»Dios hará que desaparezcan
el valiente y el guerrero,
el juez y el profeta,
el capitán y el anciano,
el rico y el consejero,
el adivino y el artesano.
»Dios pondrá a niños y muchachos
como jefes y gobernantes.
La vida se volverá tan difícil
que hasta entre amigos se atacarán.
Los jóvenes insultarán a los viejos
y los pobres a los ricos.
Uno le dirá a su hermano:
“Solo tú puedes gobernar
sobre este montón de ruinas
porque en casa de nuestro padre
al menos tienes ropa que ponerte”.
»Pero el otro le responderá:
“En mi casa no tengo comida
ni ropa que ponerme.
Ni se te ocurra hacerme jefe del pueblo;
¡yo no puedo arreglar este desastre!”
»Jerusalén se derrumba,
el reino de Judá está en ruinas,
porque allí todos ofenden a Dios.
»Todos ellos son culpables;
¡en la cara se les ve!
Nadie esconde sus pecados;
ni siquiera los disimulan.
Se están portando igual
que los habitantes de Sodoma.
Nada bueno les espera;
se están ganando su propio castigo.
¡Qué mal le irá al malvado!
¡Dios lo castigará por todo lo que ha hecho!
En cambio, Dios bendecirá al obediente,
y lo recompensará por su buena conducta.
»Los gobernantes engañan a mi pueblo,
y lo llevan por mal camino;
hasta las mujeres y los niños
gobiernan y abusan de la gente.
»Dios está por juzgar a su pueblo.
Lo llamará a juicio
y les dirá a sus líderes y jefes:
“Ustedes han destruido a mi pueblo querido.
Han robado a los pobres
y han guardado en sus casas
todo lo que se robaron.
¿Con qué derecho abusan de mi pueblo
y maltratan a los pobres?”