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LUCAS INTRODUCCIÓN

INTRODUCCIÓN
1. Primera parte de una historia en dos volúmenes
El tercer evangelio o evangelio de Lucas (en adelante se utilizará preferentemente la abreviatura Lc) constituye, en realidad, la primera parte de una obra más extensa que tiene su continuación natural en el libro de los Hechos de los Apóstoles. Que el autor de ambos escritos sea el mismo, apenas nadie lo pone actualmente en duda. Ambos comienzan con un prólogo-dedicatoria muy semejante que, además, es único en los libros del NT (1,1-4; Hch 1,1-2); ambos hacen gala de un vocabulario y unos recursos estilísticos muy parecidos y muy peculiares dentro del resto de la literatura neotestamentaria; ambos presentan una línea de pensamiento notablemente homogénea. Lo que ya no es tan seguro, es si desde el principio formaron una única obra o bien existió un intervalo más o menos amplio de tiempo entre la composición de las dos partes de la obra. Si se escribió como un todo, alguien la habría separado más tarde en dos libros por razones prácticas, tal vez para colocar los cuatro evangelios seguidos. Sea lo que haya sido el proceso, no deja de ser significativa la evidente simetría de composición entre la primera y la segunda parte de la obra: mientras el evangelio refiere el camino de Jesús hacia Jerusalén, donde tiene lugar la Pascua del Señor como centro del tiempo, el libro de los Hechos recorre el camino inverso, a saber, de Jerusalén hasta los confines de la tierra.
En este sentido, el proyecto de Lc es tan genial como el de Mc al componer por primera vez un evangelio. Por eso, para una lectura y una inteligencia correcta del tercer evangelio, es preciso tener en cuenta la obra completa como marco de referencia. Ahora, sin embargo, nos centramos en la primera parte de la obra, en el evangelio, que tiene en común con los otros evangelios el ser ante todo un testimonio de fe en Jesús de Nazaret, el ser un mensaje de salvación sin menoscabo de una sólida base histórica que el evangelista reclama para su obra desde el comienzo mismo del relato (1,1-4).
El objetivo, pues, de Lc es a la vez didáctico e histórico. Se trata de proporcionar al lector un fundamento firme de la fe ya poseída y de hacerlo con los métodos y las formas que se usaban en la cultura helenística del tiempo. Un mundo y una cultura representados, sin duda, en Teófilo, el desconocido personaje de ambas dedicatorias (1,3 y Hch 1,1).
2. Marco histórico de Lucas. El autor y su comunidad
Desde los orígenes mismos del cristianismo, de forma unánime y sin interrupción, el tercer evangelio ha sido atribuido a Lucas, un cristiano de origen no judío al que el NT menciona en tres ocasiones (Flm 24, Col 4,14; 2 Tm 4,11). Una primera tradición habla de él como médico; otra, más tardía y menos fundamentada, como pintor. En todo caso se trata de un magnífico conocedor de la lengua griega, muy familiarizado también con la Biblia griega de los LXX, y con una gran sensibilidad —como corresponde a un buen historiador— para conectar los acontecimientos de la historia profana con los de la historia religiosa que quiere contar (1,5; 2,1-3; 3,1-2). Esta singular personalidad no podrá menos de dejar huellas profundas en la redacción final de su obra.
Pero tan importante o más que el autor del evangelio, puede ser la comunidad cristiana que está detrás de él. Porque los evangelios en general, y el de Lc en particular, son el resultado de un diálogo entre la comunidad creyente, por una parte, con sus problemas, sus inquietudes, sus preguntas, sus esperanzas, sus deficiencias, sus logros, sus desánimos y sus entusiasmos, y por otra, el redactor —también creyente— que comparte todas esas experiencias y quiere iluminarlas desde los recuerdos de la vida de Jesús. A falta de otras fuentes de información, será sobre todo una lectura inteligente y atenta del propio evangelio la que proporcione pistas suficientes para identificar las peculiaridades de la comunidad o comunidades desde las que Lc escribe —y para las que escribe— su evangelio. Peculiaridades que podríamos concretar en las siguientes:
— Se trata de comunidades de origen fundamentalmente pagano, situadas tal vez en la órbita paulina, pero en las que la polémica judeocristiana ya no es un problema importante, y en las que predomina un ambiente conciliador. La relación Lucas-Pablo, muy subrayada en tiempos pasados, tal vez no sea tan estrecha como pudiera parecer a primera vista.
