
En tiempo de sequía no se inquieta,
y nunca deja de dar fruto.#17.5-8 Este poema, en el que se contraponen una maldición y una bienaventuranza, es muy semejante al Salmo 1. La correspondencia más notoria es la comparación del que confía en el Señor con un árbol plantado junto a una corriente de agua (v. 8; Sal 1.3). La diferencia más notable es la referencia a la ley, que en el salmo desempeña un papel importante y aquí, por el contrario, ni siquiera se menciona.
9»Nada hay tan engañoso y perverso#17.9 Y perverso: Lit. y sin remedio, es decir, irremediablemente enfermo.
como el corazón humano.
¿Quién es capaz de comprenderlo?
10Yo, el Señor, que investigo el corazón
y conozco a fondo los sentimientos;#17.10 Sal 7.9(10); Jer 11.20; Ap 2.22-23.
que doy a cada cual lo que se merece,
de acuerdo con sus acciones.»#17.10 Véanse las referencias en Ro 2.6 n. y cf. Pr 24.12; Ez 18.30; Eclo 16.12,14; Mt 16.27.
11El que se hace rico injustamente
es como la perdiz que empolla huevos ajenos.#17.11 La comparación propuesta en este proverbio popular parece apuntar a lo siguiente: la perdiz que empolla huevos ajenos no puede retener sus crías, porque estas, apenas empiezan a crecer, reconocen por instinto que no pertenecen a la misma especie y la abandonan. De manera semejante, el que se hace rico injustamente no puede conservar las riquezas mal adquiridas.
En pleno vigor tendrá que abandonar su riqueza,
y al fin solo será un tonto más.
12Nuestro templo es un trono glorioso,#17.12 El templo de Jerusalén, y más concretamente el Lugar Santísimo o Santo de los Santos, era considerado la morada del Señor (cf. 1 R 8.6,12-13), que tiene su trono sobre los querubines.
puesto en alto desde el principio.
13Señor, tú eres la esperanza de Israel.
Todo el que te abandona quedará avergonzado.
Todo el que se aleja de ti
desaparecerá como un nombre escrito en el polvo,#17.13 El nombre escrito en el polvo contrasta manifiestamente con el nombre escrito en el libro de la vida (véase Ex 32.31-32 n.). Algunos, sin embargo, piensan que esta frase debe traducirse: Todos los que en esta tierra te abandonan deben ser humillados.
por abandonarte a ti, manantial de frescas aguas.#17.13 Manantial de aguas frescas: Véase Jer 2.13 nota.
Jeremías invoca al Señor#17.14-18 Este poema es la tercera de las «Confesiones de Jeremías», compuesta en el estilo de los salmos de lamentación y de súplica. Véanse Jer 11.18—12.6 n. y la Introducción a los Salmos (3) (b).
14Sáname tú, Señor, y seré sanado;
sálvame tú, y seré salvado,
pues solo a ti te alabo.
15La gente me dice:
«¿Qué pasó con las palabras del Señor?
¡Que se cumplan ahora mismo!»
16Y, sin embargo, yo no he insistido
en que tú les envíes un desastre,#17.16 En que tú les envíes un desastre: texto probable. Heb. para no ser pastor detrás de ti.
ni he deseado calamidades para ellos.
Tú bien sabes lo que he dicho,
pues lo dije en tu presencia.
17No te conviertas para mí en terror,
pues eres mi refugio en momentos de angustia.
18Deja en ridículo a mis perseguidores, y no a mí;
que ellos queden espantados, y no yo.
Haz venir sobre ellos momentos de angustia,
destrózalos por completo una y otra vez.
Sobre la observancia del sábado
19El Señor me dijo: «Ve y párate en la Puerta del Pueblo,#17.19 La Puerta del Pueblo: Lit. Puerta de los Hijos del Pueblo, de localización desconocida. Otra posible traducción: La Puerta de Benjamín, también de localización incierta. Algunos identifican esta puerta con la Puerta de las Ovejas (Neh 3.1,32) o con la Puerta de la Inspección (Neh 3.31), localizadas al norte y nordeste en el muro de Jerusalén, respectivamente. Sobre la importancia de las puertas de una ciudad, véanse Rut 3.11 n.; 4.1 n. por donde entran y salen los reyes de Judá, y luego haz lo mismo en las demás puertas de Jerusalén. 20Di a la gente: “Reyes y pueblo todo de Judá, habitantes todos de Jerusalén que entran por estas puertas, escuchen la palabra del Señor. 21El Señor dice: En el sábado y por consideración a sus propias vidas, no lleven cargas ni las metan por las puertas de Jerusalén.#17.21 Cf. Neh 13.15-22. 22No saquen tampoco ninguna carga de sus casas en el sábado, ni hagan en él ningún trabajo. Conságrenme el sábado, tal como se lo ordené a sus antepasados.#17.22 Ex 20.8-10; Dt 5.12-14; cf. Is 58.13-14. 23Pero ellos no me hicieron caso ni me obedecieron, sino que fueron tercos y no quisieron obedecer ni escarmentar.
24»”Yo, el Señor, afirmo: Obedézcanme de veras, no lleven ninguna carga por las puertas de la ciudad en el sábado; conságrenme este día y no hagan en él ningún trabajo. 25Si lo hacen así, siempre habrá reyes que ocupen el trono de David y que entren por las puertas de esta ciudad en carrozas y caballos, acompañados de los jefes y de la gente de Judá y de Jerusalén. Y Jerusalén siempre tendrá habitantes. 26Y vendrá gente de las ciudades de Judá que están en los alrededores de Jerusalén, y del territorio de Benjamín, de la llanura, de la región montañosa y del Négueb. Traerán al templo animales para el holocausto y para los demás sacrificios, ofrendas de cereales e incienso, y ofrendas de acción de gracias. 27Pero si ustedes no obedecen mi mandato de consagrarme el sábado y de no meter cargas en ese día por las puertas de Jerusalén, entonces pondré fuego a las puertas de la ciudad, un fuego que destruirá los palacios de Jerusalén y que nadie podrá apagar.”»

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Jeremías 17: DHH94I

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