— Comunidades abiertas a la cultura grecorromana, deseosas de un sincero diálogo con el mundo pagano y en busca, por tanto, de un puesto dentro del Imperio.
— Comunidades, sin embargo, que se consideran al mismo tiempo legítimas herederas de las promesas hechas a Israel.
— Comunidades, en fin, que deben afrontar los problemas típicos de la segunda generación cristiana (cansancio, permanente seducción del paganismo, debilitamiento de la fe, tentación de dar marcha atrás, falta de responsabilidad en los guías de la comunidad) y en las que el clima de fraternidad y el impulso misionero del primer momento han entrado, al menos parcialmente, en crisis. Comunidades, por tanto, necesitadas de conversión y de perdón.
Para comunidades marcadas por estas características, envueltas en estos problemas y preocupadas por estas necesidades, escribe Lucas su evangelio en el último cuarto del siglo I. Lo más probable es que la redacción haya tenido lugar en la década de los ochenta, aunque no faltan quienes siguen proponiendo una fecha anterior. Sobre el lugar concreto de composición no existen indicaciones precisas, aunque prácticamente todos coinciden en situarlo fuera de Palestina.
3. Proceso de composición y características literarias
En el pórtico mismo del relato, Lucas manifiesta su intención de escribir una historia ordenada y bien documentada (1,3). El evangelista, pues, se presenta a sí mismo como un narrador que se ha preocupado de recoger abundantes materiales sobre un tema concreto y que luego los utiliza cuidadosamente para componer un relato coherente de los acontecimientos que quiere referir. El tema es el mensaje salvador de Jesús de Nazaret. Las fuentes de información son de tres clases. En primer lugar, Lucas utiliza el evangelio de Mc como base, en más de una tercera parte de lo que él mismo escribe. En segundo lugar, se sirve de una fuente (probablemente escrita) que contenía sólo palabras de Jesús y que fue también conocida y utilizada por Mt; es la llamada “fuente de dichos” (o Documento Q), y ocupa algo más de una cuarta parte del tercer evangelio. Finalmente, la tercera parte restante procede de informes y noticias que Lc recabó por su cuenta; entre este último material hay que destacar el evangelio de la infancia (1—2), algunas de las más bellas e importantes parábolas (10,30-37; 15,8-32; 16,1-8.19-31; 18,1-14) y varios episodios en el relato de la pasión-resurrección (22,35-38; 23,6-12.27-31.39-43; 24,13-35).
A todo este material, Lc le imprime su fuerte personalidad de escritor formado en la cultura helenística. El resultado es una redacción con estas peculiaridades:
a) Aunque construye su relato sobre el esquema de Mc y en general sigue fielmente el orden y la disposición de la fuente original, hay algunas excepciones significativas. Sobre todo llama poderosamente la atención la importancia que Lc concede al “camino de Jesús desde Galilea a Jerusalén” que ocupa diez capítulos en el tercer evangelio (5,51—19,28) y sólo dos en Mt y uno en Mc (Mt 19,1—20,3; Mc 10,1-52). Parece claro que más allá de consideraciones geográficas, Lc quiere destacar la dimensión teológico-didáctica de este camino-viaje hacia Jerusalén.
b) Lc incorpora a su evangelio la mayor parte del material de Mc; pero no duda en prescindir de lo que considera poco asequible a sus lectores, poco favorable a Jesús, o bien entiende que es superfluo al tratarse de algo que figura ya en otro contexto. Al contrario, tampoco se priva de añadir aquello que considera conveniente para la precisión y la claridad.
c) Su particular talante de historiador lleva a Lc a situar la historia de Jesús en el marco de la historia profana y religiosa de su época (2,1-2; 3.1-2) y a dividir el tiempo de esta historia en períodos netamente delimitados con la consiguiente concentración temática en torno a un personaje (María, Juan, Jesús) o un acontecimiento (anuncio en Galilea, viaje hacia Jerusalén, culminación de la historia sin salir de Jerusalén).
d) Geográficamente, Lc centra todo el relato en Jerusalén: el evangelio comienza y termina en el Templo de Jerusalén (1,8-10; 24,52-53); durante el viaje de Galilea a Judea el único lugar geográfico que se menciona es Jerusalén; las apariciones de Pascua tienen lugar únicamente en Jerusalén; la última tentación de Jesús en 4,1-13 tiene lugar, a diferencia de Mt 4,1-11, en el marco del Templo de Jerusalén. Todo esto indica que Jerusalén es para Lc el centro geográfico y sobre todo teológico de la historia de la salvación.
e) En cuanto a la lengua y al estilo, ya desde los primeros siglos se ha considerado al griego de Lc como uno de los más cuidados y elegantes del NT. Conoce los recursos estilísticos tanto semitas como helenísticos, domina las técnicas que ayudan a una presentación viva y agradable de los materiales, hace gala de un vocabulario rico y abundante. Pero en Lc, la lengua está al servicio de la fe; por eso, aunque sabía y podía escribir con notable perfección, como lo pone de manifiesto en el prólogo (1,1-4), por lo general renuncia a escribir la historia evangélica en un griego estilísticamente perfecto. Dos principales razones debieron impulsarle a ello: fidelidad a las fuentes y también coherencia con el mensaje que no estaba destinado sólo a sabios y eruditos, sino también a gente sencilla y poco cultivada.
Resumiendo, esta singular manera de componer propia de Lc, pretende ofrecer —sin apartarse del género literario “evangelio” inaugurado por Mc— una visión propia del hecho cristiano, destinada tanto a confirmar la fe de los creyentes como a facilitar la conversión de los paganos.
4. Contenido teológico
El hilo teológico conductor de la obra de Lucas en conjunto, y del evangelio en particular, es sin duda el tema de la salvación. Un tema que, en el momento de escribirse el evangelio, es también clave en el mundo helenístico. En una sociedad necesitada de salvación, sedienta de salvación y dispuesta a aceptar cualquier sucedáneo de ella, Lc proclama que Dios ha hecho presente su plan salvador en Jesús de Nazaret, centro y Señor de la historia. Cualquier otra oferta que pueda llegar desde las estructuras del Imperio es pura ilusión.
En Jesús, efectivamente, se cumplen y alcanzan su punto culminante las promesas y las acciones salvíficas de Dios presentes en el AT (1,68-71.77). En su nacimiento, es anunciado como Mesías, como Señor, pero sobre todo como Salvador (2,11). Su actividad misionera por los caminos de Palestina se centrará en liberar y salvar, tanto física como espiritualmente, a cuantos lo necesiten y estén dispuestos a acoger con fe esta salvación (7,50; 8,36.48; 17,19; 18,42; 19,9-10), que tiene en última instancia una dimensión escatológica (9,24; 13,23; 18,26).
La realización de este plan salvador de Dios a través de Jesucristo es descrita por Lc como un camino por recorrer. Juan el Bautista es anunciado como el que viene a preparar los caminos del Señor (1,76) y más adelante se presenta a sí mismo como el que allana esos caminos (3,4-5). María, la madre de Jesús, se pone en camino a toda prisa (1,39). Jesús enseña el camino de Dios (20,21) y lo recorre personalmente hasta sus últimas consecuencias (18,31-32). El significativo papel que desempeña en el evangelio de Lc su parte central, es decir el viaje desde Galilea a Jerusalén (9,51—19,28), y las repetidas menciones o alusiones que allí se hacen al camino (9,51.53.57; 10,38; 13,22; 17,11; 19,28), constituye todo un símbolo de la importancia que la perspectiva del camino como realidad teológico-didáctica tiene en el tercer evangelio.
Un camino, por lo demás, que ha de ser recorrido por la Iglesia, comunidad de salvación, bajo la acción imparable del Espíritu Santo, singularmente presente en la obra de Lucas, tanto en el evangelio (1,15.35.41.67; 2,25-27; 3,22; 4,1.14-18; 10,21; 11,13; 12,10) como en el libro de los Hechos donde es abundante la presencia del Espíritu. Un camino de salvación sobre todo para los más necesitados e indefensos: niños, mujeres, extranjeros, enfermos, pecadores, cualquier ser humano que se sienta desheredado de la fortuna y del amor. El manifiesto interés de Lc por esta clase de personas revela que su evangelio es verdaderamente el evangelio de la ternura y la misericordia entrañable de Dios Padre que se ha hecho visible y operante en Jesucristo (7,11-17.36-50; 15,1-32; 19,1-10).
A todo esto deberíamos unir: la llamada urgente y general a la conversión, la insistencia en el desprendimiento y la renuncia como condición indispensable para seguir a Jesús en el camino del Reino, la permanente invitación a orar siempre sin desfallecer y la experiencia de una alegría incontenible ante la presencia de las realidades salvíficas. Con ello tendremos el perfil aproximado de un evangelio cuya lectura no puede menos de impactar también a cualquier lector contemporáneo, tanto por su exquisita sensibilidad literaria, como por su contenido excepcional.
5. Estructura del tercer evangelio
De lo dicho hasta aquí sabemos que cuando Lucas redacta su evangelio existían ya otros relatos similares, sobre todo el de Mc, al que Lucas sigue de cerca. Pero las dotes y las peculiaridades que ya conocemos del tercer evangelista, y su propósito de proceder ordenadamente en la exposición de los hechos (1,3), han contribuido a producir una obra muy bien ensamblada en la que las diversas etapas del ministerio de Jesús revisten una especial claridad y concrección. Conviene recordar, al respecto, la tendencia de Lucas a dividir la historia en períodos (tiempo de Israel, tiempo de Cristo, tiempo de la Iglesia), la singular importancia y extensión que concede al viaje-camino desde Galilea a Jerusalén, y la insistencia en considerar a Jerusalén como centro geográfico-teológico de toda la historia de la salvación.
Con estas premisas, podemos señalar para el evangelio de Lc el siguiente itinerario de lectura:
— Introducción (1,1-4)
I.— RELATOS DE LA INFANCIA (1,5—2,52)
- Anuncio del nacimiento de Juan y Jesús (1,5-56)
- Nacimiento de Juan y Jesús (1,57—2,21)
- Episodios de la infancia de Jesús (2,22-52)
II.— COMIENZO DEL MINISTERIO DE JUAN Y DE JESÚS (3,1—4,13)
- La misión de Juan el Bautista (3,1-20)
- Primera actividad de Jesús (3,21—4,13)
III.— ANUNCIO DEL REINO EN GALILEA (4,14—9,50)
- Manifestación y rechazo (4,14—6,11)
- Enseñanzas y milagros (6,12—8,56)
- Revelación a los discípulos (9,1-50)
IV.— CAMINO HACIA JERUSALÉN (9,51—19,28)
- Instrucción y envío de los discípulos (9,51—13,21)
- Destino sufriente de Jesús y de los discípulos (13,22—17,10)
- Respuesta a las preocupaciones de la comunidad (17,11—18,30)
- El final del camino (18,31—19,28)
V.— JESÚS SE MANIFIESTA EN JERUSALÉN (19,29—21,38)
- Entrada en Jerusalén y enseñanza en el Templo (19,29-48)
- Controversias con los dirigentes israelitas (20)
- Discurso escatológico (21)
VI.— LA PASCUA DE JESÚS (22,1—24,49)
- Pasión y muerte de Jesús (22,1—23,56)
- Resurrección y apariciones (24,1-49)
— Conclusión (24,50-53)
EVANGELIO SEGÚN LUCAS

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